¿Por qué ha cerrado el mundo los ojos ante los gritos de los niños refugiados sursudaneses?

Niños refugiados de Sudán del Sur en el campo ugandés de Bidibidi
PAUL BETTINGS/WORLD VISION
  
Actualizado: sábado, 2 septiembre 2017 9:54

Quienes cruzan a Uganda no votaron por huir de sus hogares sino que escaparon porque no tenían otra elección

MADRID, 2 Sep. (Por Moses Mukitale, coordinador de comunicación de World Vision en Sudán del Sur) -

Sus preguntas son incesantes. Los niños a los que me encuentro cada día quieren respuestas desesperadamente. "¿Moses, dejaremos alguna vez este campamento? ¿Moses, volveremos a ver a nuestros padres de nuevo? ¿Moses, tendremos comida suficiente el mes que viene? Moses, necesito libros. Quiero pinturas. Quiero zapatos".

Un niño incluso me preguntó sobre cómo iba su equipo favorito de la Premier League, el Arsenal. La última vez que vio un partido de fútbol del Arsenal fue hace dos años, me cuenta. Le digo que han ganado la copa FA y se alegra.

La vida para los niños refugiados de Sudán del Sur parte el corazón. Algunos han sido testigos del asesinato de sus padres a sangre fría. Otros relatan experiencias horribles de agresión sexual o de haber sido testigos del secuestro de miembros de su familia.

Veo a cientos de refugiados golpeados por la pena llegar a Uganda cada día. Hay mujeres con sus bebés en brazos, niños sin zapatos que nunca imaginaron que un día serían trasladados en camiones para ganado a un asentamiento para refugiados.

Actualmente hay un millón de refugiados sursudaneses en Uganda. Nunca pidieron dormir bajo coberturas de plástico. Nunca pidieron caminar durante semanas para huir de sus hogares y comunidades. Tenían grandes sueños y esperanzas de una mejor educación, buenas familias, buenos barrios, atención sanitaria adecuada y de vivir felices. Pero esas esperanzas han quedado en el pasado.

FATIGA DE LOS DONANTES

Mis amigos de otras partes del mundo se muestran escépticos cuando ven la situación por ellos mismos. "Fatiga de los donantes", me explican cuando pregunto por qué no se está haciendo más para ayudar a los refugiados. Este fenómeno significa que la gente ya no dona a las causas caritativas, aunque lo han hecho en el pasado.

Pero ¿qué pasa con causas como la crisis de refugiados sursudaneses donde las donaciones son escasas? ¿Es eso fatiga o simplemente optar por cerrar los ojos a los gritos de personas inocentes?

También me han explicado que a la gente no le gusta donar a crisis motivadas políticamente, que preferirían canalizar su ayuda a víctimas de catástrofes naturales. Sin embargo, los donantes están olvidando algo fundamental: todas las calamidades son catastróficas independientemente de su causa. La única diferencia está en el contexto.

Ninguno de los sursudaneses participó nunca en una votación para huir de sus hogares. Escaparon porque no tenían otra elección, temían por sus vidas si se quedaban en Sudán del Sur.

INQUIETUD ENTRE LOS NIÑOS

La semana pasada, Grace, de 16 años, me plantó cara. "¿Hasta cuándo vamos a seguir recibiendo tan poca comida? No es suficiente. Siempre me dices que pronto seremos capaces de conseguir suficiente comida. ¿Cuándo será eso?"

A Grace y otros niños se les está agotando la paciencia. Se les ha prometido una y otra vez que las cosas van a mejorar. Cuando les veo, les ofrezco mis disculpas y palabras de aliento. Pero las palabras no son suficientes.

Uganda abrió sus puertas a sus vecinos y dio la bienvenida a los refugiados a nuestro país. Fue y sigue siendo una acción refleja, un acto de amor y amabilidad por parte del Gobierno ugandés. Aún así, no podemos hacerlo solos.

Otros gobiernos han prometido ayudar. En junio, Uganda y la ONU pidieron 2.000 millones de dólares para apoyar a los 1,3 millones de refugiados en total que hay en el país en los próximos cuatro años. Solo se han recabado 350 millones.

Nos dicen que los otros países están debatiendo "si es necesario dar la bienvenida a los refugiados además de cubrir sus necesidades". No podemos esperar. Los refugiados sursudaneses siguen llegando en camiones de ganado cada día. No podemos optar por cerrar nuestros ojos a la crisis de personas inocentes que sufren.

"Nadie se ha vuelto pobre por dar", dijo una vez Anna Frank.

(Este artículo fue publicado originalmente por Thomson Reuters Foundation)

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