Hoy te quiero invitar a fantasear con un mundo distópico en el que el voluntariado no existe. Empieza, por ejemplo, visualizando la pasarela que une Valencia con los pueblos afectados por la DANA, completamente desierta en los días posteriores a la catástrofe. Prosigue, imaginando cientos de comedores sociales cerrados ante la imposibilidad de atender a los miles de usuarios y usuarias que acuden a ellos diariamente.
En esta fantasía, la desprotección infantil se ha recrudecido, afectando de una forma extrema las familias más vulnerables. A la vez, las personas mayores en situación de dependencia viven casi encerradas en casa, segregadas en soledad, mientras la salud mental de sus cuidadoras y cuidadores se deteriora por momentos ante la falta de apoyo gubernamental, logístico y emocional.
En esta sociedad imaginaria las personas migrantes se ven cada vez más aisladas y perseguidas por los discursos de odio, no hay conciencia de los abusos ni de las injusticias que se viven en otros países empobrecidos, agotados o destruidos por catástrofes y conflictos. Párate también a pensar en esos animales desamparados ante la desaparición casi por completos de protectoras y refugios.
Sigue pensando, si quieres, en todos esos espacios que ya no existirían, en las personas que dejaríamos de atender, en las realidades que quedarían invisibilizadas. Y ahora, hazte una pregunta: ¿Verdad que sorprende describir todo lo que mueve el voluntariado?
LO QUE RECIBIMOS AL HACER VOLUNTARIADO
El voluntariado nos hace crecer y ensanchar nuestra mirada hacia nosotras mismas y el mundo. Implicarnos en acciones solidarias nos educa en la otredad y la empatía, enriqueciéndonos al interactuar con vivencias y contextos diferentes al nuestro. Es indiscutible que estas labores altruistas son una pieza fundamental en la construcción de nuestro yo en un mundo cada vez más interconectado, en la aldea global en la que vivimos.
Inés, voluntaria de Entreculturas en Valladolid, lo explica muy bien: "Estamos educadas en que nuestra vocación es una y que tiene que estar ligada al ámbito laboral. Estudias una carrera, trabajas de eso y ahí se acaba lo que puedes explorar en ti. Yo SOY voluntaria, igual que soy profe. El voluntariado no es simplemente una actividad que realizo puntualmente. Es lo que me permite explorar y conocer de primera mano muchísimas realidades que están más allá de mi círculo cercano".
Además de abrir puertas a contextos nuevos y desconocidos, cuando hacemos voluntariado ponemos en acción nuestros valores y satisfacemos nuestros anhelos y deseos más profundos al saciar la intrínseca necesidad humana de dar sentido y propósito a nuestra vida. Por eso, el voluntariado nos hace sentir tan bien, tan profundamente realizadas que a veces no somos conscientes del gran impacto que tiene.
LO QUE APORTAMOS, A VECES SIN SER MUY CONSCIENTES
Ser voluntarios y voluntarias nos recuerda que somos seres interdependientes, nos vincula con la importancia de cuidarnos mutuamente y garantizar el acceso universal a los derechos fuera de la óptica retributiva y materialista que impera en la sociedad de hoy en día. Esto se suma a los importantísimos beneficios sociales que aporta: aumenta las habilidades interpersonales y cívicas de la población, la cohesiona y facilita la apertura al diálogo y a la diversidad. Todo ello nos permite hacernos más conscientes y sensibles a la realidad de injusticia y empobrecimiento que viven muchos países de nuestro mundo, cimentando a su vez nuestra identidad como ciudadanos y ciudadana globales.
Ante esta gran riqueza social, cultural y humanística es lógico que surjan diferentes preguntas: ¿las instituciones públicas son conscientes de este enorme aporte que brinda el voluntariado? Y si así fuera, ¿no se deberían invertir más recursos en promover, proteger y visibilizar todas las iniciativas solidarias? Según datos de 2023 de la Plataforma de Voluntariado de España, el 11% de la población española realiza un voluntariado y un 20% más lo hace de manera informal, participando en iniciativas vecinales. Son cifras que hay que celebrar, pero que nos tienen que hacer reflexionar no solo hoy, Día Internacional del Voluntariado, sino durante todo el 2025: ¿por qué hay tantas personas realizando voluntariados fuera del marco institucional?, ¿qué resultados obtiene aquellas personas que se benefician de estas acciones voluntarias?.
Estas consideraciones se suman a las que rodean las distintas formas en las que se entiende el voluntariado, siendo esencial formarnos antes de actuar para no caer en el asistencialismo, en la solidaridad de parches o en la figura de superhéroe-heroína del altruismo. Y es que, si no nos cuestionamos desde dónde nos implicamos con las realidades que nos duelen, corremos el riesgo de subordinar lo colectivo a lo personal.
Por este motivo, en torno al voluntariado surgen una serie de preguntas imprescindibles: ¿no debería la solidaridad ayudarnos a derribar las desigualdades estructurales, en vez de paliar sus consecuencias en ocasiones muy puntuales?, ¿queremos simplemente satisfacer nuestras propias necesidades o hacernos cargo de la construcción de una realidad más justa, diversa e inclusiva?; ¿qué impacto puede tener la labor de una única persona, si no es acompañada por otras que remen en la misma dirección?.
Para terminar, quiero cerrar esta fantasía distópica con un deseo. Para ello, tomaré prestadas las palabras de una voluntaria que se está formado para realizar VOLPA, el programa de voluntariado internacional de larga duración que promovemos: "Soy voluntaria porque me gustaría que las reglas del juego que he vivido en este proceso de formación fueran las mismas que rigieran mi día a día: colaboración en lugar de competitividad; disposición y focalización en lugar de dispersión y prisa; reflexión, apoyo mutuo y trabajo en equipo en lugar de individualismo. En definitiva, dar valor a la conciencia y a la esperanza".
Cristina Caravello es técnica del Área de Personas y Equipos de Entreculturas