MADRID, 24 Ago. (EUROPA PRESS) -
Las niñas y adolescentes rohingya, parte del éxodo de casi un millón de integrantes de esta minoría que se vio obligada a escapar a Bangladesh por los abusos del Ejército, siguen amenazadas por la violencia, abusos, tráfico de personas o matrimonio infantil, según un estudio de la ONG Plan Internacional.
Desde que comenzara la crisis se han registrado 688.000 llegadas adicionales a la población bangladeshí de Cox's Bazar, lo que sitúa a la población rohingya total en este campamento de refugiados, considerado uno de los más grandes del mundo, en más de 911.566 personas.
De ellas, más de la mitad, el 55%, son niños y niñas que arriesgaron su vida para llegar hasta los campamentos. La vida allí no es fácil. Después de huir de Birmania por culpa de la violencia, las jóvenes en particular están expuestas a todo tipo de atrocidades.
"La situación que viven las adolescentes rohingya es especialmente difícil porque se enfrentan a una triple discriminación por razones de edad, género y etnia", explica Benjamin Thiberge, director de Programas Internacionales de Plan International España.
"Muchas se encuentran solas y viven con miedo, sin el acceso necesario a la educación, alimentación, agua potable o letrinas. Están enormemente expuestas a sufrir abusos Es necesario que la comunidad internacional reconozca y atienda sus necesidades concretas de manera urgente", añade.
Según un estudio de Plan International, el 97% de las jóvenes asegura tener que encargarse de las tareas domésticas mientras que solo el 28% declara recibir algún tipo de educación.
Además, una de las grandes barreras a las que se enfrentan las refugiadas rohingya es la falta de oportunidades para la educación, que está exacerbando los problemas de protección de la infancia. Solo el 28% de todas las encuestadas para el informe "Adolescentes en Emergencias: Voces de Bangladésh", elaborado por Plan International, han reconocido que asisten a la escuela.
Muchas veces, son los propios padres quienes impiden a las jóvenes seguir yendo al colegio por la falta de recursos, de seguridad en los desplazamientos y porque prefieren que se queden trabajando en casa. El 75% de las adolescentes han contado que no pueden tomar decisiones sobre sus vidas y el 97% aseguran tener que encargarse de las tareas domésticas, entre ellas la recogida de agua.
UNA DURA VIDA EN BANGLADESH
Mukaraima, de 10 años, es una de las miles de niñas que llegó al campo de refugiados de Kutupalong en agosto de 2017, haciendo una travesía durante 16 días por las aguas del río Naf, que marca la frontera entre ambos países.
A pesar de su corta edad, Mukaraima ha sufrido la violencia en carne propia. Sus padres y dos de sus tres hermanas murieron a causa de un tiroteo, y su otra hermana está desparecida desde entonces. Mukaraima es consciente de los peligros y cuenta que, como en su tienda de campaña no hay ningún hombre, tiene miedo de que le roben, le asalten o de sufrir violencia de género.
Rumana es una joven de 13 años de la comunidad de acogida que vive a 8 kilómetros de Ukhia, un subdistrito del Cox's Bazar, y forma parte de esa minoría de jóvenes que todavía va al colegio. Actualmente cursa 5 grado y aspira a ser funcionaria.
La joven quiere continuar con sus estudios, pero, además de suponer un gasto económico, en su trayecto desde su casa hasta el colegio, ella y su amiga se enfrentan a las burlas y al acoso por parte de los chicos de la comunidad local y de los chicos rohingya. Las jóvenes deben seguir caminando mientras escuchan este tipo de malas palabras.
Rumana se pregunta: "¿cómo voy a continuar con mis estudios si tengo que trabajar en casa y debo superar todos los obstáculos de la carretera y a los chicos malos que se burlan de nosotras?".
La joven cree que finalmente va a tener que dejar la escuela para casarse: "Sé que legalmente está prohibido casarse antes de los 18, pero también sé que, si llego a los 20, todo el mundo avergonzará a mis padres diciéndoles que soy demasiado mayor", explica.
EL FUTURO ES LA EDUCACIÓN
La respuesta de Plan International ante esta emergencia pasa por apoyar especialmente a las niñas y adolescentes ofreciéndoles oportunidades de aprendizaje en un entorno seguro, abordando las principales barreras para el acceso a la educación como la falta de espacio físico en los campamentos, el bajo nivel de instrucción de los docentes y la restricción de movimiento de las adolescentes.
"La participación en los talleres está sirviendo para reducir el nivel de estrés y de trauma, a través del apoyo psicosocial y de reuniones con otros niños y niñas, por lo que ahora les resulta más fácil compartir su historia con otras personas", añade Thiberge.
En total, el programa de atención a necesidades educativas en emergencia de la población refugiada Rohinga y comunidades de acogida espera beneficiar a más de 9.000 jóvenes, de las cuales alrededor de 4.650 son niñas y mujeres jóvenes. Rumana y Mukaraima son dos de las jóvenes beneficiarias de los proyectos en los que Plan International trabaja para que ninguna chica rohingya o de las comunidades de acogida se quede atrás.