La victoria del presidente de turno abre graves crisis políticas en países como Guinea, Costa de Marfil y Tanzania
MADRID, 11 Nov. (EUROPA PRESS) -
Elecciones, una oposición que no acepta el resultado, seguido de casos de persecución y arresto de opositores, cuando no disturbios. Esa es la pauta que parece haberse instaurado en el último año en África, un continente con importantes citas con las urnas en 2020 y donde sus dirigentes parecen tener una querencia especial a aferrarse a sus puestos a pesar de posibles impedimentos legales.
El primer ejemplo fue Togo, que celebró presidenciales el 22 de febrero. El presidente del país, Faure Gnassingbé, fue reelegido para un cuarto mandato con más del 70 por ciento de los votos pero el principal candidato opositor, Agbéyomé Kodjo, se negó a reconocer el resultado y se autoproclamó presidente electo, nombrando incluso a su primer ministro.
Kodjo contaba con el respaldo en su candidatura del arzobispo de Lomé, monseñor Philippe Kpodzro, una figura muy influyente en el país y que incluso fue brevemente detenido tras las elecciones. Finalmente, el líder opositor se vio privado de su inmunidad parlamentaria y fue detenido en abril por su negativa a comparecer ante las autoridades en el marco de la investigación en su contra por un presunto delito de atentado contra la seguridad del Estado, aunque posteriormente fue liberado bajo control judicial.
El 20 de mayo le tocó el turno a Burundi. Aquí, el presidente Pierre Nkurunziza no podía optar a un nuevo mandato pero su 'delfín', Evariste Ndayishimiye, se impuso con cerca del 69 por ciento de los votos. El principal candidato opositor, Agathon Rwasa, denunció fraude e irregularidades y recurrió el resultado, sin éxito.
Aunque en este caso Rwasa no fue arrestado, su partido ha venido denunciando arrestos de algunos de sus integrantes y las organizaciones de Derecho Humanos han llamado la atención sobre el clima de represión imperante en el país desde 2015, cuando Nkurunziza decidió optar a un tercer mandato. Su sorpresiva muerte en junio aceleró la llegada al poder de Ndayishimiye, sin que hasta el momento se hayan constatado mejoras en materia de Derechos Humanos.
GUINEA Y COSTA DE MARFIL
En el continente se auguraba un otoño caliente, debido a las varias elecciones previstas, algunas consideradas de alto riesgo, en la recta final del año y parecen estarse confirmando los pronósticos. En particular, preocupaban Guinea y Costa de Marfil, cuyos presidentes aspiraban a un tercer mandato amparándose en reformas constitucionales que habían puesto a cero su marcador pese a que se mantiene el límite de dos mandatos seguidos.
Como se esperaba, el presidente de Guinea, Alpha Condé, fue reelegido en las elecciones del 18 de octubre con el 59,5 por ciento de los votos, tras desestimar el Tribunal Constitucional el recurso presentado por la oposición. Su principal líder, Cellou Dalein Diallo, ha sostenido desde el principio que él es el ganador real de los comicios y se niega a reconocer el resultado.
Desde la misma jornada electoral se han producido protestas y enfrentamientos en distintos puntos del país que han dejado numerosos muertos, los cuales han venido a sumarse a las decenas que ya se habían producido en las manifestaciones en el último año contra la reforma constitucional propuesta por Condé.
Aunque Diallo no ha sido detenido hasta ahora, su residencia estuvo rodeada durante días, en lo que el líder opositor tachó de arresto 'de facto'. El antiguo primer ministro se mantiene firme en su postura y confía en movilizar a los ciudadanos en su apoyo, lo que ha provocado llamamientos desde la comunidad internacional al diálogo con vistas a evitar una mayor escalada, sin que por ahora se haya producido el estallido de violencia postelectoral que se temía pero con la situación aún fluida.
En el caso de Costa de Marfil, la victoria del presidente, Alassane Ouattara, era aún más previsible, toda vez que los dos principales candidatos opositores, el expresidente Henri Konan Bédié y Pascal Affi N'Guessan, candidato del Frente Popular Marfileño (FPI, el partido del exmandatario Laurent Gbagbo), habían optado por boicotear la cita electoral.
Así, el mandatario ha sido reelegido con más del 94 por ciento de los votos, un resultado que la oposición no reconoce y que ha provocado protestas con víctimas mortales. De hecho, apenas días después de la votación la oposición anunció la creación de un Consejo Nacional de Transición con vistas a formar gobierno y llevar al país a la celebración de unas elecciones justas.
Esta decisión provocó que la Fiscalía acusara a varios líderes opositores de terrorismo y asesinato y culminó con el arresto el 7 de noviembre de Affi N'Guessan. Además, aunque Konan Bédié no ha sido arrestado, sí que han sido detenidos varios miembros de su partido. La crisis sigue igualmente abierta y los llamamientos al diálogo desde la UA y la CEDEAO por ahora han caído en saco roto, en particular en las filas opositoras, que consideran que Ouattara no es ya presidente legítimo del país.
EN TANZANIA, MISMO RESULTADO
Entre medias de estos dos países, Tanzania celebró también presidenciales y parlamentarias el 28 de octubre. Los comicios venían precedidos de denuncias por parte de las organizaciones de Derechos Humanos de reducción del espacio democrático en el país y persecución de la oposición, pero no hacían pronosticar la crisis política generada.
El presidente, John Magufuli, ha sido reelegido con el 83 por ciento de los votos pese a que la oposición denunció ya desde la jornada electoral que se habían producido irregularidades. El anuncio de los dos principales partidos opositores, Chadema y ACT-Wazalendo, de movilizaciones provocó inmediatamente el arresto de varios de sus líderes, incluido el presidente de Chadema, Freeman Mbowe, y el líder de ACT-Wazalendo, Zitto Kabwe, quienes están en libertad pero deben presentarse ante la Policía.
El principal candidato opositor, Tundu Lissu, también fue detenido brevemente y posteriormente optó por refugiarse en la Embajada alemana en el país, alegando que temía por su vida tras recibir amenazas. Finalmente, el vicepresidente de Chadema abandonó el 10 de noviembre el país con destino a Bélgica, país en el que ya residió para recibir tratamiento tras ser víctima en 2017 un intento de asesinato. Aquí, la crisis sigue igualmente abierta y se mantiene la tensión.
NUEVAS CITAS ELECTORALES
Antes de que acabe el año, todavía hay otras elecciones pendientes, entre las que las dos que más preocupación generan son las de Burkina Faso y República Centroafricana (RCA). En el primer país, el presidente, Roch Marc Christian Kaboré, busca la reelección en unos comicios que la inseguridad impedirá que se celebren en todo el territorio.
En RCA, su mandatario, Faustin-Archange Touadéra, también opta a la reelección en un país que aún no ha conseguido dejar atrás el conflicto que estalló a finales de 2013 pese al acuerdo de paz de febrero de 2019 y donde varios de los grupos armados firmantes han recrudecido sus acciones en los últimos meses.
No obstante, ha habido dos excepciones en esta pauta. La primera de ellas fueron las elecciones parlamentarias celebradas el 29 de marzo en Malí, cuyo resultado fue uno de los motivos que desencadenaron las multitudinarias protestas contra el presidente del país, Ibrahim Boubacar Keita, y en último término el golpe de Estado militar del 18 de agosto. Aunque hubo rechazo opositor, no hubo una persecución de sus líderes.
La otra excepción fueron las presidenciales de Malaui. Las elecciones, una repetición de las celebradas en 2019 que fueron anuladas por irregularidades, se saldaron con la victoria del líder opositor, Lazarus Chakwera, mientras que el presidente saliente, Peter Mutharika, aceptó su derrota y apeló a respetar el resultado.