LONDRES, 8 May. (EUROPA PRESS) -
David Cameron (Londres, 1966) ha sorprendido con una arrolladora victoria en las generales celebradas en Reino Unido este jueves, en las que el aspirante a la reelección se ha resarcido de la decepción de 2010, cuando, en su estreno como candidato conservador, se le escapó la hegemonía en Westminster.
Su principal reto, según confesó en su primera intervención, será "mantener al país unido" ante un panorama en el que el nacionalismo escocés, tras la derrota de la independencia en referéndum hace ocho meses, ha ganado peso propio en el Parlamento.
El lema de "una nación, un Reino Unido", que reivindicó esta mañana, no será, sin embargo, el único desafío, ya que su Gobierno tendrá que hacer frente a un déficit que la pasada legislatura tan solo se redujo la mitad de lo esperado y, sobre todo, a las divisiones que su prometido plebiscito de continuidad en la Unión Europea podría generar en el seno de los conservadores.
No obstante, tras cinco años al frente de una coalición, el autoproclamado "heredero natural" del estilo de Tony Blair contará, por primera vez, con el margen de maniobra de una administración monocolor. Si hace cinco años la vieja guardia de su partido se había mostrado incómoda con el pacto con los liberaldemócratas, esta jornada, a la espera de confirmación del escrutinio final, Cameron les entregará la mayoría absoluta.
Ni las encuestas, ni la historia, estaban a su favor. Durante meses, los sondeos habían anticipado un escenario sin vencedores claros que abocaba a Reino Unido a un panorama de negociaciones post-electorales. El 7 de mayo, sin embargo, ha dado a Cameron vía libre para entrar en el número 10.
GESTA
Su gesta ha sido considerable. Tan solo hay dos precedentes en la historia en los que un ejecutivo que estuviese en el poder durante más de dos años experimentase un aumento de su porcentaje de voto. El hito a obliga a mirar a los años 50, única década que registró este fenómeno en las dos únicas ocasiones en las que tuvo lugar. Sin embargo, el primer ministro ha pasado de los 307 escaños de hace un lustro a alcanzar la hegemonía.
Con este dominio, el 'premier' confía en poder aplacar revueltas internas como las que ha tenido que afrontar durante su primer mandato. Además, si su ascenso como el primer ministro más joven desde 1812 coincidía con la resaca de la peor crisis financiera de la historia reciente, ahora preside la economía que más crece de entre todas las potencias occidentales, una posición que no lo exime de "decisiones difíciles", como ha reconocido esta jornada.
La severa austeridad promovida por su Ejecutivo ha constituido el programa de ajustes de mayores dimensiones en décadas y los británicos deben prepararse para más. El tamaño del reto en el último lustro le había generado ya importante contestación tanto entre los sectores más desfavorecidos, afectados por los recortes en Bienestar, así como entre los trabajadores del sector público, o los estudiantes, uno de los colectivos más activos a la hora de expresar su disconformidad con su gobierno.
En su primera comparecencia tras revalidar su escaño, Cameron se dirigió "a los que quieren un trabajo, a los que quieren una casa, a los que buscan seguridad y dignidad en el retiro" para enviar un claro mensaje: "Estamos de vuestro lado". Aún así, el objetivo que se había marcado al asumir el liderazgo conservador, eliminar la toxicidad de la 'marca tory', se ha alcanzado a medias, ya que si bien en los últimos cinco años ha conseguido dar luz verde a leyes como la del matrimonio homosexual, los sondeos revelan que una gran parte de la ciudadanía lo sigue identificando como representante de una minoría privilegiada, incapaz de entender los problemas del británico de a pie.
PERFIL
Su perfil no ayuda: hijo de un corredor de bolsa, estudió en el exclusivo colegio de Eton y durante su etapa en Oxford, donde se licenció en Filosofía, Política y Economía, perteneció al elitista Bullingdon Club, un colectivo formado por los estudiantes de las familias más acomodadas conocido por su comportamiento extremo. Casado con la hija de un aristócrata, actualmente tiene tres hijos, después de que en 2009 perdiese a su primogénito, Ivan, afectado de una severa discapacidad de nacimiento. La más joven, Florence, nació en 2010, cuando Cameron se había mudado ya al número 10.
Su relación con los conservadores comenzó nada más acabar la universidad, cuando se incorporó al Departamento de Investigación del partido y si bien este vínculo se vio interrumpido en los siete años que ejerció como jefe de Relaciones Públicas de la firma de publicidad Carlton, ya en 2001 se había asegurado un asiento en Westminster por la circunscripción de Witney, uno de los bastiones 'tories' más seguros.
Su ascenso fue meteórico, tan sólo necesitó de cuatro años para ponerse al frente de la formación, un salto que completó después de la tercera derrota electoral consecutiva, cuando pasó de ser prácticamente un desconocido a la gran esperanza blanca de los conservadores. Desde el principio, intentó proyectar una imagen de modernización, incluyendo apuestas como la sostenibilidad, pero la vieja guardia del partido ha complicado sus años en el poder.
A las revueltas internas que han caracterizado su mandato, en el que llegó a perder votaciones en el Parlamento como consecuencia de diputados díscolos, se suma el regreso a la primera plana del fantasma de la Unión Europea, una fuente de división interna que Cameron había prometido aplacar. Su determinación reabrió viejas heridas y, lejos de comprar tiempo, su compromiso de convocar un referéndum sobre la continuidad de Reino Unido ha reavivado la agitación que Bruselas provoca en su partido.
Esta misma jornada ha confirmado que el plebiscito se celebrará, si bien quizá consciente del daño interno que generará, el primer ministro había avanzado ya al inicio de la campaña que este segundo mandato serán sus cinco últimos años en el número 10. Su apelación a permitirle "concluir el trabajo" ha tenido eco y, ahora, deberá demostrar la eficacia de su plan a diez años para restituir la salud de las finanzas públicas y dejar a Reino Unido posicionado de nuevo como una de las potencias de mayor crecimiento del planeta.