MADRID, 21 Mar. (EDIZIONES) -
¿Por qué hay tantos países europeos involucrados en la guerra actual en Ucrania? Una de las claves se encuentra en la geografía política del continente. La expansión de la OTAN hacia el este o la influencia de Rusia en los conflictos internos de las antiguas repúblicas soviéticas son algunas de las situaciones a las que se ha aludido de un lado y otro mientras escalaba la tensión en el este de Europa.
El presidente ruso, Vladimir Putin, reconoció en 2022 la independencia de las provincias ucranianas de Donetsk y Lugansk, autoproclamadas en 2014 con el apoyo de Moscú. Pocos días después comenzó la invasión y la guerra actual en el país.
Ya en el primer trimestre de 2021, el ejército ruso se movió hacia la península de Crimea y la frontera con Ucrania. Estados y organizaciones, como la OTAN, pidieron a Rusia que entregara Crimea a Ucrania, país que en paralelo, pidió formar parte de la Alianza Atlántica.
¿CUÁNDO COMENZÓ EL CONFLICTO EN UCRANIA?
Las tensiones entre Rusia y alianzas como la OTAN y la Unión Europea con Ucrania de por medio se remontan casi dos décadas atrás en el tiempo, cuando estalló la Revolución Naranja. Las elecciones presidenciales en el año 2004 originaron multitud de protestas en el país que acusaban al gobierno de fraude electoral a favor del candidato Víktor Yanukóvich. Los ucranianos se manifestaron desde noviembre hasta enero reclamando la elección del candidato prooccidental Víktor Yushchenko y, finalmente, consiguieron la celebración de nuevas elecciones en las que éste se alzó con la victoria.
En el año 2010, Yanukóvich volvió al poder y tres años después suspendió la firma del acuerdo comercial que había pactado su país con la Unión Europea, presentando una asociación con Rusia como contrapartida. Tras esto, se produjo una revolución en Kiev con epicentro en la plaza de la Independencia (Maidán, por su nombre en ucraniano) que acabó con la destitución del presidente.
Como reacción, estallaron revoluciones en la zona del Donbás, en las provincias de Donetsk y Lugansk, donde separatistas prorrusos se manifestaron a favor de integrar dichos territorios en Rusia. De forma paralela, en Crimea tuvo lugar un referéndum sobre su adhesión a Rusia, con un 97% favorable de llevarla a cabo. Putin firmó la anexión, lo que condujo a sanciones por parte de la Unión Europea, Estados Unidos y la OTAN. La península a orillas del mar Negro había formado parte de Ucrania desde 1954, año en el que la recibe por parte del ex mandatario soviético Nikita Kruschev.
¿QUÉ ANTIGUOS PAÍSES SOVIÉTICOS HAY EN LA OTAN?
En diciembre de 1991, gobernantes de once de las quince repúblicas soviéticas se reunieron en Alma Atá (Kazajistán) y firmaron la disolución de la Unión Soviética. En su lugar surgió la Comunidad de Estados Independientes (CEI), integrada por Rusia, Bielorrusia, Ucrania, Moldavia, junto con dos de los países del Cáucaso (Azerbaiyán y Armenia) y cinco de Asia Central (Kazajistán, Kirgüistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán). De las cuatro restantes, Estonia, Letonia y Lituania no firmaron el tratado y hoy forman parte de la Unión Europea, mientras que Georgia se incorporó en 1993 tras la llegada al poder tras una guerra civil de Eduard Shevardnadze, quien fue ministro de Asuntos Exteriores durante la época soviética.
Turkmenistán salió de la CEI en 2005, Georgia en 2009 y Ucrania, que ya había reducido su participación desde 2014, anunció su salida en 2018. Estos países actualmente tampoco forman parte de otras alianzas de la región, como la Organización para el Tratado de la Seguridad Colectiva (creada en 1991) y, más recientemente, la Unión Económica Euroasiática (2015).
Por otro lado, la OTAN creció más allá del antiguo telón de acero que antes la había separado con los países del Pacto de Varsovia a partir de los años noventa. Primero se incorporó Alemania Oriental como efecto de la reunificación alemana y después, en 1999, entraron la República Checa, Hungría y Polonia. En 2004 se produjo la mayor ampliación, con Rumanía Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia y tres exrepúblicas soviéticas a orillas del Báltico: Estonia, Letonia y Lituania.
Paralelamente, la expansión de la Unión Europea, a la que se incorporaron también estos países, rediseñó las fronteras del continente, convirtiendo la región rusa de Kaliningrado en un enclave entre países comunitarios.
Las manifestaciones de Putin en contra de la expansión de la OTAN hacia el este han sido múltiples. Cuando declaró a principios de 2022 la independencia del Donbás, días antes de la invasión de Ucrania, declaró que se había "engañado" a Moscú con las ampliaciones. A finales de 2019, en la cumbre celebrada en Londres con motivo del 70 aniversario de la alianza, las consideró una "amenaza potencial" para Rusia. En el discurso que pronunció en la Conferencia de Seguridad de Múnich en 2007, se preguntó dónde habían quedado las "garantías" pactadas en los años noventa.
OTROS CONFLICTOS ADEMÁS DEL DONBÁS Y CRIMEA
Las tensiones en el Donbás y Crimea no son las únicas que se han sufrido en el interior de los antiguos países soviéticos. Con la caída y desintegración de la Unión Soviética, y ante la posibilidad de que Moldavia acabara siendo parte de Rumanía, varios distritos en la ribera oriental del río Dniéster, de población mayoritariamente ruso parlante, declararon la República Moldava de Transnistria a principios de 1990. Actualmente ha logrado situarse fuera del control del Gobierno de Chisinau, adquiriendo atributos de un Estado, incluyendo policía, ejército y servicio postal propios.
Al otro lado del mar Negro, Georgia y Rusia mantuvieron una breve guerra por Osetia del Sur y la región de Abjasia en 2008. Tras acabar el conflicto, Moscú, cuyas fuerzas se impusieron, reconoció a ambas regiones como países independientes, si bien la inmensa mayoría de los países no lo han hecho. Osetia del Sur, predominantemente agrícola y con unos 50.000 habitantes, ya está muy integrada en Rusia, puesto que usa el rublo, cuenta con una base militar rusa y recibe buena parte de su presupuesto de Moscú. Sin embargo, Georgia sigue considerándola, al igual que Abjasia, como territorios ocupados.
También en el Cáucaso hay un conflicto más antiguo que se remonta a la época del imperio ruso. En la región del Nagorno-Karabaj, dentro de la actual Azerbaiyán, habitada por una mayoría étnica de armenios cristianos, siempre hubo tensiones con la minoría turca de fe islámica, pero se mantuvieron bajo control tanto en tiempos de los zares como de mandatarios soviéticos. En 1991, Nagorno-Karabaj declaró su independencia, propiciando una guerra entre Armenia y Azerbaiyán que se saldó con 30.000 víctimas y cientos de miles de refugiados. Finalmente, Armenia se hizo con el control efectivo del Nagorno-Karabaj en 1993 y ocupó el 20% del territorio azerí de la región.
Rusia medió un alto al fuego entre las partes en 1994, que se incumplió varias veces durante las décadas posteriores, mientras Armenia reivindicaba su dominio territorial y Azerbaiyán reclamaba el fin de la ocupación, en línea con las resoluciones de las Naciones Unidas. Hubo un episodio posterior de violencia en 2016, con un enfrentamiento de cuatro días con la muerte de un soldado armenio como detonante. La guerra entre los dos países volvió a estallar en septiembre de 2020 durante un mes y medio y terminó con otro alto al fuego mediado por Rusia, por el que Armenia tuvo que entregar a Azerbaiyán varias regiones que controlaba en el Nagorno-Karabaj.