MADRID 16 Ago. (EUROPA PRESS) -
Casi tres millones y medio de iraquíes se han visto forzados a huir de sus casas a raíz del conflicto contra el Estado Islámico, y necesitan ayuda humanitaria urgente debido a la falta de preparación por parte de las autoridades y a la falta de recursos que sufre la comunidad humanitaria, según ha denunciado la ONG Amnistía Internacional (AI) este martes.
Además de los más de tres millones de desplazados internos que los combates contra los milicianos yihadistas han dejado tras de sí, la batalla por la ciudad de Mosul, la segunda ciudad más importante de Irak y el bastión del Estado Islámico en el país, podría obligar a otro millón de personas a huir de la violencia.
"A no ser que la ayuda humanitaria sea financiada, planificada e implementada de la manera adecuada, la nueva oleada de desplazados que huyen de los combates y de los horribles abusos del Estado Islámico podría empujar a Irak al borde del desastre", ha declarado la consultora jefe de Respuesta de Crisis de AI, Donatella Rovera.
AI ha denunciado las malas condiciones a las que son sometidos los desplazados internos en Irak una vez que logran huir de la violencia y llegan a los campos de socorro. Según la ONG, la inmensa mayoría de los que llegan a los campos de emergencia no cuentan con ningún tipo de asistencia sanitaria y apenas ven sus necesidades más básicas cubiertas.
"La respuesta de las autoridades iraquíes a la crisis de los desplazados internos ha sido deplorablemente insuficiente y el mundo ha ignorado su sufrimiento durante meses", ha añadido Rovera.
FALTA DE RECURSOS
Según AI, la comunidad internacional ha destinado la mayor parte de sus recursos y de sus esfuerzos a la lucha militar contra el Estado Islámico, dejando a un lado las necesidades de la población civil iraquí. "Los líderes del mundo deben aumentar la cantidad de fondos que se destinan a asistir a todos esos desplazados internos que se ven obligados a huir de sus casas precisamente a causa de las operaciones militares que son financiadas por la comunidad internacional", ha señalado Rovera.
De acuerdo con datos de Naciones Unidas, la comunidad humanitaria sólo ha recibido un 37 por ciento de los fondos que ha solicitado para hacer frente a la crisis humanitaria causada por la lucha contra el yihadismo en Oriente Próximo.
"Cada noche me voy a la cama temiendo por el día siguiente, porque no tengo nada que ofrecer a mis hijos y no puedo soportar mirarles a la cara", ha contado Ahmad, un desplazado padre de siete hijos que viven en el campo de emergencia situado en la ciudad de Didega, en el norte del país, que alberga a más de 30.000 personas.
Ahmad y su familia llegaron hace más de cinco semanas al campo para desplazados internos de Dibega, en el noroeste de Irak. Sin embargo, todavía no han recibido una tienda de campaña donde poder vivir y dormir por las noches. La mujer de Ahmad y sus hijos tienen que dormir en el colegio de la pequeña localidad, donde duermen más de 50 personas en cada aula.
Los hombres, por otro lado, se ven obligados a dormir a la intemperie. La escasez de comida se ha convertido en algo habitual en Dibega, debido a que con las altas temperaturas del verano iraquí -- durante el día se llegan a alcanzar los 50 grados centígrados -- resulta prácticamente imposible conservar los alimentos.
En la gobernación de Anbar, la región que ha recibido a más desplazados en todo el país, la situación es igual de trágica. Los numerosos campos de emergencia que están distribuidos a lo largo del desierto se encuentran al límite de sus capacidades, presionados ante el aluvión de más de 87.000 personas que han llegado a la región huyendo de los combates.
"Lo que es realmente trágico es el sufrimiento de las familias que llegan, exhaustas de sus viajes y que después de pasar meses bajo asedio, se ven forzadas a soportar incluso más dificultades", ha apuntado Rovera.
ABUSOS POR PARTE DE LAS FUERZAS DE SEGURIDAD
AI también ha denunciado los abusos que cometen las fuerzas de seguridad del Gobierno iraquí y del Gobierno regional del Kurdistán en los campos de desplazados, en especial contra los miembros de la comunidad suní.
Todos los hombres en edad de combatir que huyen de zonas controladas por el Estado Islámico son separados de sus familias para ser sometidos a duras interrogaciones e inspecciones de seguridad por parte de los militares iraquíes.
En muchas ocasiones, los desplazados son retenidos durante meses en centros de detención, donde las condiciones son incluso peores que en los campos de emergencia. En su inmensa mayoría se encuentran abarrotados y carecen de instalaciones sanitarias. En algunas ocasiones, los detenidos son tan numerosos que algunos prisioneros son mantenidos en el exterior, sin protección alguna del sol abrasador.
Una mujer que vive en el campo de Didega ha contado a Amnistía Internacional cómo su hijo Hassan, un joven agricultor de 20 años, fue detenido por las fuerzas de seguridad hace un mes y que desde entonces no ha recibido ningún tipo de noticias suyas. Por lo general, las autoridades iraquíes prohíben a los detenidos mantener contacto alguno con sus familiares.
"Sólo quiero saber donde está: es mi único hijo. Los militares se lo llevaron y me dijeron que lo traerían de vuelta al caer el sol, pero ya ha pasado más de un mes y sigo sin saber nada de él", ha explicado.
Estos estrictos protocolos de seguridad son uno de los principales motivos por los que muchos desplazados están comenzando a irse de los campos de emergencia, según ha señalado AI. Sin embargo, cuando intentan entrar en otra ciudad se encuentran con numerosas trabas burocráticas, que les hacen casi imposible el acceso.
Por otra parte, a muchos desplazados les ha sido impedida la entrada de vuelta a sus lugares de origen, a pesar de ser ciudades y pueblos del norte de Irak que ya no están bajo el control del Estado Islámico.
En la actualidad, tras expulsar a los milicianos yihadistas, estas localidades están controladas o por el Gobierno kurdo o por paramilitares chiíes apoyados por el Gobierno iraquí. El norte de Irak ha sido durante años motivo de intensas disputas territoriales por parte de la comunidad suní, chií y el pueblo kurdo.