DAKAR, 14 Jul. (Thomson Reuters Foundation/EP) -
La última ola de violencia declarada en la región de Ituri, uno de los focos de la actual epidemia de ébola en República Democrática del Congo, ha vuelto a poner de manifiesto que el conflicto armado se ha convertido en el principal obstáculo para mitigar el contagio de una enfermedad que ha dejado desde su última aparición el pasado mes de agosto un total aproximado de 1.598 muertos, en una región considerada a todos los efectos como zona catastrófica.
El presidente del país, Felix Tshisekedi, estima que unas 400,000 personas ha resultado desplazadas en toda la provincia. Algunas, posiblemente, infectadas con ébola o sarampión La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ha constatado un aumento en el campo de refugiados de Djugu, a donde han llegado recientemente otras 20.000 personas, un aumento del 135 por ciento en la población respecto de julio del año pasado.
Djugu, como Mahagi, son lugares donde los desplazados del ébola llegan solo para encontrarse de golpe con los estallidos de violencia comunitaria entre los grupos lendu y hema, y con las escaramuzas entre el Ejército congoleño con las milicias de la zona.
A principios de este año, hombres no identificados destruyeron varios centros para el tratamiento del ébola en Butembo (en la vecina provincia de Kivu Norte, otro de los focos de la enfermedad). En abril, un epidemiólogo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) murió durante un ataque al Hospital Universitario de la región. En total han ocurrido 130 ataques contra instalaciones médicas entre enero y mediados de mayo. El saldo: cuatro muertos y 38 heridos.
El ébola no es un desconocido para la doctora Marie-Claire Kolie. Ya se enfrentó a él en su país natal, Guinea, en 2014. Hasta entonces, solo era un capítulo sus libros de medicina. Hoy, con 40 años, es parte de un equipo de médicos que combaten a la enfermedad en un centro de la OMS en República Democrática del Congo.
FALTA DE ALTERNATIVAS
La respuesta del país africano, reconoce Colie, es mejor que la que efectuó su país natal, donde la doctora tuvo que atender a pacientes en tiendas de campaña comunitarias. Sin embargo, todos los avances se ven lastrados por la situación de seguridad en la zona.
Por culpa del conflicto armado, la Casa Blanca prohibió a sus especialistas del Centro de Control de Epidemias que pusieran pie en las zonas amenazadas por la violencia y se quedaran, en su lugar, en la capital regional de Goma, como ha hecho Médicos sin Fronteras tras cerrar sus centros.
Ante el descontrol de epidemia, las autoridades de salud están buscando con urgencia una estrategia diferente para detener el ébola.
"A veces, si la situación de seguridad no es buena, tenemos que abandonar a nuestros pacientes", reconoce Kolie, desde la ciudad nororiental de Butembo. "Estás ahí, luchando por salvar a alguien que crees que puedes salvar y de repente te dicen que la amenaza es demasiado grande y que tienes que retirarte. Es muy difícil para nosotros", ha lamentado.
"Si no fuera por el conflicto, con esta nueva tecnología de la que disponemos habríamos acabado rápidamente con el brote", asegura la doctora, que recuerda que el brote del este de RDC es el segundo brote más grande de la enfermedad después del de 2014-2016, cuando más de 11,000 personas murieron en los estados de Guinea, Sierra Leona y Liberia, en África Occidental.
Su experiencia en el tratamiento de pacientes en RDC a menudo le recuerda a Kolie que su mejor amiga de la escuela de medicina en Guinea se infectó con el virus y sucumbió tras dos semanas de tratamiento intensivo.
"Hay momentos en que me pregunto si sería mejor trabajar en otro lugar y preferiría quedarme con mis hijos y pasar tiempo con mi familia", reconoce Kolie, que no piensa parar de todas formas. "Cuando digan que todo ha terminado, me sentiré orgullosa de haber contribuido a su erradicación", ha asegurado.