Con un perfil continuista, la primera ministra de la "disciplina fiscal" ha caído víctima de sus errores
MADRID, 20 Oct. (EUROPA PRESS) -
Cuando Liz Truss llegó a Downing Street el 6 de septiembre, lo hizo con la esperanza de dotar a Reino Unido de estabilidad política y económica tras unos últimos meses convulsos. Seis semanas después, y con la muerte de la reina Isabel II de por medio, la 'premier' ha caído víctima de un terremoto político que ha tenido como epicentro un fallido plan fiscal.
El 'mini presupuesto' anunciado en septiembre provocó el caos en los mercados, lo que obligó al Gobierno a retirar primero la reducción del impuesto sobre la renta de las grandes fortunas y a asumir, el viernes de la semana pasada, que también debía recuperar la subida del impuesto de sociedades contemplada por el anterior gabinete.
Este segundo cambio llegó aparejado del cese del ministro de Finanzas, Kwasi Kwarteng. Su sucesor, Jeremy Hunt, terminó prácticamente de desmantelar el 'mini presupuesto' este lunes, lo que llevó a la oposición pero también a parte de los diputados 'tories' a cuestionar la capacidad de gestión del actual Gobierno y, en particular, de su líder.
"Soy una luchadora, no alguien que abandona", proclamó en la Cámara de los Comunes, donde también admitió "errores" sin dar pistas de una posible dimisión. De hecho, esta misma semana se había mostrado dispuesta a liderar a los 'tories' hasta las próximas elecciones, que en principio no se prevén hasta enero de 2025.
El cruce de reproches, sin embargo, se agudizó el miércoles, una jornada marcada por la dimisión de la ministra del Interior y por una caótica votación parlamentaria sobre el 'fracking' impulsada por el Partido Laborista y que puso en evidencia que la unidad en el seno del Partido Conservador era una utopía. Unos 40 'tories' se abstuvieron o no votaron entre dudas sobre la 'hoja de ruta' del Gobierno.
Las peticiones de dimisión se sucedían, en público y sin paños calientes, y finalmente Truss ha comparecido ante Downing Street para asumir que no tiene capacidad para cumplir el mandato que le otorgaron sus propios compañeros. "Es la mejor decisión para mantener a Reino Unido en una condición económica estable", ha alegado.
El proceso para elegir un sucesor debería estar completado en el plazo de una semana. El Partido Conservador quiere así evitar un limbo de poder como el vivido con Johnson, que aguantó dos meses entre el anuncio de la dimisión y la culminación de las primarias.
Nada evitará, sin embargo, que Truss sea la dirigente que menos tiempo ha estado en Downing Street, como ya se vaticinaba en todos los círculos políticos en las últimas horas. El récord actual lo ostentaba George Canning, que gobernó 118 días en 1827, aunque en su caso porque falleció por problemas de salud.
En este tiempo, ha vivido un momento clave en la historia británica, ya que durante su breve mandato falleció Isabel II tras 70 años de reinado. De hecho, las últimas fotos que constan de la difunta monarca se hicieron durante la recepción oficial a Truss en el castillo de Balmoral para proclamarla formalmente primera ministra.
AUGE Y CAÍDA
Truss nunca fue la favorita de los diputados y, de hecho, en las últimas semanas ha quedado claro que tampoco contaba con el respaldo de los ciudadanos. Una encuesta publicada esta semana por la firma YouGov situaba el nivel de apoyo a su gestión en el 10 por ciento, ampliamente por debajo ya de Boris Johnson.
Nacida en la ciudad inglesa de Oxford, en el seno de una familia que ella misma ha descrito como de izquierdas, Truss, de 47 años, comenzó su activismo político en su etapa universitaria. Su afinidad inicial hacia el Partido Liberal Demócrata y sus críticas a la monarquía británica dieron paso a una militancia en el Partido Conservador.
En las elecciones de 2001, intentó por primera vez ser diputada en la Cámara de los Comunes. Perdió en este primer intento y también en el segundo, cuatro años más tarde, en ambos casos por circunscripciones de West Yorkshire.
No fue hasta 2006 cuando obtuvo un cargo público, como concejal en Greenwich, a las afueras de Londres. Por esa época su nombre también apareció en los tabloides por una larga relación extramatrimonial con un diputado conservador, si bien a día de hoy sigue casada con su entonces marido.
David Cameron se fijó en ella y en los comicios de 2010 apostó por designarla como candidata a diputada en un escaño que los 'tories' daban por seguro, en el bastión de South West Norfolk. Las bases del partido intentaron en vano impugnar su candidatura por el 'affaire' con el diputado y Truss entró finalmente en la Cámara de los Comunes. Su entrada en el Gobierno llegó apenas dos años más tarde.
La política británica saltó por los aires con el Brexit, al que Truss se opuso durante la campaña abiertamente. Cuando ya se confirmó que Reino Unido saldría de la UE, se esforzó por defender las oportunidades que suponía este divorcio e incluso terminó siendo la voz cantante en las negociaciones con la Unión Europea, como ministra de Exteriores de Johnson.