La normalización plena no llegará hasta el fin del embargo, que podría ser realidad en 2017
MADRID, 29 May. (EDIZIONES) -
29 de mayo. Es la nueva fecha a recordar en el agitado capítulo de relaciones entre Estados Unidos y Cuba. El régimen 'castrista' deja de ser un 'patrocinador del terrorismo' y eso abre un horizonte inexplorado que supondrá, como paso inmediato, la apertura de embajadas, y, en la meta, el deshielo del último muro de la Guerra Fría en América Latina.
El 14 de abril el presidente estadounidense, Barack Obama, notificó formalmente al Congreso, sus planes de quitar a Cuba la etiqueta de 'país terrorista' que le colocó en 1982 el Gobierno de Ronald Reagan por el apoyo del 'castrismo' a las guerrillas latinoamericanas y ETA.
La legislación norteamericana obliga a un periodo de 45 días, a contar desde la notificación formal, en los que el Congreso debe revisar la idoneidad de la propuesta de la Casa Blanca y, en caso de estar en desacuerdo, presentar un proyecto de ley para mantener el 'statu quo'.
Contra todo pronóstico, el Congreso --dominado por los republicanos tras las últimas 'midterm'-- ha optado por despejar a Obama el camino hacia la normalización de las relaciones bilaterales con Cuba y se ha limitado a dejar expirar el plazo.
Cuba se desprende así de una calificación que considera "injusta" porque, mientras que los agentes 'castristas' nunca han atentado en suelo estadounidense, casi 3.500 cubanos han muerto y 2.000 han resultado heridos en los cientos de ataques orquestados por la CIA en los turbulentos años 70.
Su exclusión de la 'lista negra' libera a Cuba del enorme peso de las sanciones aparajeadas a la denomicación de 'país terrorista' que, junto a las interminables medidas punitivas que se han ido sumando desde la ruptura de relaciones bilaterales, en 1961, han asfixiado a la isla.
El cambio se traduce en lo inmediato en el fin de los controles sobre los llamados bienes de doble uso (civil y militar), en el veto a la exportación de armas y en la reanudación del flujo de dinero estadounidense hacia Cuba en concepto de ayuda.
Destaca la posibilidad para los cubanos de abrir en bancos estadounidenses cuentas a cara descubierta, algo que beneficiará especialmente a la Sección de Intereses en Washington, que lleva un año buscando quién le preste servicios financieros.
APERTURA DE EMBAJADAS
Uno de los anuncios estrella del 17 de diciembre fue el firme compromiso de abrir cuanto antes embajadas en Washington y La Habana. Desde entonces, las conversaciones han girado prácticamente en exclusiva en torno a este tema, pero aún no se ha materializado.
La razón son las estrictas condiciones del 'castrismo': salir de dicha 'lista negra' y la "devolución" de la base militar en Guantánamo, cedida a Estados Unidos en 1934 mediante un contrato de arredamiento a perpetuidad que Cuba considera nulo.
Por ello, se espera que la primera consecuencia de la salida de Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo sea la apertura de embajadas en Washington y La Habana y, con ello, la ansiada normalización de las relaciones diplomáticas.
"En 45 días, que se cumplen el 29 de mayo, ya se levantará esa injusta acusación y podremos nombrar embajadores", confirmó el propio Raúl Castro al despedir a su homólogo francés, François Hollande, en el aeropuerto internacinal José Martí de La Habana.
Y al mismo tiempo alertó: "Extenderemos relaciones, pero normalizar relaciones (diplomáticas) es otra cosa". Es la maraña de flecos que las espaciadas reuniones de estos seis meses han dejado y que los nuevos socios tendrán que desenredar en tiempo récord.
Uno de los principales obstáculos para la plena normalización es el funcionamiento de las embajadas. Tanto Estados Unidos como Cuba han insistido en que debe ser "similar" al de las misiones diplomáticas en otros países.
La jefa de la delegación estadounidense, Roberta Jacobson, ha aclarado recientemente que esta "normalidad" pasa por que el personal de la Embajada en La Habana pueda tratar "con la más amplia gama de cubanos", es decir, con la disidencia interna.
Las posturas están enquistadas porque los dos han elevado sus exigencias: Cuba pide a su interlocutor "dejar de estimular, organizar y abastecer" a la oposición, mientras que Estados Unidos pide total libertad en el contenido de las valijas diplomáticas.
Los analistas vislumbran la solución en un virtuoso punto medio que, en realidad, sería aceptar la situación anterior a la crisis diplomática de 2003 --cuando los dos países limitaron el movimiento de los diplomáticos extranjeros a las capitales-- y "tolerar" las actuaciones molestas de unos y otros por el bien del diálogo en marcha.
UN LARGO RECORRIDO
Más allá de la apertura de embajadas --apuesta segura en las quinielas políticas-- el camino a seguir a partir de este 29 de mayo es incierto. Hasta ahora la estabilidad en el plano diplomático ha sido la prioridad, lo que ha dejado vacío el calendario a futuro.
El embargo impuesto a Cuba en 1962 por el Gobierno de John F. Kennedy --y mantenido por sus sucesores-- es la principal exigencia de Castro y Obama está dispuesto a ceder. "El colapso de Cuba no sirve a los intereses estadounidenses", dijo el 17 de diciembre.
Pero ambos son conscientes de que la mera voluntad de Obama no es más que el inicio de un recorrido eterno que requiere la derogación de numerosísimas normas jurídicas y, por tanto, la connivencia de la Casa Blanca y el Congreso, algo impensable actualmente con un demócrata en el despacho oval y las dos cámaras controladas por los republicanos.
Fuentes estadounidenses admitieron en los márgenes de la última ronda de conversaciones, celebrada entre el 21 y el 22 de mayo en Washington, que "una relación normal" no es posible con un embargo pero que el levantamiento es, sin duda, un objetivo "a largo plazo".
Algunos analistas señalan a 2017, haciendo depender esta importante decisión de la voluntad de Obama, que debe abandonar la Casa Blanca ese año. A ello se suma la caducidad del Gobierno de Castro, prevista para 2018, y que podría desatar un terremoto político en Cuba.
Casi en el mismo nivel de exigencia está la insistencia en la "devolución" de Guantánamo, una de las 'líneas rojas' de Cuba que para Estados Unidos (oficialmente) ni siquiera está sobre la mesa de negociaciones, aunque podría acelerarse si se cierra de la prisión militar que alberga, al que Obama se comprometió en 2008.
Resta mencionar el eterno tema de fondo: los Derechos Humanos. Washington ha admitido que, de momento "la naturaleza del régimen no ha cambiado". Así lo atestigua la disidencia interna, según la cual, tras una reducción simbólica en enero, el número de detenciones arbitrarias (y por horas) ha seguido aumentando.
La postura de La Habana ha experimentado tímidos cambios, como la inédita disposición a "hablar" sobre Derechos Humanos, --que dejó otra fecha histórica: el 31 de marzo--, reconociendo tácitamente problemas en torno a esta cuestión.
Todos ello por resumir una interminable lista de 'tareas pendientes' que van desde las compensaciones económicas mutuas, hasta el flujo migratorio, las comunicaciones y transportes y la extradición de reos y prófugos.
Queda por delante un largo recorrido cuya meta apenas se atisba en estos momentos, pero en la que tanto Obama como el 'castrismo' han empeñado todo su capital político y de la que dependerá, casi con toda seguridad, la evolución de los acontecimientos en la isla.