PHNOM PENH, 18 May. (Reuters/EP) -
Cientos de personas se han reunido este jueves en uno de los 'campos de exterminio' más famosos de Camboya para conmemorar a las víctimas del genocidio perpetrado por los Jemeres Rojos, en el que perdieron la vida al menos 1,8 millones de camboyanos durante los años 70.
La mayor parte de las víctimas murieron de inanición, tortura, extenuación o por enfermedades en los campos de trabajo o fueron masacrados en ejecuciones masivas. En el antiguo campo de exterminio de Choeung Ek, a 15 kilómetros de la capital camboyana, las fuertes lluvias que se han producido este jueves han barrido los restos de huesos y de ropas de las víctimas que se concentran en fosas comunes.
El monumento en honor a las víctimas está coronado por una torre de calaveras y huesos. A día de hoy, prácticamente todas las familias de Camboya perdieron a algún familiar durante el régimen de los Jemeres Rojos.
"Ofrezco esta comida a través de los monjes a aquellos que perdieron la vida y les pido que nos deseen a nosotros y al país buena suerte y que no haya más guerras o muertes en esta tierra en el futuro", ha dicho Keo Oun, un superviviente de 59 años, mientras realizaba una ofrenda.
El régimen maoísta camboyano que gobernó entre 1975 y 1979 acabó con un quinto de la población mediante ejecuciones y torturas en un intento de convertir Camboya en un Estado comunista. El dictador Pol Pot fue derrocado cuando Vietnam invadió el país en 1979.
Por lo general, miembros de las autoridades y familiares suele reunirse para depositar ofrendas en el 'Día del Recuerdo', anteriormente conocido como el 'Día Nacional del Odio', que se celebra el 20 de mayo. Este año, la conmemoración se ha adelantado dos días por la campaña electoral.
El primer ministro camboyano, Hun Sen, --antiguo caudillo del régimen maoísta-- advirtió sobre la posibilidad de que se produzca una guerra civil si su partido, el del Pueblo de Camboya, no gana las elecciones después de más de tres décadas en el poder. Sus opositores le acusan de intimidar y reprimir a sus contrincantes con tal de mantener su puesto.