BRASILIA, 16 Sep. (EUROPA PRESS) -
Brasil ha reducido la pobreza extrema un 75 por ciento en los últimos 11 años, según un informe de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, en sus siglas en inglés). La organización considera que están dentro de la pobreza extrema las personas que viven con menos de un dólar al día.
Durante el mismo periodo la pobreza se redujo un 65 por ciento, por lo que Brasil está considerado uno de los mayores casos de éxito a nivel mundial. Sin embargo, aún quedan más de 16 millones de personas viviendo en la pobreza --menos de dos dólares al día--, lo que representa el 8,4 por ciento de la población brasileña.
La FAO atribuye los avances a la creación del programa 'Hambre Cero', impulsado por el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva en 2003. El proyecto otorgaba a los beneficiarios una cartilla de alimentación que únicamente permitía comprar comida.
Poco después fue sustituido por el 'Bolsa Familia', otro programa de redistribución de renta de alcance aún mayor y que es uno de los buques insignia de la gestión del Partido de los Trabajadores (PT). El informe de la FAO resalta que tan sólo en 2013, Brasil invirtió cerca de 35.000 millones de dólares en acciones encaminadas a reducir la pobreza.
América Latina es la región donde se han producido los mayores avances en los últimos años, aunque los países caribeños progresan más lentamente. El informe de la FAO muestra que el número de personas desnutridas en la región pasó del 14,4 por ciento de la población a cerca del 5 por ciento.
Además de Brasil, Bolivia es citada como ejemplo, ya que aunque todavía tiene un 20 por ciento de sus habitantes por debajo de la línea de la pobreza, ha salido en pocos años de un porcentaje cercano al 40 por ciento. Recientemente también se divulgaron buenos resultados en índices de alfabetización.
En total, en el mundo 805 millones de personas pasan hambre. Son 100 millones menos que hace una década y 200 millones menos que hace veinte años, pero los avances se producen a un ritmo que no garantiza que se cumplan los Objetivos del Milenio, que preveían reducir la pobreza extrema a la mitad en 2015.