El CICR lleva 30 años ofreciendo rehabilitación, prótesis y otra asistencia a estas personas
MADRID, 7 Feb. (EUROPA PRESS) -
Unos 1,5 millones de afganos tienen algún tipo de discapacidad física, en muchos de los casos debido a enfermedades o malformaciones pero en otros como resultado de la herencia que el conflicto y la violencia que ha vivido el país en las últimas décadas han dejado en forma de minas antipersona, munición sin explotar o disparos.
Desde hace 30 años, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) ha venido ayudando a estas personas con sesiones de fisioterapia y con prótesis y otro material para ayudarles a recuperar su movilidad y, con ello, su dignidad.
En 2018, según ha indicado el organismo internacional, una cifra récord de personas, más de 12.000, acudieron a los siete centros de rehabilitación de los que dispone el CICR en Kabul, Mazar-i-Sharif, Herat, Jalalabad, Gulbarhar, Faizabad y Lashka Gah, lo que constituye un récord desde que el programa echó a andar en 1988.
Además, se suministraron más de 22.000 prótesis y otro material ortopédico --otra cifra récord--, así como 2.000 sillas de rueda, 18.000 muletas y un número incontable de sesiones de fisioterapia. Sin embargo, lamenta el organismo, aunque se ha atendido a un número récord de personas aún son muchas las que se quedan sin poder recibir asistencia.
"El número récord de afganos que buscaron asistencia de rehabilitación es un reflejo de los elevados niveles de necesidad", destaca el italiano Alberto Cairo, director del programa de rehabilitación física del CICR en Afganistán. "Incluso con todas las personas a las que ayudamos, no nos acercamos ni de lejos a ser capaces de asistir a todos lo que lo necesitan", lamenta.
Pero de las personas que reciben prótesis y rehabilitación física por parte del CICR cada año, solo el 10 por ciento sufrieron heridas relacionadas con el conflicto, mientras que el 90 por ciento restante presenta discapacidad por afecciones congénitas, enfermedades o accidentes. Afganistán es, junto a Pakistán y Nigeria, uno de los tres países en el mundo donde la poliomielitis sigue siendo endémica.
Desde que el CICR abrió su primer centro de rehabilitación en Kabul en 1988, se habla de forma más abierta de la discapacidad y las autoridades afganas reconocen que la cuestión es una prioridad. No obstante, los prejuicios y la discriminación a las que se enfrentan estas personas no han desaparecido, puesto que las oportunidades para la reintegración social y laboral siguen siendo limitadas.
"La población discapacitada sufre de falta de empleo, oportunidades educativas y de rehabilitación, como resultado de la falta de confianza en sí misma y de autoestima", subraya Cairo, que comenzó a trabajar el el programa de rehabilitación del CICR el mismo año en que arrancó. "Sin embargo, no son rechazados por la comunidad y la familia. Aún así, necesitan más oportunidades para retomar sus vidas", añade.
FACILITAR LA INTEGRACIÓN
El CICR facilita la reintegración de las personas discapacitadas en sus comunidades mediante formación profesional, microcréditos para poner en marcha pequeños negocios y programas deportivos como el baloncesto en silla de ruedas, fútbol sala y actividades recreativas. Asimismo, el organismo internacional también forma y emplea a personas con discapacidad en sus centros de rehabilitación física.
Así, casi el total de los 750 miembros de su personal son antiguos pacientes que han recibido formación y han sido contratados como fisioterapeutas, enfermeras, técnicos ortopédicos, administradores y logistas. "Estos centros se han convertido en instalaciones para personas con discapacidad gestionadas por personas con discapacidad", resalta Cairo.
Pese a la inseguridad imperante en Afganistán en la actualidad, el programa de rehabilitación física del CICR ha supuesto una mejora sustancial en las vidas de miles de afganos con discapacidad.
Abdul Rasaq es uno de ellos. "No puedo imaginarme cómo sería mi vida sin la asistencia del CICR. Mi vida es difícil, muy difícil, pero el Programa de Atención a Domicilio del CICR la ha hecho soportable", cuenta este parapléjico de 45 años. "Siento que mi familia y yo no estamos olvidados", añade.