Tanto los residentes del campamento como los isleños se declaran arruinados, desolados y abandonados por la UE y la clase política
LESBOS (GRECIA), 6 (DPA/EP)
La situación humanitaria en el campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos, ha rebasado ya el punto crítico. Las condiciones de vida son absolutamente insostenibles en un lugar donde 13.000 personas sobreviven hacinadas --originalmente fue concebido para 3.000 residentes--. No hay, lamentan los refugiados, escapatoria del hedor de cuerpos sin lavar, de la ropa mohosa, de la basura y de los desagües abiertos.
La realidad volvió a quedar de manifiesto el pasado 27 de septiembre. En señal de protesta, los refugiados iniciaron dos fuegos e impidieron que los bomberos apagaran las llamas bajo la premisa de que la destrucción del campo implicaría su traslado al continente. El resultado: una fallecida.
Giorgios, restaurador, tiene su hotel familiar unos pocos kilómetros al norte, en el pintoresco pueblo pesquero de Skala Sikamineas, cerca del punto al que se dirigen los refugiados desde Turquía. Él ha sido testigo de la progresiva indiferencia de la opinión pública internacional a esta larga crisis que comenzó en 2015.
Primero, miles de personas traumatizadas, empapadas y desesperadas caminaban por la aldea día tras día. Luego vino el Papa de visita, seguido de políticos internacionales y celebridades como la actriz Angelina Jolie, y los habitantes de Lesbos fueron nominados para el Premio Nobel de la Paz por sus acciones.
Ahora viven olvidados, después de la entrada en vigor de un pacto de devolución de refugiados entre la UE y Turquía, sin turismo, y con la realidad de la migración ilegal llamando a su puerta. Apenas hay un pescador en Skala Sikamineas que aún no haya rescatado a personas en el mar o descubierto un cuerpo ahogado. Algunos incluso han encontrado un cadáver en su anzuelo.
"Me pasó a mí", explica Michalis, un pescador de 74 años. "Tiré y tiré y pensé, ¡es pesado! Lo había enganchado por la chaqueta", señala. Las opciones son inhumanas, porque si los pescadores denuncian el cadáver a la Policía del puerto "seremos interrogados durante días y nuestras embarcaciones serán retenidas", explica. Por lo tanto, muchos simplemente abandonan el cuerpo y miran hacia otro lado, se lamenta Michalis.
"El odio a los refugiados realmente no existe aquí. Los griegos no olvidamos nuestra humanidad fácilmente", explica el hotelero Giorgos, quien sin embargo reconoce que la paciencia de los isleños tiene un límite. "Hay que entender eso, sí. Son seres humanos, pero nosotros también", añade.
Lesbos solía ganar dinero con el turismo, ahora la principal fuente de ingresos es el sufrimiento y la miseria sin fin. "Ningún turista quiere disfrutar de su desayuno mientras pasan filas de refugiados descalzos y empapados", explica.
La mayor preocupación en la isla es la tierra y los gérmenes. "Estamos sentados en un barril de pólvora. Todos temen que haya una epidemia en Moria con todas las bacterias y virus. Cuando eso suceda, no quiero imaginar cómo reaccionarán los habitantes", avisa Giorgos.
Los planes de expansión del campo están paralizados por la resistencia de los locales, que temen que la isla se convierta en un campamento de refugiados permanente.
DESOLADOS
Mustafá, afgano de 29 años, y su esposa están sentados con sus tres hijos tosiendo en medio de la tierra. El refugiado enseña fotos de tiempos más felices, cuando trabajaba como albañil en Irán. Cuando las autoridades deportaron inesperadamente a su familia de regreso a Afganistán, se dirigieron a Europa.
Pero cuando llegó a Lesbos, nada hacía presagiar las horrendas condiciones de vida bajo las que subsistirían, ni las enormes dificultades burocráticas que padecerían para salir.
Por norma, se tarda siete meses en procesar una solicitud de asilo, por falta de personal. El nuevo Gobierno griego, liderado por el conservador Kiriakos Mitsotakis, ha prometido acelerar el proceso aboliendo el derecho de los solicitantes de asilo a una apelación si al principio son rechazados.
La Coalición de la Izquierda Radical (SYRIZA), el partido de izquierda ahora en oposición, ha expresado sus reservas sobre este paso. Cuando estaba en el gobierno no rechazó ninguna solicitud de asilo, a pesar de las facilidades que les permitía el acuerdo UE-Turquía.
Los residentes de Lesbos no tienen otras soluciones. Creen que son ellos los que están pagando el precio por la llegada de los inmigrantes y han acabado denostando a la clase política, a quienes consideran principales beneficiados del tráfico de personas y las guerras circundantes. La Unión Europea tampoco se libra de las críticas. "Para ellos somos la opción más conveniente", se lamentan.