"Hacer que un niño cambie el cuaderno por un fusil no es ayudar al pueblo", advierte José Tarache a los grupos que un día le reclutaron
MADRID, 11 Feb. (EUROPA PRESS) -
José Tarache se alistó en las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) a los 13 años para huir de las amenazas de las FARC, en un contexto donde no tenía más alternativa. No todos sus compañeros pueden ahora "contar la historia", pero al menos Tarache ha vivido para hablar por otros y reconstruir su propia vida, ya que ni siquiera sabía que también él era una "víctima" del conflicto armado que ha asolado durante décadas el país sudamericano.
Tarache tiene ahora 33 años y colabora tanto con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) como con la ONU, donde precisamente esta semana participa en un foro con motivo del Día Internacional contra el Uso de los Niños Soldado (12 de febrero). Su vida, como la de otros muchos compañeros de colegio, se truncó a los trece años, dos años después de abandonar la vivienda familiar para no ser "una carga".
Comenzó a trabajar como mecánico de motos en el departamento de Casanare, en un pueblo disputado por las FARC y las AUC. Arreglaba las motos "a todos los que llegaban", pero los guerrilleros de las FARC veían mal que ayudase también al grupo rival. "Van dos veces al taller a buscarme para asesinarme por ser cómplice", cuenta en una entrevista telefónica a Europa Press.
José Tarache en las negociaciones de paz en La Haba - COALICO - Archivo
El mensaje de las Autodefensas fue claro: "Ven con nosotros para que no te maten". Así, en busca de una protección imprescindible si quería salvar la vida, siguió el mismo camino que muchos otros menores de edad de la zona y, como algo "muy normal", Tarache se integró entre los paramilitares.
Ya dentro del grupo, "no hay edad". Así, explica que "niños y adultos hacen las mismas tareas" y que incluso los menores son aún más "vulnerables", porque no tienen la misma capacidad que los mayores para negarse a realizar ciertas actividades y en ocasiones se arriesgan "por demostrar que son igual que los demás".
Sus primeros años dentro de las AUC los recuerda "duros", en la medida en que "no estaba acostumbrado a ese estilo de vida". En su caso, pudo sacar partido de su conocimiento del terreno --había recorrido la zona gracias a la labor ganadera de su familia-- e ir "ascendiendo" dentro del grupo, hasta el punto de lograr volver de un despliegue en Arauca donde "habría terminado muerto".
ABANDONAR "NO ERA UNA OPCIÓN"
Abandonar el grupo "no era una opción", reconoce, porque en este tipo de contextos salirse implicaba quedarse a merced tanto de sus antiguos compañeros como de otros grupos rivales. En aras de esta autoprotección, ni siquiera se atrevía a contactar con familiares. Su salida de las AUC no llegó hasta 2003, cuando fue detenido durante un operativo en una zona urbana.
Pasó ocho días bajo custodia policial y llegó a una cárcel de menores donde personal del Instituto Colombiano del Bienestar Familiar le ofrece ayuda. "Me explican que era una víctima del conflicto armado. Era algo que yo no sabía", afirma, en alusión al "desconocimiento total" que tenían adolescentes como él de cuáles eran sus derechos o ante quién debían reclamarlos.
Tarache reconoce que su situación entonces habría sido radicalmente distinta si hubiese sido arrestado con 18 años y "juzgado como un delincuente", sin tener en cuenta "el contexto anterior". "Me salvé por un año", advierte este antiguo combatiente, que en busca de un nuevo futuro llegó a un centro de reinserción de Bogotá donde se dio de bruces con otra realidad.
Fue "un proceso duro", como él mismo señala, entre otras razones porque junto a él había otros niños que habían atravesado situaciones similares pero a las que, conforme a lo aprendido en la selva, debía tratar como rivales. "Temía a mis compañeros y eran niños pequeños de 13, 14 años", dice al recordar a antiguos guerrilleros de las FARC.
Sin embargo, fue también entonces cuando descubrió la otra cara del conflicto: "Empecé a entender que mi grupo estaba combatiendo con otro pero que éramos las mismas personas. Era una guerra absurda, algo ilógico". De esta forma constató que tanto él como los antiguos miembros de otros grupos habían sido igualmente "utilizados" y contaban "historias similares".
José Tarache en las negociaciones de paz en La Haba - COALICO - Archivo
A través del ICBF recibió un primer auxilio que se vio refrendado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), gracias a la cual hace un curso de gestión de negocios y comienza una lenta andadura que le ha llevado a la universidad, donde está ya cerca de terminar Administración y Dirección de Empresas.
Tarache lamenta que a día de hoy, y especialmente en lugares como Bogotá que "no han vivido el conflicto", haber pasado por las Autodefensas sigue siendo un lastre para la integración en la vida civil. "La sociedad no nos ve como víctimas del conflicto, sino como terroristas", critica, conocedor en propias carnes de lo que ocurre cuando "quieres cambiar pero la sociedad te da la espalda".
"No sé cómo logré salir adelante, porque muchos cumplían los 18 años y el Gobierno les dejaba solos", señala. De hecho, sin familia y sin una fuente de ingresos, muchos asumían que "lo único que sabían hacer era tomar un arma" y regresaban a la lucha como salida práctica, incluso en grupos contrarios --las AUC pagaban entonces a los menores un sueldo que las FARC les negaban--.
LOS RETOS PENDIENTES
Tarache participó junto a una antigua miembro de las FARC en las conversaciones de paz que llevó a cabo esta guerrilla con el Gobierno del expresidente Juan Manuel Santos en La Habana. Con su asistencia, aspiraba a "sensibilizar" a unas partes que no consideraba conscientes de los retos específicos de la infancia, sí advertidos en cambio desde la comunidad internacional.
Los derechos de los niños se pusieron entonces encima de la mesa y quedaron recogidos en los acuerdos de paz surgidos de dicho diálogo, pero "el reclutamiento todavía continúa", explica Tarache. A su juicio, el alistamiento ha "evolucionado", de tal forma que ya no se recurre a los niños "para manejar un arma o ingresar en el frente de batalla".
Ahora, los niños terminan a merced de los grupos para recabar información o transporte de mercancías, debido en gran medida a que "las fuerzas militares no hacen el mismo control" cuando se trata de menores de edad y estos pueden pasar más desapercibidos con droga, oro o armas, agrega.
Tampoco ayuda a combatir esta lacra la "complicada" geografía colombiana, dominada en algunas áreas por selvas y montañas, apunta Tarache a Europa Press. Reconoce que el Gobierno intenta "recuperar terreno" en busca de una "gobernabilidad en todos los rincones" que llevará "muchos años", máxime si quiere ir aparejada de desarrollo social.
MENSAJE A LOS GRUPOS
Tarache es un superviviente dentro de un amalgama de combatientes en las que se entremezclan todo tipo de historias. "Se aprovecharon de mi niñez y de mi inocencia", cuenta, al echar la vista atrás y hacer balance de un pasado que a muchos de sus antiguos compañeros les ha costado la vida o la libertad.
Gracias al altavoz que le dan organizaciones como la ONG Watchlist, trabaja para que otros niños no vivan su misma experiencia y ello pasa también por repensar el mensaje que históricamente han vendido grupos como las FARC, las Autodefensas Unidas de Colombia o el aún activo Ejército de Liberación Nacional (ELN).
"Si tanto les interesa el bienestar del pueblo, lo primero que hay que hacer es apostar por la niñez, para que siga estudiando. Hacerles cambiar el cuaderno por un fusil no es ayudar al pueblo", sentencia.