El país sufre una nueva crisis por el miedo de la vieja guardia a perder el control político con las reformas
MADRID, 17 Abr. (EUROPA PRESS) -
Cuba vivirá esta semana el mayor cambio desde la Revolución de 1959. Raúl dejará la Presidencia poniendo fin a seis décadas de dominio absoluto de la familia Castro en la vida política, económica y social. La isla caribeña afronta una nueva etapa sin el respaldo que a lo largo de su historia le han ofrecido distintos aliados internacionales y con fuertes convulsiones internas.
Cuando Fidel anunció el triunfo revolucionario aquel 1 de enero desde el balcón del Ayuntamiento de Santiago, Cuba era uno de los países más desarrollados de América Latina. Su economía crecía ligada a la exportación de azúcar, tabaco y café y al capital estadounidense. Su población gozaba de altos índices de alfabetización y esperanza de vida.
Sin embargo, existía también una enorme desigualdad que enfrentaba a las grandes ciudades de estilo occidental, como La Habana y Santiago, con un campo deprimido. De acuerdo con el profesor Carmelo Mesa-Lago, el 30 por ciento de los cubanos estaba en una situación precaria, el caldo de cultivo perfecto para el ascenso de Fidel y sus 'barbudos'.
La idea romántica de la liberación del pueblo cubano del yugo dictatorial de Fulgencio Batista convirtió al joven guerrillero en el hombre de moda. Hizo una gira por Estados Unidos en la que fue aclamado a cada paso, incluidos los grandes medios y el entonces vicepresidente, Richard Nixon. Según sus propias palabras, llegó con "un sincero sentimiento de amistad" buscando "la simpatía" del poderoso vecino del norte.
El idilio apenas duró un año. "Cuando comienzan las expropiaciones (a ciudadanos y empresas estadounidenses en Cuba) se produce una reacción negativa", cuenta a Europa Press Anna Ayuso, analista para América Latina del 'think tank' español CIDOB. Se declara el embargo y Castro, en la lógica de la Guerra Fría, vira hacia la Unión Soviética para encontrar el apoyo internacional que necesitaba para reconstruir Cuba tras la lucha fraticida.
"Durante el período 1959-1989 el PIB creció a una media anual aproximada del 4,5 por ciento" con el Estado como único proveedor de bienes y servicios, conforme a datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de Naciones Unidas (CEPAL). "Se pudo conseguir un acceso universal a los sistemas de educación y salud (...). La gente alcanzó un mínimo decoroso en el nivel de vida", explica a Europa Press la socióloga cubana Marlene Azor.
LA PESADILLA DEL PERIODO ESPECIAL
El sueño comunista de Cuba se derrumba con la URSS. Los subsidios soviéticos --una línea de crédito a fondo perdido-- se esfumaron y con ellos el estado de bienestar social que hasta ese momento había compensado a los cubanos la falta de libertad. "Había una dependencia total" entre La Habana y Moscú y "se dispara la precariedad", recuerda Azor.
Cuba entra en el Periodo Especial, una década agónica. Se calcula que el cubano medio llegó a perder un tercio de su masa corporal por la falta de alimento y el esfuerzo del trabajo. "Los gatos y los perros desaparecieron porque la gente se los comía. Nunca se declaró la hambruna pero existió", afirma esta doctora en Ciencias Sociales y Humanidades que vive exiliada en México.
"El Gobierno dijo que no era necesaria una terapia de choque porque todo el mundo trabajaba y recibía su salario", creyó que sería tan solo una crisis coyuntural. "Pero la verdad es que el valor del dinero cayó a cero y (...) solo hemos podido recuperar un 38 por ciento porque los precios se han seguido inflando y la capacidad adquisitiva no ha mejorado", recalca Azor.
Cuba cae en "una depresión extraordinaria" que obliga al régimen 'castrista' a buscar nuevas fuentes de ingreso. Los cooperantes, médicos y profesores que viajaron a otros países del bloque del este para formarse y ejercer después en naciones afines más necesitadas, se convierten en un potente activo. El Estado, indica Azor, les confisca hasta el 80 por ciento de su sueldo mensual.
'El Comandante' abre la economía a la inversión extranjera y al turismo, si bien tímidamente, para no perder el "control político", de ahí que todos estos flujos queden en manos del aparato militar y su entramado de empresas. "Fidel tenía miedo al contagio, pero no se produjo porque los activistas siempre son una minoría social. La gente estaba centrada en sobrevivir", apunta Azor.
VENEZUELA Y EEUU
Con el nuevo milenio, comenta Ayuso, "se produce un cambio en la región a gobiernos de izquierda que apoyaron a Cuba". Destaca el de Hugo Chávez en Venezuela, que acude al rescate con "la diplomacia de la chequera": le entrega crudo barato para que lo revenda a un precio mucho mayor.
Este breve "respiro" se tambalea con la crisis internacional de 2008, justo cuando Fidel abdica en su hermano obligado por su frágil salud, y concluye con la muerte de Chávez y el estallido de la crisis venezolana en 2013. "Esto fuerza a Raúl a buscar cambios (...) y le hace acercarse a Europa y Estados Unidos", indica Ayuso. En 2011 anuncia un plan para "actualizar el modelo económico y social".
El menor de los Castro pone en marcha una agenda de reformas que crea un incipiente sector privado. Los llamados 'cuentapropistas' florecen y se multiplican con restaurantes y casas particulares centrados en dar servicio a la creciente masa de turistas. El culmen llega en 2014 con un histórico acercamiento a Estados Unidos propiciado por Barack Obama.
"Había cierto optimismo", comenta la experta española. Estos pequeños pasos de gigante para un país que había permanecido ajeno a las transformaciones internacionales durante decenios hacían pensar que podía empezar a caminar hacia el escenario de economía capitalista y libertad social que Fidel había intentado evitar.
La muerte de Fidel, en 2016, animó los vientos de cambio, pero Donald Trump les puso freno meses después con una vuelta a la antigua política de enfrentamiento. "En estos momentos el país es como un barco a la deriva", asegura a Europa Press Martha Beatriz Roque, ex presa política de la Primavera Negra.
CUBA ANTE EL FUTURO
Azor sostiene que los éxitos de la Revolución se han perdido. El sistema sanitario ha quedado obsoleto --"uno tiene que llevar hasta las sábanas"--, mientras que la educación ha dejado de ser universal en el estrato universitario, reservado solo para "revolucionarios", y en los niveles primario y secundario la calidad ha caído en picado porque los profesores prefieren trabajar como "repasadores" en clases particulares por los bajos salarios.
Las reformas económicas tampoco han funcionado. 'Granma', diario oficial, reconoce que el 70 por ciento de las medidas anunciadas en 2011 no se han cumplido. El propio Raúl admite "errores e insuficiencias". "Tenemos que reconocer que nos falta mucho por hacer", dijo en una reciente reunión del Partido Comunista de Cuba (PCC).
La lentitud se debe a la resistencia de la vieja guardia. Las licencias para el sector privado se han reducido hasta dejar 500.000 'cuentapropistas' que, de acuerdo con Azor, proceden de "la élite política y militar" o viven de las remesas. "Hablaremos de apertura económica cuando beneficie a todos los cubanos", reivindica a Europa Press la líder de las Damas de Blanco, Berta Soler.
Sin los 'petrodólares' venezolanos, sin el aliento de Obama y con las reformas estancadas, la necesidad ha vuelto a Cuba. "No hay absolutamente nada para comer de proteína que no sean pollo, salchichas o un picadillo muy mal hecho que nadie sabe qué lleva", se queja Roque.
Entretanto, se avecina un cambio demográfico. Cuba tiene una población cada vez más envejecida y los jóvenes, despegados de la retórica revolucionaria, "emigran porque hay una pobreza extraordinaria", ilustra Azor. "Si el Gobierno no ofrece oportunidades (...) el país se vaciará y se quedarán solos dándose órdenes unos a otros", augura.