De tomarse, esta medida no tendrá efectos inmediatos sobre la ciudadanía, sino que supondrá intensificar los seguimientos
SANTIAGO DE COMPOSTELA, 30 Sep. (EUROPA PRESS) -
La mesa de la sequía se reúne el próximo lunes, día 2 de octubre, con la previsión de declarar la alerta en varias zonas de la cuenca Galicia-Costa, en la que ya está decretada la prealerta desde comienzos de año debido a las escasez de precipitaciones.
En concreto, Augas de Galicia maneja la previsión de que entre cuatro y seis zonas pasen de prealerta a alerta, y descarta que este paso se adopte para toda la demarcación.
Una vez acabado el año hidrológico, este sábado 30 de septiembre, técnicos de todos los departamentos de la Xunta con competencias en la materia se reunirán el lunes para tomar esta y otras decisiones.
El director xeral de Augas, Roberto Rodríguez, en una entrevista con Europa Press, explicó hace días que existía "la posibilidad cierta" de convertir la prealerta en alerta en "algunos sistemas" de los 18 que tiene la cuenca Galicia-Costa.
Estos sistemas son como 'minicuencas' y se ubican en distintas áreas de toda la comunidad, desde el norte hasta el sur, aunque este último es el más afectado.
Y es que una tercera parte de los principales ríos de esta demarcación --la otra es la de Miño-Sil-- llevan un caudal inferior al 50% a lo que sería habitual en esta época del año.
Se trata de ríos como el Mandeo, con un 31% de su caudal medio para la época; el Anllóns, en torno al 50%; algún tramo del Xallas y del Ulla, el Furelos, el Lérez, el Oitavén, el Lagares y el Groba.
En cualquier caso, Rodríguez aclaró que de lo que se habla es de una sequía hidrológica, algo que "no hay que identificar con que pueda haber escasez en los recursos".
Si bien la Xunta está "preocupada" tras nueve meses de déficit de lluvias, valora que agosto "resistió mejor de lo que se esperaba", y que por delante hay un otoño que, si es normal en cuanto a lluvias, hará que la situación tienda, precisamente, hacia la normalidad.
LAS CONSECUENCIAS DE LA ALERTA
La declaración de la alerta en algunas zonas de la comunidad gallega no tendría "efecto inmediato" sobre la ciudadanía, según indicó hace una semana Roberto Rodríguez.
Medidas como hacer obligatorias las restricciones en determinados usos o en baldeos de calles --actualmente son recomendaciones-- no se contemplan en un primer momento, sino que se analizarían las circunstancias particulares de cada lugar.
La alerta por sequía sí repercutiría de manera más inminente en una intensificación de los seguimientos, que pasarían a ser semanales en los embalses, en los aforos y en la calidad de las aguas.
Otra actuación prevista es la de variar las normas de explotación de los embalses, así como el régimen de caudales ecológicos, para garantizar los aportes suficientes.
Sea como fuere, el director de Augas de Galicia remarcó que el abastecimiento está garantizado. Solo tres ayuntamientos trasladaron incidencias al organismo desde mayo --cuando se hicieron llegar las recomendaciones--: los de Aranga (A Coruña), Valadouro (Lugo) y Portas (Pontevedra), que pidieron permiso para captar agua en otro punto.
"Agua hay. Lo que tenemos es que adoptar medidas para protegerla, para preservar los recursos, mediante su uso adecuado", apuntó el director xeral.
La parte sur de Ourense es la más afectada, pero las incidencias en esta área afectan, mayoritariamente, a núcleos rurales y traídas vecinales a las que se ha garantizado el suministro con cisternas. De hecho, las primeras consecuencias se notan en pozos y acuíferos.
Imágenes como las ruinas del antiguo pueblo a la vista en el embalse de Portomarín o las de Belesar son llamativas, pero estos no son de abastecimiento.
Desde 2012, Galicia cuenta con un protocolo de sequía que prevé todos los escenarios posibles --normalidad, prealerta, alerta y emergencia--, y Augas centra toda su atención ahora en el otoño, aunque reconoce que volver a la normalidad "va a llevar tiempo" y "no es cosa de un día para otro".
Por último, resalta que el plan hidrológico tiene un apartado dedicado a lograr la resiliencia ante el cambio climático, que como ha avisado la directora xeral de Calidade Ambiental esta semana, "ha venido para quedarse", y afecta a ecosistemas y a la propia actividad humana, en ámbitos como el ganadero y el agrícola.