La identidad de quién pilotará el proceso es un enigma, como también el nuevo encaje de Reino Unido en el continente
LONDRES, 24 Jun. (EUROPA PRESS) -
La decisión de Reino Unido de abandonar la Unión Europea ha abierto un espacio de incertidumbre política, económica y legislativa cuya resolución dependerá de la capacidad de la clase dirigente británica de resolver diferencias para garantizar la estabilidad en la nueva era abierta por el veredicto de un referéndum que pondrá a prueba, paralelamente, la flexibilidad de un bloque comunitario que se enfrenta la primera deserción de uno de sus miembros.
Tras una frenética noche electoral, el primer ministro británico, David Cameron, ha rectificado el compromiso mantenido durante la campaña, el de que no dimitiría en caso de 'Brexit', y ha anunciado que en el congreso conservador de octubre entregará el relevo a un nuevo 'premier'.
La identidad de quien dirigirá la negociación con Bruselas constituye, por tanto, una de las incógnitas de un escenario sobre el que apenas hay certidumbres. De momento, Cameron ha aclarado que será su sucesor quien asuma la entrada en vigor del artículo 50 del Tratado de Lisboa, el que establece las pautas de este procedimiento.
El peso de los que apoyaban la salida se ha dejado ya notar, por tanto, puesto que siempre habían defendido la conveniencia de aguardar, puesto que la fórmula que marcarán la nueva relación sigue siendo una incógnita. Durante la campaña, el primer ministro había asegurado que no había "plan B", por lo que próximos meses serán una carrera contrarreloj para maximizar la disposición de sus todavía socios a garantizar un encaje de difícil acomodo.
PLAZOS
En cualquier caso, los dos años establecidos en la normativa comunitaria podrían ampliarse siempre que lo autoricen los otros Estados miembro, entre los que existe la inquietud sobre el tiempo que podría llevar y la incertidumbre aparejada durante lo que los expertos en Derecho ha calculado hasta una década.
Como prueba, el único precedente similar, la salida de Groenlandia, ni siquiera un estado, sino un territorio que formaba parte de Dinamarca, hace más de 30 años, requirió hasta un trienio, a pesar de que lo que se jugaba eran apenas acuerdos de pesca y la UE ni siquiera constituía la unión política en la que se ha convertido hoy en día.
Si transcurrido el bienio establecido no hubiese acuerdo para ampliar plazos, Londres pasaría a depender de las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC), lo que obligaría a pactos en paralelo con los demás 161 integrantes de la OMC y las empresas británicas quedarían expuestas a costosas tarifas de las que actualmente se hayan exentas por formar parte de la UE.
Entretanto, las leyes de la UE continuarían en vigor, puesto que Reino Unido seguiría siendo considerado miembro. De hecho, esta misma jornada Cameron ha transmitido un mensaje a los 1,2 millones de británicos residentes en otros países de la UE y a los cerca de tres millones de ciudadanos comunitarios afincados en las islas.
"No habrá cambios inmediatos en vuestras circunstancias", como tampoco "en la manera en que la gente viaja, en cómo se mueve los bienes" y el capital, al menos en este primer bienio. No obstante, hasta tres cuartos de los que residen actualmente no responderían a los criterios de visado vigentes sobre los trabajadores de fuera de la UE, si bien es improbable que las restricciones afecten a quienes ya residen en suelo británico.
MERCADO COMÚN
Unos de los factores más complejos será el potencial encaje británico en el mercado común, que implicará delicados compromisos de las partes, un esfuerzo que podría necesitar años antes de que se pueda garantizar el apoyo. No en vano, uno de los catalizadores del Brexit ha sido el control de los flujos migratorios y la pertenencia al mercado común implicaría, a priori, el libre movimiento de personas, dos elementos indisociables y, para la UE, innegociables.
A priori, Londres no podría mantener el primero sin tener que aceptar el segundo, pero abandonar el mercado común tampoco es una opción extendida entre los defensores del Brexit, que han descubierto hoy las consecuencias de este desenlace.
Los mercados han evidenciado su aversión por la incertidumbre con una de las peores aperturas en su historia y una depreciación de la divisa británica inéditos desde 1985. Como consecuencia, pocos minutos después de que Cameron hubiese anunciado su dimisión esta mañana, el gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, ha comparecido para garantizar que la institución tiene en marcha un plan de contingencia que incluye apoyo a los bancos.
Carney será una de las figuras de referencia en las próximas semanas, junto a los altos cargos de la función pública en Reino Unido, quienes asumirán un proceso cuyo responsable último, el próximo primer ministro, no encabezará hasta octubre.
CONSECUENCIAS INTERNAS Y EXTERNAS
El reto que tienen por delante es de dimensiones titánicas, puesto que afrontan un puzle legislativo de un proceso que obligaría a revisar hasta 80.000 páginas de acuerdos comunitarios, con el objetivo de decidir descartes, qué áreas enmendar y cuáles mantener, un sumario que, inevitablemente, querrá supervisar el Parlamento británico y cuya duración constituye un enigma.
Por si fuera poco, la salida incrementa el riesgo de una crisis constitucional para la unión británica, puesto que Escocia, protagonista de un plebiscito de independencia hace menos de dos años, ha apoyado mayoritariamente la continuidad en la UE y cuya ministra principal ha reconocido que este desenlace reavivará las ansias secesionistas. También Irlanda del Norte se decantó a favor de la permanencia, frente a Gales e Inglaterra, donde venció el Brexit.
En consecuencia, junto a la resolución de una profunda crisis política en casa, donde el referéndum ha impuesto un delicado impasse para la propia gobernación, un primer ministro sin experiencia en las negociaciones comunitarias deberá acordar con socios que difícilmente mostrarán empatía hacia quien ha decidido abandonar, a pesar de los compromisos que tanto habían costado en febrero y que hubiesen garantizado para Reino Unido el ansiado estatus de verso libre de una Europa cada vez más cohesionada.
No en vano, a escala europea, el temor es que la partida británica genere un efecto dominó entre otros integrantes de los Veintiocho y, sobre todo, que desencadene un peligroso auge del populismo. Así, entre quienes han dado la bienvenida al Brexit están el diputado holandés Geert Wilders o el Frente Nacional Francés.