Actualizado 01/07/2024 10:22

"La IA amplía la brecha tecnológica en la educación aplazando los objetivos de la UE". Por Leemons

Lula de León, CEO y fundadora de Leemons
Lula de León, CEO y fundadora de Leemons - LEEMONS

   Se dice que cuando un problema se alarga en el tiempo deja de ser tal para convertirse en una situación. La brecha en educación no es un debate nuevo, se trata de una situación que ha perdido su carácter de urgencia, quizá por lo manoseado del concepto. Sin embargo, los avances tecnológicos del último año nos indican que debería abordarse con herramientas a la altura de su nivel de impacto en la sociedad. Estamos hablando de un área innegociable: el futuro de los estudiantes que viven cada día el lado menos bueno de esta brecha.

   La brecha es, ni más ni menos, la diferencia de disponibilidad de recursos para estudiantes y profesores entre los centros educativos de distinto nivel socioeconómico. Haciendo un análisis histórico de la dicotomía entre escuelas de ricos y escuelas de pobres, la inevitable comparación ha ido desde lo físico como el número de alumnos por aulas, espacio de esparcimiento o el equipamiento de los campus. Ha pasado por lo pedagógico en cuestión de formación del profesorado o adopción de metodologías de enseñanza innovadoras, incluyendo la asignatura pendiente de la atención a la diversidad. Y termina en el trending topic desde la pandemia: la tecnología.

   Aunque la digitalización ya generó interesantes multiplicadores de negocio entre los proveedores de PCs, tablet y pizarras digitales en la primera década de los 2000, durante mucho tiempo estas herramientas han sido más un argumento de venta para los centros de enseñanza privados que una posibilidad que estuviera realmente integrada sin costuras en el curriculum. Para quienes vivimos en el lado laboral de la tecnología nos sigue sorprendiendo que en educación, ésta funcione como un fin ("aprender word") y no como un medio para que la comunidad educativa sea más eficiente, dinámica y autorregulada, de forma paralela a cualquier otro sector digitalizado.

   Durante el COVID pudimos comprobar los efectos de una digitalización sin propósito, pero aún más devastadores fueron los resultados de la nula digitalización de muchos centros educativos sin recursos, cuyos estudiantes se movieron peloteando archivos de word a través del correo electrónico. Algo que no pudo salvarse ni con la gran cantidad de horas extra que dedicaron los y las docentes (poco se les aplaudió).

   Y el tiempo pasa, pero, en realidad, no pasa gran cosa

   Tres años después del confinamiento, hemos superado el ecuador del Plan de Acción de Educación Digital de la Unión Europea (2021-2027). Éste tenía entre sus objetivos (cito textualmente) "establecer una visión común de una educación digital de alta calidad, inclusiva y accesible en Europa, con el objeto de apoyar la adaptación de los sistemas de educación y formación de los Estados miembros a la era digital", sea esto lo que sea. Y no parecemos darnos cuenta de que mientras se trata de abordar la cuestión a velocidad ministerial, con kits digitales y repartiendo los cromos de los fondos europeos entre los de siempre, la rueda no para y esa nueva ola se nos va a llevar por delante a más de una generación en las aulas.

   Sin haber logrado el objetivo de implementar con éxito la digitalización en los centros educativos europeos, hoy la innovación tecnológica que trae de nuevo la conversación sobre la brecha educativa a la mesa es la IA. Un año de inteligencia artificial generativa ha puesto al descubierto tanto en educación secundaria como superior un panorama desolador en todas las capas de la enseñanza.

   Cada uno, lo suyo: la llegada de la IA no deja a nadie indiferente

   Los gestores de centro siguen más preocupados por vigilar la autoría humana del contenido que por trabajar en nuevas formas de motivar a un alumnado que no lo tiene nada fácil en el medio plazo (y parece que no hayamos avanzado nada desde que apareciera "El rincón del vago" en el 98).

   Los profesores carecen del conocimiento, el tiempo y las herramientas necesarias para abordar esta nueva posibilidad dentro de sus planes de estudio. Solo ese 1% de superprofes y profas que innovan en el aula están trabajando sobre dinámicas alrededor de esta tecnología y que la enlaza con otros puntos de mejora indudables como el pensamiento crítico, la capacidad de expresión escrita o la adquisición de competencias digitales. Pero en un sector profesional donde la actualización no es una prioridad, estos superdocentes no pasan de ser una mera curiosidad mientras predican en el desierto.

   Yendo más allá, cuando hablamos de formación profesional y enseñanza superior, el mercado laboral nos lanza el mensaje de que la IA ha venido para quedarse y, seguramente, ocupando muchos puestos de trabajo. Miedo más ignorancia son los ingredientes para un cocktail perfecto de desmotivación.

   Pero, ¿cuál es la brecha real en educación cuando hablamos de la IA?

   Mientras la opinión pública sigue enquistada en la discusión "móviles sí, móviles no", desde el lado de las familias aún no se ha abordado de manera informada cómo impacta el conocimiento y uso de la IA en el aprendizaje de sus hijos. Por otro lado, en las etapas que están más cerca de su salto al primer empleo, el abordaje de los centros educativos está consistiendo en aprovechar la oportunidad comercial y lanzar a destajo programas de especialización en ingeniería de promts, uso de Midjourney o aprender chatGPT en una semana.

   Al igual que la sociedad, esta disrupción está dividiendo la universidad en dos grandes bloques: los que saben de IA (los menos) y los que no saben de IA (la mayoría). Abordar la cuestión de la brecha digital va más allá de extremos y si nos acercamos un poco podremos observar que se trata de una división transversal que afecta a todos los niveles del sistema educativo. La brecha está ahí, entre centros que pueden pagar licencias, tener ordenadores suficientes y conexiones a internet de velocidad aceptable y los que no tienen nada de esto, entre docentes que se ha formado o han sido formados y que miran hacia el futuro o los que no, entre familias que cuentan con un ordenador en su casa, con padres que tienen una comprensión suficiente sobre qué es esto de la IA y los que no.

   Es muy relevante que aquellas áreas del Gobierno encargadas de dotar de medios a los centros educativos públicos se decidan a abrir el melón de colaborar con manos expertas, grupos de trabajo y empresas privadas a la cabeza de la innovación para diseñar el modo en que se va a acordar una actualización más que necesaria con la introducción de las nuevas tecnologías, especialmente la IA, en el curriculum, tanto escolar como universitario. Ya sea en cómo se va a adaptar a planes de formación continua y, por supuesto, en qué vías se van a utilizar para acercar un conocimiento mínimo a padres y madres que aún siguen peleándose con el hackeo del control parental por sus hijos de 12 años.

   Desde el Edtech Congress de Barcelona del 2023 hasta el encuentro entre colegios y startups del pasado 21 de mayo, en más de un año no hay evento al que asista que no conlleve un intenso debate entre la comunidad docente sobre cómo se va a afrontar esta tecnología, cómo se van a formar los profesores y qué recambio generacional debe darse en las Universidades para que las cátedras envejecidas no sean un freno a una nueva forma de aprender y de enseñar.

  Acelerar la digitalización de las aulas, es una prioridad tanto para la UE como para la comunidad educativa española.*Pero en esta aceleración la IA supone más preguntas que respuestas, y si nos paramos a abordar cuestiones como la ética, la seguridad o la propiedad intelectual, nos encontramos con que desde los organismos públicos las primeras acciones se han centrado, lógicamente, en promover como mínimo unas guías de orientación como las Directrices éticas sobre el uso de la inteligencia artificial (IA) y los datos en la educación publicadas por la UNESCO (que trata de abordar el futuro trabajando mano a mano con grupos de trabajo en el ámbito de la práctica docente). Y hay que tener claro que este trabajo debe ser a doble velocidad entre regulación (a su ritmo) y aplicación práctica o adopción (al ritmo de la tecnología que ya está en la calle).

   Novedades

   Mientras acabo este articulo, leo que el pasado 30 de mayo se ha presentado ChatGPT Edu, una nueva herramienta para dar respuesta al uso de la inteligencia artificial en las Universidades.

   La IA es un recurso transformador del aprendizaje,*pero también lo es de la enseñanza. Lo que está claro es que si la comunidad educativa (desde el nivel legislativo hasta el táctico) no acelera su adopción dentro del marco formativo, esta tecnología va a permear sin directiva ni criterio en el día a día de los estudiantes, creadores de contenido y docentes.

   Aunque siempre nos queda la opción de tomar el toro por los cuernos y poner nuestra mirada en países como Singapur, a la cabeza de la renovación continua de sus contenidos educativos, protegiendo a la ciudadanía mientras abraza el futuro en las aulas.

   Y yo le pregunto a Chat GPT: ¿sabremos hacerlo?

   Por Lula de León, CEO y fundadora de Leemons

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