Publicado 03/10/2024 13:05

"Las escuelas dejan de ser refugios en el Líbano". Por Jesús Sevilla Sanvicens, de Entreculturas en Líbano

Trabajadores humanitarios en Beirut
Trabajadores humanitarios en Beirut - JRS LÍBANO

   Ya llevábamos más de una semana de sustos, explosiones y bombardeos en el sur de Beirut y con ello la reconfiguración del trabajo del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), organización con la que Entreculturas lleva trabajando 11 años proporicionando una educación de calidad a niños, niñas y adolescentes de zonas deprimidas de Líbano. Un desempeño que tuvimos que aparcar para salir corriendo cada uno a su casa, soñando con que el día siguiente fuera diferente.

   El pasado lunes 23 de septiembre volvimos a hacer otro intento de comenzar un día con normalidad, ir a la oficina, sentarnos cada uno en nuestro sitio y ponernos a trabajar. Tristemente, todo fue un breve espejismo. De repente, llegaron los avisos de evacuación y, una vez más, tuvimos que correr cada uno a nuestras casas sin apenas poder despedirnos más que con un "stay safe". Sin embargo, para mí no fue igual que días anteriores: hice las maletas, me despedí y cogí el primer vuelo disponible para volver a España.

   En el aeropuerto había muchas colas, mucho silencio, muchos nervios y mucha tristeza. No era la primera vez que salía del país por el riesgo de conflicto, pero esta vez ya no era sólo el riesgo, sino que el conflicto había escalado a otro nivel, algo que ya se respiraba en el ambiente. Lamentablemente, esta situación no ha desaparecido y los devastadores bombardeos en el valle de Bekaa y en ciudades como Saida, Nabatieh y Beirut que lanzó Israel en días posteriores se ha cobrado ya más de 1.640 vidas, incluidas las de más de 100 niños y niñas, dejando también más de 8.400 personas heridas, según las autoridades libanesas.

   Mientras tanto en Líbano, siguiendo la orden del gobierno de clausurar colegios y universidades, las siete escuelas y tres centros sociales del JRS que apoyamos están cerradas. Instalaciones donde niños, niñas y mujeres libanesas y sirias encontraban un espacio seguro donde jugar y soñar, convirtiéndo así las aulas en refugios donde se hablaba de paz y se construían puentes de entendimiento. Lugares donde, además de educación, también se les ofrecía alimentación, ropa de invierno, enseres de higiene, material escolar y sobre todo, atención psicosocial.

   En pocos días, el JRS ha tenido que adaptarse a una nueva realidad y en estos momentos está trabajando distribuyendo alimentos, almohadas, mantas y kits tanto de higiene como de higiene menstrual entre la población local. Además, está acogiendo a la población migrante que vive en el país. Todo ello a la vez que monitoriza el conflicto diariamente para considerar la mejor forma de responder a la crisis, analizando las nuevas necesidades que puedan tener las personas afectadas.

   Los habitantes de Líbano forman un país resiliente, pero antes del conflicto ya se sentían cansados tras varios acontecimientos que les han ido llevando al límite de su capacidad: la acogida de dos millones de personas refugiadas sirias y de medio millón de personas palestinas, una grave crisis económica inflacionista y la gran explosión del puerto de Beirut en 2020. A pesar de todo ello, sus gentes siguen refiriéndose a la superficie de su país como una consigna clara, "10.452 km2 of beauty" (10.452 km2 de belleza), incluso ahora, cuando se ven envueltos en una guerra que nadie quiere.

   Ahora, aunque es difícil, debemos de mirar al futuro con esperanza, responder a la emergencia que vive el país con más de un millón de personas desplazadas internas en apenas unos días, es decir, casi el 20% de la población libanesa. Es momento de apoyar al pueblo libanés que tan generoso y solidario ha sido con los que se han visto forzados a huir, ofreciendo alimentos, agua, colchones, mantas e incluso sus propias casas para acoger a otras familias. En esta ola de solidaridad tenemos que zambullirnos nosotros y nosotras, apostar por la paz y soñar con abrir las escuelas de nuevo para que la educación sea la herramienta que abra las puertas a un futuro mejor a los más jóvenes y como herramienta que nos permita garantizar el resto de derechos humanos.

   Por Jesús Sevilla Sanvicens, técnico de la ONG Entreculturas en Líbano.

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