BARCELONA, 23 Sep. (Por Fundación Vicente Ferrer) -
En Anantapur no existió un lenguaje de signos oficial hasta el año 2000, y las personas con discapacidad auditiva formaban parte de una comunidad aislada. Muchas familias no se percataban de que sus hijos o hijas no podían escucharles hasta que no cumplían los dos o tres años, y los menores no accedían a un audífono hasta pasados los 6 años, cuando las áreas del lenguaje en el cerebro ya están estructuradas, y es complicado estimularlas.
"Mi familia era muy pobre y siempre faltaba comida. No se dieron cuenta de que no oía hasta que cumplí cinco años", explica Mónica a través de su profesor que interpreta la lengua de signos. En la India rural las elevadas tasas de discapacidad se deben a la pobreza, la falta de cuidado prenatal, la malnutrición o las condiciones extremas de la vida en el campo.
El proceso ha sido largo. Primero los trabajadores del sector Personas con Discapacidad de la Fundación Vicente Ferrer (FVF) detectaron que en el lenguaje de signos en el que se comunicaban los niños de las aldeas, sólo el 70 por ciento coincidía, quedando muchas palabras y expresiones limitadas a una zona porque no se había planteado la unificación del lenguaje de signos en telugu (lengua que comparten las poblaciones de los estados de Andra Pradesh y Telangana).
Después, el intenso trabajo de la unidad de Lengua de Signos de la FVF hizo que la integración en la sociedad de las personas con problemas auditivos se realizara incluso a través de un programa cultural en el que los alumnos hacen bailes populares, cambiando de movimiento al ritmo de las luces de colores que les indican hacia qué lado deben girar. Una práctica con la que mejoran su integración y autoestima.
Siete años recorriendo las aldeas, registrando movimientos faciales y de las manos para expresar palabras, han sido necesarios para que el equipo de logopedas de la FVF, apoyados por profesionales españoles, lanzara este año el diccionario "Deja que tus manos hablen". Está compuesto por 2.300 signos que hablan de 50 temas cotidianos (partes del cuerpo, familia, animales), y se complementa con vídeos que facilitan el aprendizaje de la expresión facial y corporal, la base del lenguaje de signos.
"Ha sido un desafío realizar este diccionario porque tuvimos que estudiar cómo se comunicaban las personas sordas. Los signos cambian en los diferentes lugares, depende de la cultura, la religión. En lengua de signos lo más importante es la expresión facial y corporal de la persona", explica Yugendhar Naidu, responsable del Área de Lengua de Signos de la FVF.
Y añade: "El objetivo es beneficiar a toda la comunidad. Hay que integrar a las personas sordas, debemos generar puentes y lazos entre las diferentes formas de comunicación y sensibilizar a la población. Tener una lengua establecida y sistematizada, les empodera como colectivo. Permite que las demás personas de la sociedad les entiendan, y que, a la vez, hagan un esfuerzo por comunicarse con ellos".
ORALIDAD DIVERTIDA Y ÚTIL
"Hay que mirarles al hablar y divertirse con ellos", comenta la logopeda Gema García, colaboradora de la FVF. "Los programas auditivos son muy formales y estructurados, nosotros intentamos que el ambiente sea más funcional y motivador, e insisto en que cada niño es distinto y necesita herramientas diferentes", explica.
"Además, me esfuerzo para que mis compañeros perciban que la oralidad es divertida y útil. Esto es importante debido a que los niños y niñas hablan porque reciben respuestas gratificantes, por eso cuando gritan me uno a ellos, para que reciban una respuesta positiva y no tengan miedo a experimentar. Así se establece la interacción", añade.
García se implicó en un proyecto piloto sobre estimulación auditiva y lenguaje oral para niñas y niños con discapacidad auditiva en la escuela de Primaria de Bukkaraya Samudram, indujo al alumnado a la escucha, fomentando la discriminación de palabras y la comprensión y producción del lenguaje, y procurando que "el vínculo y las respuestas gratificantes" fueran el motor del aprendizaje.
Cerca de 500 niños y niñas de 5 a 16 años estudian en los cinco centros educativos para personas con discapacidad auditiva en el distrito de Anantapur.
Meenakshi y Skavitha tienen 12 años y son alumnas de la escuela de Bukkaraya: "Mi madre y mi hermano entienden algunos signos. Sin embargo, en la escuela puedo comunicarme con todo el mundo. Me encantaría que todos supieran lenguaje de signos", asegura Meenakshi, a lo que Skavitha añade que en su casa su padre "también es sordo, pero sólo habla un poco de lenguaje de signos".
A ambas, el diccionario les parece muy útil ya que "gracias a que tenemos los signos por escrito, podemos repasar si tenemos alguna duda. Cuanto mejor los sepamos, menos problemas tendremos para aprender el resto de materias", apunta Meenakshi.
La FVF explica a las familias aspectos técnicos sobre el funcionamiento de los audífonos, y les asesora sobre cómo hablar con los menores para contribuir al desarrollo de la lengua oral, cómo mantener la atención y cómo responderles. "Hay que mirarles al hablar y divertirse con ellos, por eso les proporcionamos juegos o rutinas en las que pueden intervenir para ayudarles", explica la cooperante.
"La comunicación va mucho más allá de las palabras. El arte es una forma de expresión y puede transmitir mucho, por ejemplo, a través de un dibujo. También hay otras herramientas para comunicarse, como una mirada. Lo más importante para entender a una persona es crear un vínculo emocional con ella", concluye.
EL GRAN AVANCE DE KAVITHA A PULLANA
Kavitha sufre una sordera severa desde su nacimiento, pero no fue hasta que cumplió los 2 años cuando su familia se dio cuenta que no podía oír. "La llamábamos y no contestaba. Le tirábamos piedrecitas para que respondiese, o la tocábamos en la espalda", cuenta Lakshmidevi, su madre.
A los 6 años, la matricularon en el colegio: "Los profesores no sabían la lengua de signos y no podían comunicarse con ella, así que se sentaba y seguía lo que estaba escrito en la pizarra, sin enterarse de mucho", añade.
El Programa de discapacidad llegó a Chintalapalli (Anantapur), el pueblo de Kavitha, hace 11 años. El organizador comunitario de personas con discapacidad visitaba a menudo la escuela de refuerzo y enseguida se percató de la situación de Kavitha y de lo importante que era que recibiera una educación adaptada. Así entró en la escuela para niñas con discapacidad.
Su padre no tuvo la misma suerte. Analfabeto, Pullanna, de unos 40 años, trabaja como jornalero en el campo. No tiene ninguna formación en lengua de signos, logra hacerse entender con gestos muy básicos improvisados que le bastan para salir del paso. Pero los signos que utiliza no son suficientes para salir del aislamiento en el que ha vivido toda su vida.
"Cuando nos casamos, su familia me ayudaba a entenderle. Estaban más acostumbrados a comunicarse con él. Luego nacieron los niños y nos mudamos a otra casa. Solos, él y yo, la comunicación se hizo muy difícil", recuerda Lakshmidevi.
Las diferencias entre la actitud de Kavitha y la de su padre son abismales. Ella es jovial, abierta y muy atenta a todo lo que pasa a su alrededor. A diferencia de su padre, puede comunicarse con la lengua de signos. Acude a casa cada dos meses para ver a su familia, el momento en el que su padre no se siente tan solo, porque con ella sí que puede comunicarse. "Es una pena que esté lejos, pero quiero que Kavitha estudie mucho para tener un buen futuro y llegar a trabajar", confiesa su madre.
Los menores con discapacidad son uno de los grupos más vulnerables en la sociedad india, pero la experiencia de los 50 años de trabajo en terreno de la FVF concluye que el acceso a la educación especial les capacita para superar límites y alcanzar oportunidades de futuro.