Los errores sobre la alerta de tsunami elevaron a cientos los muertos
MADRID, 27 Feb. (EDIZIONES) -
Hace cinco años que el "gran terremoto" que los sismólogos vaticinaban desde hacía décadas sacudió las costas chilenas con tal intensidad que varió el eje de rotación de la Tierra. La dimensión de la catástrofe humanitaria se multiplicó por una sucesión de errores que aún persiguen al Gobierno de Michelle Bachelet como una pesadilla recurrente.
Son las 3.34 de la madrugada del 27 de febrero de 2010. La población duerme en las habitualmente tranquilas regiones costeras y en el archipiélago de Juan Fernández, pero la calma desaparecerá en unos segundos y dará paso a una angustia que se prolongará hasta el día siguiente.
La tierra se estremece a 30 kilómetros de profundidad bajo el océano Pacífico con una magnitud de 8,8 en la escala de Richter fruto de la tensión que las placas tectónicas de Nazca y Suramérica han estado acumulando durante 170 años y han liberado provocando el "gran terremoto" esperado durante décadas.
La sacudida se siente desde las costas de las regiones chilenas de Bio Bio y Maule hasta la lejana ciudad de Fortaleza, en el noreste de Brasil, y provoca una redistribución de la masa terrestre que, según estudios de la NASA, inclinó el eje de rotación de nuestro planeta unos ocho centímetros.
Los habitantes de las localidades costeras huyen en mitad de la noche a zonas altas por el miedo a un tsunami y hacen bien, porque apenas diez minutos después del seísmo, el mar retrocede para lanzar la primera de las cuatro olas de hasta ocho metros de altura que se adentraron en tierra 200 metros en las horas siguientes.
La falta de una alerta de tsunami hizo que cientos de personas murieran engullidas por los azotes del Pacífico, porque, tras la primera ola, muchos decidieron bajar desde los cerros para constatar los daños en sus hogares, convencidos de que el peligro había pasado y de que empezaba ahora el reto de la reconstrucción.
En total, 525 personas murieron en esa fatídica noche, la mayoría de ellas ahogadas, y 25 desaparecieron tragadas por el mar.
ESTADO DE EXCEPCIÓN
La madrugada del 27F fue el inicio de una espiral de caos en la que se sumergieron decenas de ciudades de las costas de Bio Bio y Maule por una serie de violentos saqueos que obligaron a la también entonces presidenta chilena, Michelle Bachelet, a declarar el primer estado de excepción tras la vuelta de la democracia al país, en 1990.
Pero, como todo en este desastre natural, la declaración del estado de excepción llegó tarde. Una población atemorizada por las continuas réplicas --se registraron más de 200, algunas de hasta 6 en la escala de Richter-- y la posibilidad de que el Pacífico volviera a despertarse arrasó con todos los comercios para conseguir víveres.
Así, ante la pasividad de La Moneda, los vecinos se organizaron y crearon grupos de vigilancia por barrios imponiendo toques de queda para evitar mayores disturbios. Cuando las Fuerzas Armadas llegaron a las calles, el orden ya se había impuesto a través de estas brigadas locales.
LOS ERRORES DEL 27F
Lo peor del 27F es que, según reconoció años después la propia Bachelet, pudieron haberse salvado cientos de vidas si desde los organismos públicos responsables del control sismológico y oceanográfico hubieran hecho su trabajo.
Las investigaciones --tanto periodísticas como judiciales-- han revelado que, cuando aún se sentían los latigazos del terremoto, uno de los observadores de la Oficina Nacional de Emergencias del Ministerio de Interior (ONEMI) en la región de Bio Bio alertó a la sede de Santiago sobre la intensidad del seísmo, que desoyó su advertencia.
Casi al mismo tiempo, desde el Centro de Hawai para la Alerta de Tsunamis en el Pacífico (PTWC) el geólogo taiwanés Vindell Hsu envió un "mensaje de observación" en el que advertía del riesgo potencial de que tuviera su réplica en el océano. Al no obtener respuesta, Hsu llamó al Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (SHOA) para confirmar que había llegado y un funcionario, que no sabía inglés, le dijo que sí sin saber a qué asentía.
El corte total de las comunicaciones impidió que los observadores de ONEMI y SHOA alertaran a Santiago del retroceso del mar, por lo que la primera ola llegó sin que aún hubiera aviso de tsunami. El SHOA reparó en el "mensaje de observación" de Hsu cinco minutos después de que el Pacífico se tragara varios pueblos.
A partir de ese momento, una cadena de errores hizo que nunca llegara a emitirse la alerta de tsunami. Aunque al ver el aviso de Hsu el SHOA pidió difundirla, la ONEMI consideró imprecisa la orden y no lo hizo. Otro malentendido llevó horas después a que el SHOA cancelara un aviso que jamás estuvo en circulación.
La Justicia chilena ha imputado a seis altos cargos del ONEMI y del SHOA por unos fallos que resultaron ser mortales, pero los artificios de las defensas han impedido que, cinco años después de la tragedia, se hayan sentado en el banquillo para escuchar la sentencia.
LA PESADILLA DE BACHELET
Aunque las consecuencias penales de la pésima gestión pública del 27F han planeado durante estos cinco años sobre Bachelet, ha logrado mantenerse al margen del proceso judicial, lo que no ha impedido que esta tragedia haya pasado factura a la carismática líder en el plano político.
En mayo de 2013 el juez instructor de la causa admitió una ampliación de la querella presentada por la defensa de las víctimas en la que pide imputar a la presidenta por cuasidelito de homicidio. Sin embargo, parece poco probable que prospere, ya que es cierto que Bachelet recibió información contradictoria de la ONEMI y del SHOA, lo que le impidió declarar la alerta de tsunami.
Sin embargo, la valoración judicial de estos hechos dista mucho de la crítica política. El desastre natural tuvo lugar 12 días antes de que Bachelet entregara la vara de mando a su sucesor en el cargo, Sebastián Piñera, pero los errores del 27F no salieron a la luz hasta que el nuevo Gobierno inició una revisión reposada de lo ocurrido, lo que la permitió abandonar La Moneda con un 80 por ciento de popularidad.
El 11 de marzo de 2014, Bachelet volvió a la Presidencia tras arrasar a Evelyn Matthei en las urnas. Alejada de la polémica en esos cuatro años desde su puesto de jefa de ONU Mujeres, su respaldo popular se ha mantenido invariable desde el inicio de su segundo mandato hasta ahora, cuando empieza a flaquear por la controversia en torno a las reformas de su Gobierno y por un reciente escándalo de tráfico de influencias que salpica de lleno a su hijo.
El quinto aniversario del 27F sorprende a Bachelet en sus horas más bajas --con un 40 por ciento de popularidad-- lo que ha hecho que el Gobierno decida honrar a las víctimas con una serie de actos regionales y locales encabezados por sus respectivas autoridades, evitando con ello un gran acto solemne en La Moneda.
Bachelet vivirá este día alejada de tierras chilenas, desde la sede de Naciones Unidas, en Nueva York, para participar en un encuentro de ONU Mujeres y no volverá al país hasta después de la toma de posesión del nuevo presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, el próximo domingo.
Así, aunque se espera que el viernes haga referencia en su discurso a las víctimas del terremoto y, sobre todo, del tsunami, Bachelet ha puesto en marcha la estrategia que tantos réditos políticos la ha dado en estos años para distanciarse de los fatales fallos del 27F, que amenazan con sumarse a las rémoras que lastran su Gobierno de cara a su primer aniversario.