Junto a Londres y Gibraltar, son los dos únicos territorios que votaron por la permanencia
LONDRES, 24 Jun. (EUROPA PRESS) -
La salida de Reino Unido de la Unión Europea abre una profunda crisis constitucional para la unidad británica, puesto que Escocia, protagonista de un referéndum de independencia hace menos de dos años, e Irlanda del Norte, gobernada en una coalición de la que forman parte los republicanos del Sinn Féin, han apostado por mantener el vínculo con Bruselas.
La ministra principal escocesa, la nacionalista Nicola Sturgeon, ha avanzado ya que una nueva consulta es "altamente probable" como consecuencia del veredicto de ayer; mientras que el número dos del Ejecutivo del Ulster, Martin McGuinness, del considerado antaño brazo político del IRA, ha reavivado las apelaciones a que la provincia se adhiera a sus vecinos de la República de Irlanda.
Tras consultar la estrategia a seguir con su antecesor, Alex Salmond, corazón y cerebro del plebiscito del 18 de septiembre de 2014, Sturgeon ha endurecido la retórica política y ha calificado de "democráticamente inaceptable" que los escoceses tengan que salir del bloque comunitario contra su voluntad.
Como consecuencia, ha avanzado que el Ejecutivo del Partido Nacional Escocés (SNP, en sus siglas en inglés) comenzará a preparar la legislación para autorizar un nuevo referéndum de secesión, una aspiración que obligará al SNP a pactar, al menos, con los Verdes, puesto que en los comicios del pasado mes de mayo se quedó a dos escaños de la mayoría absoluta.
"CAMBIO MATERIAL DE CIRCUNSTANCIAS"
Después de un profundo debate interno, los nacionalistas habían decidido incluir en el programa electoral la aspiración de una nueva consulta si se diese un "cambio material de circunstancias", un concepto abstracto antes de este histórico 23 de junio, tras el que estas circunstancias se han materializado: "Es decir lo obvio que un segundo referéndum debe estar sobre la mesa y está sobre la mesa".
Como prueba, el denominado comité de la resiliencia escocesa, un organismo que se reúne por cuestiones de urgencia, tiene esta jornada una cita marcada en rojo para preparar el encuentro que el Gobierno en su conjunto celebra mañana, con el objetivo de preparar una declaración en el Parlamento el próximo martes, una jornada después de la primera convocatoria de la Cámara de los Comunes británica para evaluar el escenario post-referéndum.
El cálculo de riesgos que el SNP debe realizar es si la calle demanda una nueva consulta, a la luz de lo acontecido en el resto del país, puesto que es consciente del fiasco que supondría someter de nuevo la independencia a votación popular y, como había acontecido en septiembre de 2014, perder.
De acuerdo con las encuestas previas al referéndum de la UE, si se celebrase una consulta de independencia, el 'no' vencería por un 53 por ciento, una vez descartados los indecisos, según un estudio de Panellbase. Sin embargo, preguntado por su decisión en caso de que Reino Unido abandonase la UE, el electorado provocaría un vuelco, con el 52 por ciento a favor la separación.
FACTOR DE PESO EN 2014
No en vano, uno de los factores de peso que había influido sobre los votantes en septiembre de 2014 había sido, precisamente, la continuidad en la UE, después de que todas las instituciones, desde Bruselas, hasta Londres, advirtiesen reiteradamente de que el divorcio los pondría a la cola de los aspirantes a los Veintiocho, una posición que implicaría años de negociación antes de entrar de nuevo en el bloque.
En consecuencia, desde que el primer ministro, David Cameron, comenzase a renegociar el estatus británico en Europa, el SNP había cuestionado la legitimidad de tener que abandonar por decisión de un electorado que le era ajeno, en otras palabras, de aceptar la injerencia británica en asuntos de transcendencia interna.
Cameron había rechazado la propuesta debido a la trampa constitucional que entrañaría desafiar a la mayoría del electorado, pero con el triunfo del Brexit, la presión es complicada. "Estoy dispuesta a adoptar todos los pasos posibles y explorar todas las opciones para garantizar lo que la gente en Escocia ha votado, es decir, asegurar nuestra continuidad en la UE y en el mercado único en particular", ha asegurado Sturgeon.
CONSULTA ESCOCESA
La histórica consulta escocesa se saldó a favor de la continuidad con un 55 por ciento del apoyo, tras una frenética carrera que, hacia el final, como ahora el 'Brexit', parecía destinada para la ruptura de la unión mantenida con Reino Unido durante más de 300 años.
Los paralelismos entre ambos plebiscitos no acaban ahí. En ambos casos, el frente de defensa del 'statu quo' encarnado al Goliat de la batalla, con la práctica totalidad del 'establishment' de la clase política y empresarial, de los grupos de estudios independientes y de organizaciones supranacionales; frente a la amalgama heterogénea que aspiraba al 'Brexit' y la facción casi exclusivamente pilotada por el SNP que reivindicaba la secesión
Además, el tono de las campañas también ha resultado similar: frente a las promesas de prosperidad enarboladas por los partidarios del cambio, tanto en el supuesto comunitario como en el escocés; los que abogaban por la continuidad ahora, como los que la reivindicaban en septiembre de 2014, basaron su estrategia fundamentalmente en el fatalismo económico y en el alarmismo de revertir un sistema que, aunque imperfecto, funciona.
IRLANDA DEL NORTE
Como ejemplo, el caso de Irlanda del Norte, donde el factor de persuasión no había sido otro que el mantenimiento del proceso de paz que ha permitido la mejora de la estabilidad social y la cohabitación en el gobierno de los antaño rivales acérrimos.
El 'número dos' del Gobierno ha avisado ya de que Londres tiene el "imperativo democrático" de convocar una "consulta de fronteras" que plantee la continuidad del Ulster en Reino Unido y la posibilidad de adherirse a Irlanda. "Las implicaciones para nosotros en la isla de Irlanda son enormes", ha declarado Martin McGuinnes, quien considera que el Ejecutivo británico carece de "mandato democrático" para negociar en Bruselas.
Sin embargo, dos de los arquitectos de los Acuerdos del Viernes Santo que pusieron fin al conflicto, los ex primer ministros John Major, conservador, y Tony Blair, laborista, hicieron campaña en el Ulster para recordar el progreso experimentado en apenas dos décadas, una evolución que, según advirtieron, podría quedar en jaque en caso de 'Brexit'.