MADRID, 24 Mar. (Por José Antonio Bastos, presidente de Médicos Sin Fronteras) -
Para quienes vivimos en Barcelona, sería difícil imaginar lo que sería la vida si el Clínic fuese bombardeado y destruido. O si, en Madrid, La Paz fuese el objetivo de un ataque aéreo. O si los niños enfermos no pudieran recibir quimioterapia en el Cruces de Bilbao porque el edificio ha sido arrasado por las bombas y no queda más que humo y cenizas.
Intenta imaginar lo que sentirías si esas bombas te cayeran encima cuando entras con tu hijo en el hospital, y que unos minutos más tarde hubiera un segundo ataque en el preciso momento en el que llegan las ambulancias.
Mientras escribo estas líneas, la destrucción intencionada de estructuras médicas, y con ello la destrucción de vidas, sigue siendo el día a día en Siria y Yemen.
El último ataque se produjo el 15 de febrero. Cuatro misiles arrasaron el hospital Maraat al Numan al que apoyamos en Siria. Murieron 25 personas, entre ellas nueve sanitarios.
La violencia no es nada nuevo: la vemos en muchos de los lugares donde trabajamos y a menudo motiva nuestra presencia. Pero en los últimos meses los ataques a hospitales han aumentado de forma alarmante, y no por parte de milicias rebeldes, sino por Ejércitos regulares, incluyendo los de Siria, Estados Unidos, Rusia y Arabia Saudí. No es la primera vez, pero nunca antes había sido de forma tan consecutiva.
En Afganistán, el 3 de octubre de 2015, un avión estadounidense atacó con extremada precisión y persistencia el edificio principal de nuestro hospital de urgencias en Kunduz --el único de este tipo en el noreste del país--, destruyéndolo y privando a miles de personas de atención de emergencia. Murieron 42 personas, incluyendo 14 pacientes.
AGRESIONES SISTEMÁTICAS
En Yemen, las agresiones contra hospitales y otras estructuras civiles son sistemáticas. Según el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), desde la primavera de 2015 ha habido más de 100 ataques contra instalaciones sanitarias.
El pasado enero, un hospital apoyado por MSF en Razé fue alcanzado por un proyectil, que dejó al menos cuatro muertos, 10 heridos (tres de ellos personal de MSF) y varios edificios derruidos. En diciembre, una clínica de MSF en Taiz fue alcanzada por un ataque aéreo de la Coalición liderada por Arabia Saudí; una persona murió y otras ocho resultaron heridas. Poco antes, la Coalición había bombardeado durante dos horas un hospital apoyado por MSF en Haydan; por suerte, pacientes y personal pudieron escapar, pero el hospital quedó destruido.
En Siria, a raíz de la entrada de Rusia en septiembre, los ataques aéreos y de artillería contra la misión médica se han recrudecido.
Un reciente informe de MSF, elaborado con los datos facilitados por 70 centros médicos que respaldamos, ha documentado que, en 2015, 23 trabajadores sanitarios sirios murieron y 58 resultaron heridos a causa de 94 ataques aéreos o de artillería sobre 63 hospitales y clínicas. Además, como consecuencia de estos bombardeos, 12 instalaciones resultaron completamente destruidas.
En lo que llevamos de 2016, seis centros sanitarios apoyados por MSF han sido objeto de siete ataques. Mientras tanto, nuestros líderes guardan silencio y se diría que su única preocupación es mantener a los refugiados fuera de Europa.
El reciente fracaso de la Conferencia Internacional de la Cruz Roja, convocada en diciembre para mejorar el respeto del Derecho Internacional Humanitario, plantea serias dudas acerca de la actitud de los Estados. Como afirmó el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, "estas violaciones se han hecho tan habituales que existe el riesgo de que la gente crea que el bombardeo deliberado de civiles y los ataques contra trabajadores humanitarios, personal sanitario, hospitales y edificios religiosos son una consecuencia inevitable de las guerras".
RESPETAR CONVENIOS
Atacar y asesinar a civiles desarmados es un acto abominable y cobarde. Bombardear hospitales y asesinar a personal médico y pacientes añade una crueldad intencionada: ahoga los últimos destellos de humanidad en el mar de brutalidad de la guerra, allí donde el personal sanitario intenta aliviar el sufrimiento de otros seres humanos sin importar quiénes son y a qué bando pertenecen.
Cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU están bombardeando en Siria y no están respetando los acuerdos sobre protección de civiles recogidos en sus propias resoluciones. Es imperativo que los Estados dejen de atacar instalaciones médicas y reafirmen su compromiso con las Convenciones de Ginebra y el DIH. Puede que un mundo sin guerra sea un sueño lejano, pero sí está a nuestro alcance un mundo en el que médicos y enfermeros puedan cuidar de los heridos y enfermos sin ser blanco de la violencia. Para lograrlo, no debemos flojear en nuestro llamamiento: los centros médicos, el personal sanitario y los pacientes deben ser protegidos en tiempos de guerra.