MADRID 9 Jun. (Por la FAO, Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) -
En el pueblo de Corralillo, en la provincia de Villa Clara, en el centro de Cuba, Mariano Quintero Almeida trabaja ocho horas al día bajo un sol abrasador en la finca que él denomina 'El despertar'. No se lamenta. De hecho, está contento.
Cuando Mariano recibió las tierras hace tres años, la idea de arañar algo más que un mero sustento a esta propiedad de 67,5 hectáreas parecía inalcanzable.
La granja 'El despertar' estaba cubierta casi por completo por una planta invasora (Dichrostachys cinerea) llamada “marabú” o “arbusto de la hoz”. El marabú, un arbusto leñoso de crecimiento rápido, cubierto de espinas, forma matorrales densos que hacen casi imposible cualquier tipo de cultivo.
“Es esencial disponer de maquinaria especializada para cortar el marabú, porque es una planta muy fuerte con muchas espinas”, explica Mariano. “Si el trabajo no se hace correctamente, el marabú brotará de nuevo de sus raíces y volverá aún más fuerte que antes y, al cabo de seis meses, se habrá extendido sobre el doble del terreno que ocupaba antes”.
Mariano afirma que décadas de ganadería insostenible en Corralillo habían provocado sobrepastoreo, degradación del suelo y erosión, haciendo que la tierra fuera susceptible de infestación por marabú. A lo largo de los años, una propiedad tras otra habían sido invadidas, desplazando la ganadería y la agricultura y transformando la comunidad.
“Desaparecieron puestos de trabajo y la gente emigró a otros pueblos o ciudades”, recuerda Mariano. “Todos mis vecinos tuvieron que deshacerse del ganado y empezaron a hacer carbón y vender leña, porque no podían trabajar la tierra”.
“Aquí hay muy pocas granjas que no estén infestadas”, explica. “Son muy pocos los que saben trabajar el marabú. Otros decidieron aplicar herbicidas químicos que luego les causaron problemas en la cría del ganado o en los cultivos”
MANEJAR LA SITUACIÓN
El problema no se limita a Corralillo. El marabú cubre vastas extensiones de tierras antaño productivas por toda Cuba. En 2020, el Gobierno cubano y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) comenzaron a poner en marcha un proyecto, financiado por el FVC, para ayudar a manejar la situación.
El objetivo general del proyecto --dotado con 120 millones de dólares--, es desarrollar sistemas agroalimentarios más sostenibles y resilientes ante el cambio climático en zonas ocupadas en su mayor parte por marabú y pastizales degradados. Cuba, un pequeño Estado insular en desarrollo, es especialmente vulnerable a los efectos del cambio climático. Las provincias de Villa Clara, Matanzas y Las Tunas han sufrido sequías recurrentes, degradación y salinidad del suelo.
En el marco del proyecto, los pequeños agricultores de esas tres provincias recibieron maquinaria, incluidos tractores, desbrozadoras, rotocultivadores y arados. Más de 4 500 agricultores --entre ellos 900 mujeres--, han contado con capacitación. Mariano afirma que el personal del proyecto les explicó de antemano cómo funcionaba la maquinaria y sus capacidades, pero ver las maquinarias listas para ponerse a trabajar en el marabú fue increíble.
“Son máquinas impresionantes”, afirma. “Nos llenó de alegría ver la luz al final del túnel”.
Mariano explica que ahora los agricultores pueden limpiar en un día la misma cantidad de marabú que por sí solos habrían tardado un mes. Y el trabajo en sí es más efectivo, ya que la labranza entierra la biomasa del marabú en el suelo, por lo que este se beneficia.
“Antes trabajábamos de sol a sol con hachas y machetes, y las espinas del marabú nos desgarraban los brazos y la ropa”, explica Mariano. “Podíamos plantar pequeñas parcelas que nos daban lo justo para el consumo familiar. Ahora podemos cultivar extensiones más grandes y ayudar a la comunidad con los cultivos que plantamos. Ha supuesto una gran diferencia”.
En las tres provincias de Cuba, los agricultores han conseguido erradicar hasta ahora más de 5.100 hectáreas de marabú. Están en proceso de establecer sistemas forestales, agroforestales y silvopastorales en más de 6.500 hectáreas de tierra, con árboles, arbustos y cultivos agrícolas, así como la cría de ganado en las mismas parcelas. Estas prácticas ayudan a potenciar la fertilidad del suelo, así como a eliminar gases de efecto invernadero de la atmósfera, contribuyendo a la mitigación del cambio climático y a la adaptación al mismo.
Los agricultores producen ahora carne, leche, hortalizas, frutas y cereales de forma sostenible para el medio ambiente. El propio Mariano cultiva diversos productos en la granja 'El despertar': mandioca, maíz, calabaza, sorgo, girasol, sésamo, maní y frijoles. Y tiene también otros planes. Espera cultivar árboles frutales e introducir vacas lecheras jersey y cebú que puedan soportar las condiciones de calor y sequía de Corralillo en el futuro.
“El proyecto ya ha tenido resultados tangibles, que para nosotros han sido un milagro que espero se multiplique y no se acabe nunca”, concluye Mariano. “Antes teníamos sueños, pero este proyecto nos ha enseñado a hacer nuestros sueños realidad”.
Este proyecto de la FAO es el primero de este tipo financiado por el Fondo Verde para el Clima (FVC) en Cuba y una de las 20 iniciativas de gran repercusión en la cartera de proyecto de la FAO financiados por el FVC, por valor de 1.200 millones de dólares. Para 2027, el proyecto pretende introducir prácticas agroforestales en 36.000 hectáreas de tierra y, a la vez, mitigar 2,7 millones de toneladas de emisiones de gases de efecto invernadero y prestar ayuda a 52.000 agricultores familiares en Cuba a mejorar su seguridad alimentaria, su nutrición y sus medios de vida.
(((Esta noticia fue publicada originalmente en el siguiente enlace: https://www.fao.org/newsroom/story/the-awakening-for-cuban-f...)))