MADRID, 15 Jul. (Por ONU Mujeres) -
En el condado de Turkana, en el norte de Kenia, caminar kilómetros y hacer cola en los puntos de agua se ha convertido en una tarea diaria para muchas mujeres.
"Es mi rutina tres veces al día", dice Paulina Epung'u, una vecina de Lotureirei. "Tengo que ir a buscar agua para nuestro uso y también para las cabras y ovejas, ya que están demasiado débiles para caminar".
Epung'u, de 58 años y madre de siete hijos, es una de los 2,7 millones de personas afectadas por la actual sequía en el Cuerno de África. "En un buen día, conseguimos aguas de una bomba solar a un kilómetro de aquí, pero cuando esta bomba se rompe, tenemos que escarbar en el cauce del río seco en busca de restos de lloviznas".
A unos diez kilómetros de Loturei, en Nakata Pan, Akidor Lopunga Nangiro, una anciana que vive con sus dos hijos, una nuera y cuatro nietos, apenas puede recordar la última vez que hubo una lluvia fuerte. "Hemos tenido pequeñas lloviznas que desaparecen inmediatamente", dice Nangiro. "Dependemos del ganado y ahora se está muriendo".
ONU MUJERES/KENNEDY OKOTH
El condado de Turkana es una de las áreas más secas de Kenia y las mujeres soportan los efectos de la actual sequía. No sólo se encargan de suministrar los alimentos a sus familias, también contribuyen a los ingresos del hogar mediante la recolección y venta de leña o grava para construcción en localidades vecinas.
"Aquí en Turkana dependíamos de nuestras cabras, camellos y ganadería para subsistir, pero ahora tenemos que reunir grava y quemar carbón para mantenernos", reconoce Paulina Epung'u. "A veces vendemos un cubo de grava a 250 chelines, pero podemos tardar una semana o dos ya que el mercado no está garantizado", dice Akidor Lopunga Nangiro.
ESCENARIO COMPLEJO
Los tres años consecutivos de lluvias escasas han agotado la capacidad de la población para salir adelante y la intensificación de los conflictos por el agua y los pastos están empujando a estas personas fuera de la región. Según la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), más de 20.000 kenianos de los condados de Garisa y Turkana se han visto desplazados por la sequía en 2017.
"El empoderamiento económico de las mujeres reduciría su vulnerabilidad durante las sequías", explica Susan Aletia, asesora de género para el Gobierno del condado de Turkana. "El Gobierno y la sociedad en general necesitan dar a las mujeres espacio para hacer algo por sí misma y cumplir con los ingresos familiares".
Las últimas previsiones meteorológicas indican unas lluvias por debajo de la media este año y el número de personas en grave inseguridad alimentaria previsiblemente aumentará a cuatro millones, según UNICEF. La Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que el 42 por ciento de los hogares de Turkana reconocen que han pasado algún día sin comer.
ONU MUJERES/KENNEDY OKOTH
El hogar de Akidor Lopunga Nangiro es un buen ejemplo. "No tenemos nada para comer y, para la noche, depende", dice Nangiro. "Si lo conseguimos, bien, y si no, dormiremos. Cuando nos despertamos no anticipamos ninguna comida. En un buen día, sólo hay una".
Debido a las persistentes desigualdades de género, las mujeres y las niñas tienden a padecer mayores niveles de inseguridad alimentaria y malnutrición. Cuando la comida escasea, suelen lograr aún menos comida que los miembros varones de la familia.
El 10 de febrero de 2017, el Gobierno kenianiano declaró la sequía desastre nacional, lo que llevó a Naciones Unidas a lanzar un llamamiento de 165,8 millones de dólares. Los fondos apoyarían intervenciones en hogares que podrían salvar vidas, mediante la provisión rápida de alimento y agua para animales, programas de salud veterinaria y la entrega a tiempo de piezas para la matanza, para proteger a los animales en fase reproductiva mientras se garantiza la seguridad alimentaria de las comunidades que dependen de la ganadería. Según la OCHA, sólo han llegado 54,5 millones de dólares de los fondos requeridos.
ONU Mujeres trabaja con la Autoridad Nacional para la Gestión de la Sequía en Kenia para garantizar que todas las intervenciones tienen en cuenta las vulnerabilidades específicas de mujeres y niños. "Hasta ahora, ONU Mujeres ha formado a más de 60 trabajadores vinculados a la Autoridad para identificar y atajar dudas de género durante las fases de respuesta y recuperación", afirma la especialista en Reducción de Riesgos en Desastres de ONU Mujeres, Beatrice Teya
De cara al futuro, ONU Mujeres seguirá trabajando para intentar que el Gobierno y otras instituciones humanitarias garanticen que los actuales programas humanitarios y de resiliencia tengan en cuenta la perspectiva de género.
(Esta tribuna fue publicada originalmente en la página web de ONU Mujeres: http://www.unwomen.org/en/news/stories/2017/6/feature-in-kenya-women-bear-brunt-of-drought)