Un alcalde sirio en Grecia y refugiados resucitan un resort turístico
ACNUR
Actualizado: domingo, 19 junio 2016 8:52

MADRID, 19 Jun. (Por Tania Karas, ACNUR) -

En un pequeño apartamento de dos plantas, pintado de blanco y situado junto a una playa muy pintoresca, Tarek Al Felou y su mujer, Kinda, preparan shish barak, un plato procedente de Oriente Próximo hecho de una especie de dumplings de carne.

Sus vecinos son unos 320 refugiados, en su mayoría procedentes de Siria. Desde finales de marzo, Al Felou y sus vecinos le han dado una nueva vida a LM Village, un resort de vacaciones que cerró hace cinco años, a causa de la crisis económica.

Ahora, cada uno de 38 los bungalows perfectamente pintados, aloja a dos familias. La colada se mece con la brisa. Madres conversan tranquilamente en los porches a la sombra de las palmeras. Varios adolescentes juegan al baloncesto en una cancha abandonada, mientras un grupo de niños pequeños juega bajando y subiendo un tobogán acuático pintado de azul y amarillo, desteñido por el sol. "¡Yallah, bájate de ahí!" grita uno de los chicos mayores. Cinco veces al día, el llamamiento a la oración de uno de los ancianos resuena por la plaza.

El resort, convertido en el hogar de este grupo de refugiados, es un pueblo en todos los sentidos, totalmente alejado de los combates, los bombardeos y los asedios de los que sus habitantes escaparon tan sólo unos meses atrás. Para la mayoría, es lo más parecido que han tenido nunca a sus vidas antes de la guerra.

"En este lugar, nos intentamos olvidar de que somos refugiados", dice Tarek, de 42 años. Tarek era el dueño de un restaurante a las afueras de Damasco, pero tuvo que huir a Grecia con Kinda y sus dos hijas. "Podemos fingir que estamos de vacaciones".

La reapertura del resort como un centro de recepción de refugiados ha sido iniciativa del alcalde local, Nabil-Iosif Morad, un doctor sirio procedente de Homs, que ha vivido en Grecia durante más de 25 años. Nabil-Iosif, que cuenta con la nacionalidad griega gracias a su matrimonio, es el primer nacionalizado griego de origen sirio en ser elegido como alcalde en todo el país.

ACNUR/Achilleas Zavallis

Ofreció el resort como alternativa después de que el gobierno griego pidiera a los alcaldes que ayudasen a acoger a los 57.400 refugiados sirios que todavía estaban en Grecia, consecuencia de los cierres fronterizos a lo largo de lo que ya se conoce como 'la ruta de los Balcanes' hacia el norte de Europa. Según datos de ACNUR, más de un millón de refugiados e inmigrantes llegaron a las costas de Europa a través del mar durante el años pasado.

DESPUÉS DE IDOMENI

Nabil-Iosif cuenta que al principio, comenzó a reunir donaciones para mandarlas a Idomeni, el campo de refugiados extraoficial que se encontraba en la frontera de Grecia con la antigua república yugoslava de Macedonia, donde más de 10.000 refugiados llegaron a vivir en la miseria. "Pero eso no era suficiente, así que pregunté que si podíamos utilizar este espacio".

LM Village está localizado a unos 70 kilómetros de la tercera ciudad más grande de Grecia, Patras. Nabil-Iosif dice que aunque algunos habitantes de su localidad tenían dudas acerca de utilizar el resort como un centro de acogida para refugiados, el consejo local aprobó la propuesta de forma unánime.

El Ministerio de Defensa griego, que supervisa varios aspectos de la gestión de inmigrantes en cooperación con el ministro de Política Migratoria, renovó varios edificios que estaban en mal estado, restauró la electricidad y el suministro de agua en las casas.

En pocos días, media docena de autobuses trajeron a los refugiados, que haian estado viviendo en el campo de refugiados del puerto del Pireo, en Atenas. Todas eran familias jóvenes, algunas con abuelos a su cargo. Muchas eran mujeres solas que viajaban con sus hijos pequeños.

Los habitantes más jóvenes del resort sólo tienen varios días de vida: dos mujeres han dado a luz en el hospital local en los últimos dos meses.

Nabil-Iosif es bombardeado a preguntas cada vez que hace una visita. Los tres supervisores voluntarios no hablan árabe y sólo unos pocos de los refugiados hablan inglés.

Hace poco, Nabil-Iosif escuchaba quejas sobre restos de barro en el suministro de agua y le leía los resultados de unos análisis médicos que estaban escritos en griego a una mujer. A pesar de todo, problemas de ese tipo siempre tienen solución, dice el alcalde.

"Me hace feliz verles vivir así después de huir de la guerra y de las bombas", declara Nabil Iosif, cuyos tres hermanos tuvieron que huir de Homs a diferentes zonas de la costa oeste de Siria. "Pero para poder acabar con estas imágenes que vemos de Idomeni y de otras partes de Europa, primero tenemos que acabar con la guerra en Siria".

ACNUR/Achilleas Zavallis

MÁS QUE ACOGIDA

Varios miembros del colegio de abogados de Patra han visita LM Village para dar asistencia legal gratuita. Muchos refugiados se encuentran a la espera de entrevistas con el servicio griego de asilo para poder solicitar su reubicación, un programa de la Unión Europea que pretende mover a unos 160.000 solicitantes de asilo desde Grecia e Italia al resto de estados miembro.

Más de una docena de habitantes han dejado LM Village para irse a Portugal. Muchos más serán trasladados después de que lleven a cabo su "pre registro", un nuevo programa de los Servicios de Asilo griegos con el apoyo de ACNUR para proporcionar soluciones legales personalizadas para cada solicitante de asilo.

LM Village recibe ayuda de voluntarios locales de la Cruz Roja, que distribuyen donaciones de alimentos y que han montado una biblioteca y una escuela donde se dan clases de griego e inglés, impartidas por refugiados y por voluntarios. ACNUR está desarrollando un espacio donde los refugiados puedan rezar y un sistema de distribucuón de alimentos especial para el mes sagrado del Ramadán.

A pesar de las buenas condiciones de vida, el sentido de temporalidad resulta muy duro para aquellos ansiosos de reunirse con el resto de miembros de su familia en otras partes de Europa.

Fares Al Hamdan, un residente en LM Village, ho ha visto a sus dos hijos mayores, Baraa de 18 años y Mohamed de 16, en más de seis meses. Viven en dos centros de refugiados diferentes en Alemania. Su padre, un antiguo profesor escolar de 47 años, les envió a Europa hace seis meses después de que varios hombre armados amenazasen en Siria con arrestar a Baraa. El chico ya estuvo tres meses en una prisión gubernamental, donde fue torturado a pesar de no haber cometido ningún crimen, cuenta Fares.

Además de preocuparse de sus dos hijos mayores, Fares se desespera al no ser capaz de mantener a su anciana madre, su mujer Hanadi y sus otros cuatro hijos: Rama de 15 años, Heba de 14, Sedra de 7 y Ahmad de 5 años.

"Cuando me veo obligado a aceptar ayuda de otros, se me rompe el corazón", explica Fares, mientras Sedra se sube a su regazo y le abraza. "Cuando un hombre tiene una familia, quiere mantenerla con dinero que gana con sus propias manos. Aquí, no puedo trabajar. Aquí, sólo esperamos. Esperar para poder terminar nuestro viaje. Esperar para poder reunirnos con nuestros hijos. Esperar para empezar de nuevo. Esperar es la principal razón de nuestra existencia aqui".

ACNUR/Achilleas Zavallis

COMPAÑEROS DE VIAJE

Unas cuantas casas más abajo, el olor de los shish barak de Tarek se escapa por su ventana. Su huida de Siria a principios de este año, les llevó dos meses, durante los cuales grupos armados les amenazarony les exigieron dinero en los puntos de control.

Ahora viven con otra pareja siria de Idlib y sus dos hijos. Las dos familias se conocieron en la ciudad costera de Izmir, en Turquía, antes de montarse en una embarcación de goma juntos y dirigirse a la costas griegas. Pasaron 20 días juntos en Idomeni y otros 15 días en el Pireo antes de trasladarse a LM Village.

"Por supuesto que aquí estamos mejor que en los otros campos", dice Kinda. "En Idomeni llovía mucho todos los días. Aun así, esto es temporal. Todavía estamos buscando algo de estabilidad."

Están esperando para poder solicitar el traslado. Por ahora, sin embargo, pasan sus días en la playa o cocinando platos sirios de complicada elaboración.

"Yo soy el jefe de esta cocina", dice Tarek. Señala un pequeño horno tostador. Detrás de él, su compañera de piso, Marua, de 26 años, se ríe.

"De acuerdo, pon la carne dentro de la masa, así", le ordena mientras pone una cucharada de carne picada y cebolla en un trozo de masa con forma de media luna.

Ponen la mesa para la comida, con los shihs barak servios en platos con salsa de yogur. Las paredes están decoradas con globos. Al preguntarles qué están celebrando, Tarek sonríe.

"Nada", dice. Luego cambia de opinión: "La vida".

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