MADRID, 7 Nov. (EUROPA PRESS) -
El cambio de Gobierno ha agitado de nuevo en Italia el debate sobre la política migratoria, con mensajes que resuenan a la primera etapa de la ultraderecha en el poder y que vuelven a poner sobre la mesa diferentes formas de hacer frente a un drama que suma sólo este año más de 88.000 llegadas a las costas italianas y más de 1.300 fallecidos o desaparecidos.
Los principales argumentos del nuevo Ejecutivo italiano, encabezado por Giorgia Meloni, giran en torno a la supuesta falta de solidaridad europea y a las sospechas sobre las actividades de las ONG, a las que las autoridades siguen acusando de fomentar la migración desplegando barcos de rescate en la zona central del Mediterráneo.
El Ministerio del Interior italiano ha denunciado este lunes que, en lo que va de año, ya han arribado a las costas unas 88.100 personas, más que las 55.794 registradas en todo 2021 y las 30.416 de 2020, años no obstante donde hubo un descenso generalizado de las migraciones por las restricciones a la movilidad aplicadas en todo el mundo por la pandemia de COVID-19. Según el Gobierno, sólo en noviembre han desembarcado más de 2.800 migrantes.
Por nacionalidades, egipcios, tunecinos, bangladeshíes, sirios y afganos ocupan los primeros puestos de la lista, mientras que la cifra de menores no acompañados se acerca ya a los 10.000 --al menos 9.930 hasta el 31 de octubre, según datos oficiales--.
Las ONG y las agencias de Naciones Unidas, por su parte, enfatizan la otra cara de la moneda, la de quienes buscan protección en el sur de Europa tras un largo periplo que tiene como penúltima escala Libia, país marcado por el conflicto desde hace más de una década y donde se han constatado todo tipo de abusos sobre migrantes y refugiados.
Las organizaciones defensoras de los Derechos Humanos insisten en que Libia no puede ser considerado en ningún caso un puerto seguro para autorizar devoluciones, pero a principios de octubre la cifra de desembarcos en el país norteafricano ya superaba los 16.600, todos ellos obra de una Guardia Costera cuestionada también por sus prácticas represivas.
El dato, recabado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), se suma al de quienes pierden la vida intentando dar el salto final a Europa. Desde el año 2014, más de 25.000 migrantes han perecido en el Mediterráneo, entre ellos casi 20.200 en la zona central, la que conecta con Italia.
Sólo este año han fallecido 1.337 migrantes y refugiados en esta parte del Mediterráneo, por lo que no se descarta que se alcance el dato de 1.567 víctimas correspondiente a 2021, que fue el año más mortífero desde 2017. El peor año reciente en cuanto a víctimas fue 2016, con 4.574, si bien la ONU ha advertido de que no tiene constancia de todos los casos y se trata de aproximaciones estadísticas.
Más complicado es, si cabe, establecer cuántas personas pierden la vida por el camino, aún en suelo africano. En todo el norte de África, la OIM tiene registradas 527 fallecidos en lo que va de año y, de ellos, 88 corresponden al desierto del Sáhara, aunque en áreas tan inhóspitas muchos mueren sin dejar rastro.