Cameron descartará un segundo referéndum, pero la demora del proceso complica la estabilidad
LONDRES, 27 Jun. (EUROPA PRESS) -
La salida británica de la Unión Europea ha sumido a Reino Unido en un bloqueo institucional del que se ignoran calendarios, metodología para resolver el divorcio con Bruselas e, incluso, quién asumirá unas negociaciones sobre las que los líderes comunitarios demandan respuestas.
De momento, la más urgente que el todavía primer ministro, David Cameron, prevé garantizar a sus exsocios es que no habrá un segundo referéndum, si bien su decisión de delegar el proceso sobre su sucesor retrasa, como mínimo hasta octubre, la resolución de una de las mayores incógnitas a las que Europa se ha enfrentado desde la II Guerra Mundial.
Esta demora, además, entrega un balón de oxígeno a aquellos que todavía se resisten a aceptar el veredicto de las urnas, puesto que mientras los principales partidos británicos sufren para contener la hemorragia interna de una votación que ha dinamitado sus liderazgos, la posibilidad de un segundo plebiscito ha pasado a dominar el debate.
Millones de ciudadanos lo han demandado ya oficialmente al Parlamento y un sector de diputados británicos, puesto que en su mayoría apoyaban la continuidad, han advertido de que, "al menos, será necesario otro voto" para legitimar cualquier acuerdo de divorcio con Bruselas. Su posición, además, se ha visto reforzada por el belicismo de Escocia, cuyo Gobierno ha amenazado con vetar el Brexit, pese a las dudas sobre su legitimidad para tal intervención.
'NO' A UN NUEVO REFERÉNDUM
Por ello, una de las prioridades del Consejo de Ministros celebrado esta jornada, el primero tras la consulta, ha sido el establecimiento de una hoja de ruta para transmitir certidumbres ante el actual rompecabezas constitucional. La decisión más urgente habría sido el descarte de un nuevo referéndum, un acuerdo que el propio Cameron traslada hoy a la Cámara de los Comunes, que pone esta jornada fin al parón de la campaña para evaluar la situación post-Brexit.
Esta intervención será la primera del 'premier' desde que anunciase su dimisión y está planteada para facilitar algunas respuestas ante las exigencias de un continente obligado a detener la sangría de la primera amputación de uno de sus miembros.
Los meses de enconado debate sobre el modelo que imperaría en el panorama post-referéndum han derivado en un marasmo político, económico e institucional ante el que la clase política británica ha respondido con una abstracción focalizada en resolver sus problemas orgánicos.
Como consecuencia, los enigmas previos a la votación han sobrevivido a la confirmación del Brexit y ni siquiera está claro cuándo Reino Unido iniciará los trámites para romper su matrimonio de conveniencia con Bruselas. Cameron admitió la demanda de sus rivales de aguardar para aplicar el artículo 50 del Tratado de Lisboa, el mecanismo nunca probado hasta ahora para desencadenar la salida de un Estado miembro.
MOVIMIENTO ESTRATÉGICO
Su decisión, con todo, representa un movimiento estratégico que complica la tarea de su sucesor, si los peores augurios pronosticados sobre el Brexit se materializan en los tres meses que transcurrirán hasta su nombramiento. El próximo primer ministro tendrá complicado pulsar el botón oficial de salida si ésta ha demostrado perniciosos efectos sobre la economía, la estabilidad financiera y social, o la propia continuidad de la unidad territorial británica.
Hasta entonces, no obstante, Reino Unido seguirá siendo en la práctica un integrante del bloque comunitario, aunque la decisión del electorado ya ha tenido sus efectos: este miércoles, los veintisiete líderes restantes se reunirán sin Cameron, quien sólo asistirá a la cena de la jornada anterior, y el representante británico en la Comisión Europea ya ha anunciado su dimisión.
SIN 'PLAN B'
La demora es, sin embargo, necesaria, puesto que si algo han demostrado las jornadas posteriores a la votación es que, efectivamente, Reino Unido no tenía un 'Plan B'. Las figuras más destacadas del bando a favor de romper están más centradas en la sucesión de Cameron que en determinar el nuevo encaje británico en el continente y los responsables de la Función Pública han reconocido su falta de capacitación y recursos para el proceso que tienen que afrontar.
No en vano, Reino Unido deberá revisar hasta 80.000 páginas de acuerdos comunitarios, con el objetivo de decidir descartes, qué áreas enmendar y cuáles mantener, un sumario que, inevitablemente, querrá supervisar el Parlamento británico y cuya duración constituye un enigma. Los altos cargos del Estado han admitido que ignoran cuánto se puede prolongar, un problema al que se añade el galimatías de la negociación comercial.
Así, junto a la necesidad de pactar los términos del divorcio, Reino Unido debe establecer un nuevo armazón en materia de comercio, lo que representa un desafío normativo para un país que, hasta ahora, había delegado ese proceso en la Unión Europea. Como consecuencia, se calcula que el número de expertos británicos en este área apenas supera los veinte funcionarios, cuando el volumen que será necesario en los próximos años es de varios centenares.
ALCANCE DEL BLOQUEO
El alcance de la obstrucción institucional ha quedado de manifiesto esta jornada con la primera intervención del ministro del Tesoro, George Osborne, desde que se conociese un resultado del que había advertido que provocaría una profunda recesión y, sobre todo, que obligaría a un severo presupuesto para ajustar los objetivos fiscales a la contracción de la economía.
Osborne ha intentado transmitir un mensaje de estabilidad, a pesar de la reacción de unos mercados que continúan evidenciando su disgusto con el veredicto de las urnas, pero la clave de su intervención ha sido la demostración del período de 'impasse' en que halla inmerso Reino Unido.
Las cuentas de emergencia anunciadas hace apenas dos semanas en caso de Brexit quedan, de momento, en suspenso, a la espera de la resolución de la batalla por el timón conservador, un proceso que determinará el propio futuro de quien hasta ahora estaba tipificado como uno de los potenciales sucesores del hombre a quien ha demostrado lealtad desde sus tiempos en la oposición.