LONDRES, 26 Jun. (EUROPA PRESS) - La onda expansiva de la salida de Reino Unido de la Unión Europea ha dinamitado la endeble estabilidad de un Partido Laborista que nunca se ha mostrado cómodo con su líder, Jeremy Corbyn, quien afronta un desafío abierto a su continuidad en un contexto de profunda incertidumbre institucional ante las incógnitas del nuevo encaje británico en el continente y el complejo rompecabezas de articular un nuevo armazón normativo que elimine la huella de 43 años de legislación comunitaria. En paralelo a la batalla por el timón conservador abierta oficialmente por el primer ministro, David Cameron, la guerra por el control interno del Laborismo ha arrancado con una cadena de dimisiones como consecuencia de las dudas de la gestión de Corbyn durante una campaña del referéndum que, finalmente, no logró movilizar a su electorado natural, lo que condujo a Reino Unido a la puerta de salida por un margen de apenas cuatro puntos. La falta de confianza no sólo en un grupo parlamentario que nunca había aceptado su ascenso de buen grado, sino en su propio equipo, ha conducido ahora, una vez confirmado un divorcio de la UE al que el Laborismo se oponía oficialmente, a un contraataque para forzar su caída. La estrategia está basada en una sucesión de renuncias que aspiran a forzar la defenestración de un dirigente que, aunque en septiembre de 2015 había asumido el bastón de mando con reticencia, ahora manifiesta estar resuelto a continuar. Los responsables de Sanidad, Heidi Alexander; de Juventud y Registro Electoral, Gloria De Piero; de Transporte, Lilian Greenwood; o de Educación, Lucy Powell; o de Asuntos Escoceses, Ian Murray, entre otros, ya han manifestado su marcha. La primera bala, no obstante, había partido de la trinchera del propio Corbyn, quien esta madrugada cesaba al portavoz de Exteriores, Hilary Benn, una influyente voz en el partido desde los años de Tony Blair y Gordon Brown, por las dudas expresadas sobre su capacitación como líder. Su despido ha animado a otros integrantes del denominado 'gobierno en la sombra' a reaccionar para deshacerse de un dirigente venerado por las bases, pero severamente cuestionado por el aparato orgánico y por el propio equipo con el que debería gobernar si el laborismo se hiciese con el poder. En Reino Unido, la oposición debe contar con una estructura orgánica fundamentada en este 'gobierno en la sombra', una brigada de diputados que reflejen la composición del Ejecutivo. En consecuencia, los nombramientos han de proceder necesariamente del grupo parlamentario, lo que no ayuda a Corbyn, objetado por la mayoría de quienes cuentan con un escaño en la Cámara de los Comunes. El histórico resultado del 23 de junio ha sido el desencadenante que ha prendido la mecha, pero el descontento que reinaba desde hace meses ha generado una situación insostenible tras la percibida falta de implicación del dirigente laborista en la batalla por mantener a Reino Unido en la UE. La derrota no sólo ha provocado el Brexit, sino que, crucial para el partido, ha demostrado la desafección de los votantes tradicionales y la pérdida de sus bastiones naturales. Por ello, en las horas posteriores a la conclusión del escrutinio, las maniobras para orquestar un motín comenzaron en una oposición que había abierto una nueva era en septiembre de 2015, cuatro meses después de su segunda derrota electoral. El mismo viernes en que se confirmó el divorcio, dos diputadas habían presentado ya una moción de confianza. No obstante, la rebelión no es homogénea, puesto que algunos destacados miembros de la formación, como el responsable de Interior, Andy Burnham, uno de sus rivales en la carrera por el liderazgo, se ha desmarcado de cualquier "golpe" contra la dirección y ha censurado las maniobras internas en "tiempos de incertidumbre como éstos". "No veo cómo puede tener sentido que la oposición se hunda en una guerra civil", ha asegurado Burnham. Además, una petición por internet que defiende su continuidad ha recibido ya el apoyo de cientos de miles de firmas, que confirman el respaldo que el dirigente laborista todavía recibe en un sector de la ciudadanía que ha demostrado una notable implicación política. La elección de Corbyn hace nueve meses había sido bienvenida por sus rivales políticos, que consideraban una rémora electoral a quien hasta entonces había sido un diputado raso conocido por su actitud crítica con la dirección. De hecho, el más inesperado de los candidatos había decidido presentarse a la pugna por el liderazgo exclusivamente para introducir en el debate una agenda antiausteridad. Su apuesta por "otra clase de política" movilizó a un sector de la ciudadanía hasta entonces desconectado de la política y el número de afiliaciones a una formación que todavía trataba de resolver el debate sobre su identidad en el Reino Unido post-crisis se dispararon. Su gestión ha sido cuestionada desde el inicio y su autoridad había quedado muy dañada en diciembre, cuando numerosos diputados, entre ellos el propio Benn, despedido la pasada madrugada, votaron en contra de la dirección en la crucial decisión de autorizar los bombardeos al Estado Islámico en Siria. El referéndum ha sido la última gota, un desenlace que, ya antes de la confirmación del 'Brexit', era previsible, puesto que Corbyn siempre había constituido una de las voces más críticas con la UE en un laborismo habitualmente proBruselas. Su posición ante la consulta era, por tanto, incómoda y él mismo complicó su posición al asegurar que su apoyo era "de cero a diez, de un siete con cinco".