BUJUMBURA, 25 Abr. (Por Mark Nonkes, asesor de comunicación de World Vision East Africa) -
Llegan mientras Félix todavía está en la cama. Su mañana arranca con un pequeño golpe en la puerta de su casa de adobe. En su mayoría son madres, que llegan antes del amanecer, tras haber caminado por las vibrantes colinas de Burundi con un niño atado a la espalda. Llegan a esta casa en busca de soluciones para su hijo enfermo.
En este pueblo remoto, Félix no es conocido por ser solo un granjero, sino un curandero. Sin embargo, no es un curandero tradicional, es uno de nuestros voluntarios de salud formado y capacitado para curar la malaria. Una figura fundamental que está salvando miles de vidas gracias a las herramientas que la ciencia y la investigación han demostrado eficaces para luchar contra esta enfermedad.
Félix está en primera línea de la crisis de la malaria en Burundi, un país en el que 2017 se registraron más de 6,4 millones de casos, la mayoría en niños. En su propio hogar, Félix da la bienvenida a las madres y los niños, y como si de magia se tratase abre un gran baúl de metal azul donde se almacenan kits de prueba de la malaria, libros de registro y medicamentos.
"Por lo general, recibo de 30 a 40 personas por mes, aproximadamente una por día. Cuando se juntan grandes cantidades, a veces 10 por día, no voy al campo a trabajar y es mi esposa la que se encarga", dice este padre de dos hijos.
"Los voluntarios locales solo tratamos casos moderados, otros casos que son graves los referimos al hospital del distrito", explica Félix. "En las primeras etapas de la malaria, podemos evitar que empeore al darles a las personas tres tabletas para un tratamiento de más de tres días", añade.
Aquí, la malaria es una carga obstinada que afecta a casi todas las personas.
En el hospital cercano, la hermana Marie Aloys Mukajanse explica que en solo un mes, el 75 por ciento de todos los pacientes que buscaban tratamiento era para tratar la malaria. De ese número, el 90 por ciento son niños. La enfermera nos dice que en el pasado fueron testigos de más muertes debido a la malaria, porque la gente a menudo esperaba demasiado tiempo para ir a la clínica. Sin embargo, ahora eso ha cambiado. El tratamiento temprano, a menudo administrado por los voluntarios o los trabajadores de la comunidad, está salvando vidas.
La ONG World Vision lidera la respuesta a la malaria en Burundi, en asociación con el Gobierno y otras agencias internacionales. En los últimos tres años, la organización ha llegado a más de un millón de personas a través de programas para prevenir y tratar la enfermedad. Apoyar a los voluntarios o trabajadores comunitarios es una de esas actividades.
Más de 1.500 trabajadores fueron formados el año pasado para identificar y tratar casos moderados de malaria desde sus hogares. Los voluntarios también realizan campañas de concienciación para ayudar a las comunidades a comprender cómo prevenir la malaria y diagnosticar los primeros síntomas.
"Estamos muy agradecidos por las habilidades que aprendimos de World Vision, nos están ayudando mucho y también están ayudando a la comunidad local", dice Felix. "Hago visitas de seguimiento para ver las condiciones de salud del niño. Si la condición empeora, les aconsejo ir al centro de salud para recibir tratamiento. Pero eso nunca sucede, nunca he visto un caso empeorar desde que comienza el tratamiento", dice.
Además, las personas que llegan a su puerta cada mañana indican que las familias ya no están esperando al último momento para llevar a su hijo a recibir tratamiento. Ahora saben cómo identificar los signos tempranos de la enfermedad y dónde acudir para tomar medidas.
"Me ofrezco como voluntario para apoyar a mi comunidad para que tengan una buena salud nuevamente", concluye Felix.