MADRID, 11 Jun. (EUROPA PRESS) -
Un tribunal iraquí ha condenado a un año de cárcel a medio centenar de simpatizantes extremistas del poderoso clérigo chií Muqtada al Sadr por considerar al religioso como un nuevo mesías, mientras que el líder de la facción ha recibido una condena de dos años.
Todos los condenados forman parte del llamado "Pueblo de la Causa", una de las facciones más radicales de los simpatizantes del religioso y en su día hombre fuerte del país, según el pliego de cargos recogido por la agencia oficial de noticias iraquí NINA.
Los radicales se dieron a conocer tras irrumpir en la gran mezquita de Kufa, una de las más importantes del país, en la provincia de Nayaf, para declarar a Al Sadr como el prometido Mahdi ("El guiado"), una figura mesiánica y redentora del Islam y destinada a aparecer antes del fin de los tiempos.
Sucede que cualquier declaración popular de un mahdi es objeto de repulsa por chiíes y suníes. Para empezar, esta figura no aparece realmente en el Corán y, sobre todo, entienden que la designación de un mesías queda en manos exclusivamente de Dios.
Salí Mohamed al Iraqi, considerado como el portavoz oficioso de Al Sadr --quien tenía previsto acudir a la mezquita en el momento de la protesta-- ha calificado a la facción del Pueblo de la Causa como un grupo de "corruptos" mientras el religioso describió la irrupción como la expresión de una crisis interna dentro de su propio movimiento.
La entrada en la mezquita supuso la gota que colmó la paciencia de Al Sadr, que anunció entonces la retirada de su grupo de la vida política nacional. El movimiento saderista se había ido encerrando cada vez más en sí mismo durante los últimos meses, en particular después de que Al Sadr anunciara en agosto del año pasado su salida personal de la política del país en medio de una ola de protestas de sus seguidores en la capital, Bagdad, que se saldó con al menos 35 fallecidos.
El derramamiento de sangre acabó por culminar meses previos de tensión en el país, entre constantes movilizaciones saderistas que desembocaron en la toma del Parlamento hasta en dos ocasiones para protestar lo que denunciaron como constantes maniobras de las formaciones proiraníes, grandes derrotadas en los comicios legislativos, para impedir la formación de un gobierno saderista.