MADRID, 19 Ago. (Por Lorena Cobas, responsable de Emergencias de UNICEF España) -
El mundo está siendo testigo, y víctima, de una enorme oleada de desastres y conflictos. Y cuando digo el mundo, me refiero al planeta, a nosotros sus habitantes y, sobre todo, a los más vulnerables: los niños y las niñas. En estos días estamos viendo los efectos de dos crisis muy diferentes, las dos con efectos indescriptibles para la infancia.
Haití vivió el pasado fin de semana un terremoto que asoló la zona sureste del país, y que ha afectado a más de medio millón de niños y niñas, devastando escuelas, hogares, hospitales...
En Afganistán, desde principio de año, más de 552 niños y niñas han muerto, y más de 1.400 han resultado heridos. La mitad de la población, más de 18 millones de personas --entre ellas casi 10 millones de niños y niñas-- necesita ayuda humanitaria. Afganistán ha sido, durante muchos años, uno de los peores lugares del mundo para ser niño, pero en los últimos días la situación de muchos niños se ha vuelto aún más desesperada.
Hace no mucho, este mismo verano, celebramos un cumpleaños muy especial. Nuestra "criatura" cumplió 10 años, una edad excitante, en la que las ilusiones, las ganas de reír y de jugar son las primordiales. Fue un aniversario especial porque no fue el cumpleaños de nuestro hijo, de nuestra sobrina, fue el cumpleaños de un país, el más joven del mundo: Sudán del Sur.
Y fue también especial porque lo que conmemoramos fue que este país tan joven se enfrenta a una crisis humanitaria enorme, en palabras de Christine Saida, una chica de 17 años que lleva dos años como reportera dentro de un programa de UNICEF. "En nuestro país la infancia no se respeta, los derechos de los niños y niñas no se respetan: el derecho a ir a la escuela, el derecho a comer, el derecho a la protección, el derecho a la seguridad, etc. Hay tantos derechos que se nos están negando..."
"La infancia en Sudán del Sur se enfrenta a enormes amenazas: secuestro, robos de ganado (y, por lo tanto, robo de nuestro sustento), conflictos comunitarios, desplazamientos, violencia, etc. Las inundaciones y el conflicto están empeorando la situación, y aumentan los niveles de desnutrición entre niños y niñas".
UNA ESPIRAL DE EMERGENCIAS
Esta es solo una de las historias que ocurren mientras escribo y también mientras lees esto. Vivimos en medio de una combinación tóxica de conflictos, los desastres que acarrea el cambio climático y la pandemia de COVID-19, que están empeorando enormemente las crisis humanitarias, aumentando las desigualdades y alejándonos del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Los niños y niñas en muchos lugares del mundo se levantan cada mañana preparados para luchar por sobrevivir, y lamentablemente no siempre lo consiguen, como es el caso de los 12.000 niños y niñas asesinados o heridos en los más de diez años que dura ya el conflicto en Sudán del Sur.
Y cuando lo consiguen, la lucha continúa para conseguir crecer, desarrollarse, tener una esperanza de vida, estar protegidos, disfrutar de cierto bienestar, etc. En definitiva, para ser niños y niñas porque:
- Las tasas de desnutrición aguda grave aumentan peligrosamente. Antes de la
pandemia había 47 millones de niños y niñas con este tipo de desnutrición; ahora, con la COVID-19, creemos que hay 9 millones más.
- La última década ha sido la más calurosa desde que se tienen registros, y el número de desastres relacionados con el cambio climático se ha triplicado en los últimos 30 años. No tenemos más que asomarnos al telediario o a la prensa cualquier día para ver estos desastres.
- Hay más niños y niñas desplazados de sus hogares que nunca. En 2020, unos 82
millones de personas huyeron de sus hogares para escapar de la violencia o buscar
medios de subsistencia. De ellos, un 42% eran niños y niñas.
- Las guerras continúan amenazando la vida de la infancia. El acceso al agua y el hambre son armas de guerra que minan la salud de los civiles. Y no podemos olvidar las graves violaciones contra la infancia en conflictos: matar o mutilar, reclutamiento o uso por parte de grupos y fuerzas armadas, ataques contra escuelas y hospitales, violación y otros tipos de violencia basada en el género, secuestro, denegación de acceso humanitario, etc. Solo el año pasado, las Naciones Unidas verificamos 23.946 casos de este tipo.
Y mientras esto ocurre en el mundo, y a veces parece que está muy lejos de nuestra realidad, llevamos cerca de dos años luchando contra un virus que sí que nos resulta más cercano, que ha dado la vuelta a nuestras vidas, a nuestras costumbres, e incluso a nuestra manera de relacionarnos. Y también nos ha enseñado que, en este mundo global, nadie va a estar a salvo hasta que todos y todas estemos a salvo. Que mientras haya un país con un sistema sanitario frágil, que no pueda hacer frente al virus, todo el mundo está en riesgo.
Lamentablemente tuvimos que vivir un recordatorio hace pocos meses en India, donde se registraban más de tres casos nuevos por segundo y casi tres muertes por minuto en mayo. Ahora nuestros ojos están fijos en varios países de África y Latinoamérica, esperando que se pueda poner freno a los contagios.
REIMAGINAR EL FUTURO
Hoy es el Día Internacional Humanitario, y este es el contexto en el que lo vivimos. Pero, juntos, queremos reimaginar el futuro, un futuro en el que la infancia esté protegida:
- Reimaginar cómo prevenir la desnutrición y hacer frente a la inseguridad alimentaria. Sabemos cómo prevenir, detectar y tratar la desnutrición. Lo que necesitamos es inversión y colaboración para que los programas se hagan a gran escala. Queremos un plan global de acción y rendición de cuentas para poder sepultar las hambrunas en la historia por fin.
- Reimaginar la acción sobre el cambio climático, que está ocurriendo ahora.
Reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero, mejorando los sistemas de
agua, saneamiento e higiene; protegiendo a los niños y niñas, las comunidades y
personas más vulnerables de los impactos, ya reales, del cambio climático. Y, sobre
todo, contando con las ideas de los niños, niñas y adolescentes en la toma de
decisiones.
- Reimaginar la financiación para la prevención y atención a crisis humanitarias. Necesitamos ampliar los compromisos para los programas de acción humanitaria, pero también que estos compromisos sean de calidad, flexibles y a largo plazo. Solo así las organizaciones humanitarias, como UNICEF, podremos hacer programas con un impacto real en la reducción de los efectos de las crisis en la población.
- Reimaginar la protección de la infancia en los conflictos. Asegurándonos que la infancia está incluida en todos los procesos de construcción y mantenimiento de la paz. Porque la paz es la mejor protección. Pero mientras llega, garantizando, como mínimo, ceses temporales de las hostilidades para que la ayuda humanitaria,
incluyendo la vacunación contra la COVID-19, llegue a la población.