En el norte del país hay condiciones propicias para la proliferación del terrorismo si el Gobierno no actúa para evitarlo
MADRID, 10 Jul. (EUROPA PRESS) -
La Academia Internacional de Lucha contra el Terrorismo (AILCT) fue inaugurada oficialmente el pasado 10 de junio en Jacqueville, en Costa de Marfil, con el ambicioso objetivo de formar a efectivos de los países de África occidental en la lucha antiterrorista ante el inexorable avance de los grupos yihadistas activos en el Sahel hacia los países bañados por el golfo de Guinea.
La iniciativa fue lanzada en noviembre de 2017 por el presidente francés, Emmanuel Macron, y su homólogo marfileño, Alassane Ouattara, con motivo de la cumbre entre la Unión Europea y la Unión Africana celebrada en Abiyán, pero ha tardado casi cuatro años en materializarse.
A su puesta de largo acudió el ministro de Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian, junto con el primer ministro marfileño, Patrick Achi, si bien parte de las instalaciones ya estaban operativas y por ellas ya han pasado unos 500 becarios en los últimos meses.
La academia funcionará a tres niveles. En primer lugar, una escuela de cuadros para formar a altos funcionarios, oficiales superiores, magistrados y demás en aspectos relacionados con la lucha antiterrorista. Además, la asistencia de personas de distintos ámbitos y países facilitará también el conocimiento mutuo y el intercambio de información y experiencias.
En segundo lugar, un centro de entrenamiento de unidades de intervención con instalaciones específicas que permitan la formación en distintos escenarios de actuación y con la garantía de las unidades de élite francesas. Y por último, un instituto de investigación estratégica que pueda analizar la amenaza e intercambiar experiencias entre los distintos socios.
Su inauguración se produjo, ya sea coincidencia o no, el mismo día en que Macron anunció su intención de poner fin a la operación 'Barkhane' en el Sahel y su intención de una "transformación profunda" de la presencia militar francesa en la región, que por ahora no ha terminado de concretar.
ATAQUES EN COSTA DE MARFIL
Pero además coincidió con nuevos ataques en el norte de Costa de Marfil, lo que demuestra la creciente amenaza a la que se enfrenta este país, que registró su primer atentado en marzo de 2016, en la ciudad costera de Grand Bassam en el que murieron al menos 16 personas y que fue reinvidicado por Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI).
El siguiente ataque de envergadura se produjo el 11 de junio de 2020 contra una base conjunta del Ejército y la Gendarmería de Costa de Marfil en Kafolo, en el norte y muy cerca de la frontera con Burkina Faso, y se saldó con una decena de soldados muertos.
El 1 de abril, un vehículo resultó alcanzado por un artefacto explosivo improvisado en la carretera entre Nassian y Kafolo, en el primer incidente de este tipo registrado en el país. Pocos días después, el 12 de abril, un vehículo de enlace de la Gendarmería sufrió un ataque similar.
El pasado 7 de junio, tres días antes de la apertura de AICLT, un soldado marfileño murió en un ataque de hombres armados en Tougbo mientras que el 12 de junio la emboscada sufrida por una patrulla de reconocimiento de las Fuerzas Armadas en el eje Tehini-Togolokaye, una localidad fronteriza de Burkina Faso, dejó tres militares muertos y cuatro heridos.
En un comunicado, el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, coronel Lassina Doumbia, aprovechó para enviar un mensaje de tranquilidad a la población, trasladando la "determinación" de las fuerzas de seguridad de "actuar para su protección" al tiempo que también pidió "una franca colaboración" con estas en la lucha contra los terroristas.
Costa de Marfil comparte más de 1.000 kilómetros de frontera con Burkina Faso y Malí, pero es la región de Bounkani, fronteriza con el primer país, la que hasta ahora se ha visto más castigada por la incipiente actividad yihadista. Aquí, como ya ha ocurrido en otras zonas del Sahel, se dan algunas de las circunstancias que los yihadistas saben explotar a la perfección para imponer su agenda.
Así lo constata un reciente estudio publicado por Timbuktu Institute, un 'think-tank' regional, que ha analizado la situación en tres departamentos concretos para elaborar 'Radicalización y percepción de la amenaza terrorista en el extremo norte de Costa de Marfil. El caso de Bounkani'.
VIOLENCIA INTERCOMUNITARIA
En los últimos años se ha detectado un aumento de la violencia intercomunitaria, que enfrenta a los lobis y los koulangos --propietarios de la tierra-- y los agricultores con los pastores de etnia peul.
Los lobis cultivan las mismas tierras en las que pasta el ganado de los peul mientras que los koulangos, tradicionalmente considerados como propietarios, son los que regulan el usufructo de los terreno, lo cual no siempre es bien aceptado por el resto, explica el informe.
La creciente tensión provocó un estallido de violencia en 2016 que se saldó con 26 muertos en enfrentamientos de lobis con peuls y koulangos, aunque estos últimos en menor medida, si bien no se han vuelto a repetir sucesos de esta magnitud.
El informe también apunta al impacto que la inmigración desde otros países del Sahel tiene en Costa de Marfil. El paso de estos inmigrantes por Bounkani tiene consecuencias de carácter religioso, con el tradicional animismo en retroceso y una mayor presencia de un islam local, lo cual afecta a usos y costumbres y provoca su alejamiento del Estado, ya de por sí bastante ausente.
Es así, y con la presencia de algunos predicadores y organizaciones que además llevan a cabo labores sociales que benefician a las comunidades, como está calando la ideología salafista. Este proselitismo está permitiendo también atraer a jóvenes locales, aunque todavía sin una "adhesión significativa", aunque algunos ya han partido a luchar a Malí.
YIHADISMO EMBRIONARIO
No obstante el estudio asegura que en Bounkani el yihadismo está aún en fase "embrionaria" y el terreno sería menos favorable que en otros países de la región para su florecimiento pero la situación podría evolucionar por otros derroteros puesto que determinados actores y ONG islámicas han generado un terreno "propicio para la implantación de los grupos extremistas".
Como en otros países, el Gobierno marfileño ha apostado principalmente por la respuesta militar, lo cual ha venido acompañado --como también está pasando en Malí o Burkina Faso-- de acusaciones de abusos por parte de los soldados, con el consiguiente malestar entre la población. A esto se suma la "corrupción estructural" y el "letargo de la administración" generando el espacio propicio para que cale la propaganda yihadista.
RESPUESTA DEL ESTADO
"La situación de Bounkani exige una visión holística que trascienda y aniquile la política de la negación, los pudores injustificados, las susceptibilidades y las preferencias en beneficio de una conciencia lúcida del riesgo que podría conllevar", alerta Timbuktu Institute.
"El Gobierno de Costa de Marfil debería evitar el error de otros países en la región de ver las amenaza solo como un problema externo", coincide William Assanvo en un artículo para Institute for Security Studies (ISS). "El extremismo violento normalmente es resultado tanto de dinámicas externas como internas", añade, incidiendo en que los yihadistas saben explotar "vulnerabilidades como conflictos locales, déficits de gobernanza, brechas de seguridad o actividades ilícitas".
Por ello, apuesta por fomentar la cohesión dentro de las comunidades y entre ellas, que el Gobierno recupere la confianza y el respeto de esta zona y que implique en la población local en la respuesta para frenar al yihadismo. "No es inevitable que Costa de Marfil siga la misma trayectoria que otros países de la región como Burkina Faso, pero el riesgo no debe ser subestimado", advierte Assanvo.