MADRID 3 Oct. (Por Carmen Sánchez-Miranda, jefa de la oficina de ONU-Habitat España) -
La pobreza y la desigualdad urbana son dos de los problemas más complejos a los que nos enfrentamos actualmente. Desde la irrupción de la pandemia del COVID-19, vuelve a ser, además, un problema en ascenso: solo en el año 2021 hubo casi 163 millones de nuevos pobres derivados de la pérdida de ingresos o de vivienda, entre otras razones.
La confluencia de las crisis actuales, la sanitaria, la climática y la relacionada con los actuales conflictos armados, traerán sin duda, un empeoramiento de la situación.
Además, durante las últimas dos décadas, el 75% de las ciudades han incrementado sus niveles de desigualdad espacial, lo que significa que los servicios urbanos básicos, los espacios públicos de calidad, la vivienda asequible y las oportunidades de subsistencia no se han distribuido de manera uniforme.
Hasta 2020 --antes de la pandemia--, los informes mundiales de ciudades que cada dos años publica ONU-Habitat mostraban sistemáticamente una reducción continua de la pobreza urbana al mismo tiempo que incrementos en la desigualdad urbana. Es decir, que pobreza y desigualdad no estaban correlacionados. Con el empeoramiento de los datos de la pobreza mencionados, es de esperar que la desigualdad se dispare exponencialmente.
Es por ello que las agendas globales hacen un llamamiento a actuar en favor de los más vulnerables, y que la acción de los gobiernos y de todos los actores es cada vez más necesaria y urgente.
Las desigualdades existentes entre diferentes grupos sociales e individuos tienen en la mayoría de los casos una marcada relación con los espacios en los que se habita. Esta relación entre la desigualdad y el espacio habitado se manifiesta en diferentes sectores y escalas, y tiene un carácter transversal.
Existen desigualdades socio espaciales entre distintas calles de un mismo barrio y entre distintos barrios de una ciudad. Estudios recientes muestran, por ejemplo, que la esperanza de vida entre los habitantes de diferentes barrios de una ciudad española puede variar en aproximadamente 7 años, siendo --en términos generales-- los barrios ricos los que tienen una mayor esperanza de vida en relación con los barrios más pobres.
Estas diferencias tienen un origen multifactorial, sin embargo, numerosos estudios indican que las características físicas del entorno --directamente relacionadas con la planificación y la gestión urbana, pero también con la asignación de recursos públicos a través de la dotación de equipamientos urbanos, zonas verdes y accesibilidad, entre otros-- juegan un papel fundamental en la determinación de la salud de las personas.
Una relación similar se expresa en las desigualdades encontradas entre los habitantes urbanos y rurales de un mismo territorio. La falta de oportunidades económicas, así como las diferencias en relación con la provisión de servicios públicos, se consideran los principales motores que impulsan la migración del campo a la ciudad y la urbanización como fenómeno universal.
Frecuentemente, los procesos de concentración de la población conducen a un aumento de la inversión pública en las zonas urbanas, incrementando las desigualdades, acelerando así un círculo vicioso que conduce a procesos más complejos, como el despoblamiento o el envejecimiento de la población del medio rural.
La desigualdad también se expresa entre los territorios. En el caso español, por ejemplo, el PIB per cápita de las comunidades autónomas con mayores recursos prácticamente duplica al de menores recursos.
Son estas brechas las que definen quiénes se están quedando atrás y es por ello que las agendas globales aprobadas en la última década ponen un especial énfasis en la erradicación de la pobreza y la disminución de las desigualdades como elementos imprescindibles para avanzar hacia la sostenibilidad, y hacen un llamamiento urgente a actuar en favor de los más vulnerables.
Las soluciones pasan por enfoques basados en los derechos humanos, en las políticas de protección social y en una buena gobernanza multinivel centrada en la participación y la inclusión, donde los gobiernos locales, además, desempeñan un papel fundamental.
A nivel global, el Informe Mundial de las Ciudades de ONU-Habitat 2022, da prioridad a tres pilares esenciales para disminuir las brechas: la protección social de los trabajadores informales, que constituyen la mayor parte del empleo en las ciudades en desarrollo; tener acceso a una vivienda digna y adecuada para todos, y poder acceder a unos servicios públicos esenciales en las zonas urbanas actualmente marginadas.
La planificación urbana con enfoque de equidad es otro mecanismo que puede ayudar a reducir las desigualdades espaciales y erradicar la pobreza mediante el desarrollo de ciudades compactas, conectadas, resistentes y de uso mixto. En este sentido, en ciudades consolidadas, la regeneración urbana puede dar resultados positivos: los datos demuestran que la regeneración urbana puede mejorar significativamente las experiencias negativas de la pobreza y la desigualdad, ayudar a resolver las carencias en materia de vivienda, y garantizar la seguridad de los barrios y las comunidades.
Este año, el Día Mundial del Hábitat, fijado por las Naciones Unidas en el primer lunes de octubre, llama a analizar estas brechas y a proponer soluciones para cerrarlas.
En España, lo celebramos desde Cáceres, y daremos un énfasis a la mirada desde los territorios. Como parte de la colaboración entre la Junta de Extremadura, a través de la Consejería de Agricultura, Desarrollo Rural, Población y Territorio, y el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Habitat), organizamos este evento para destacar cómo un desarrollo urbano inclusivo tiene el potencial de reducir las desigualdades entre lo urbano y lo rural, introduciendo nuevas perspectivas en el diseño y planificación de los pueblos, las ciudades y territorios para un futuro más justo, sostenible, seguro y resiliente.
Retomando las palabras de la Directora Ejecutiva de ONU-Habitat, Maimunah Mohd Sharif, "la acción local es la mejor manera de acelerar la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. No queda mucho tiempo hasta 2030. Tenemos que actuar ahora y hacer que nuestras ciudades sean lugares verdaderamente inclusivos para que nadie ni ningún lugar se quede atrás".