El dilema de las organizaciones humanitarias: ¿cuánto cuesta salvar una vida?

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Foto: UMIT BEKTAS / REUTERS
   
Actualizado: lunes, 7 noviembre 2016 9:03

MADRID, 30 Ago. (Por Sophie Mack Smith, Asesora de Gestión de Comunicaciones y Conocimiento de Oxfam) -

   ¿Cuánto cuesta salvar la vida de alguien después de una emergencia? Es una pregunta que las agencias humanitarias se formulan a menudo yque nos esforzamos en responder. Es justo después de todo, rendir cuentas por el dinero que nos dan nuestros donantes, ya que no podríamos hacer nuestro trabajo sin ello.

   ¿Pero qué importa la 'efectividad de coste' cuando las vidas, salud y sustento de personas están en juego y hasta qué punto el coste se convierte en algo demasiado grande para que alguien piense que no merece la pena pagar por ello?

   Para Oxfam, una emergencia es una crisis en salud pública, normalmente provocada por un desplazamiento repentino como resultado de un desastre natural o un conflicto. La gente deja sus casas con muy poco: esto significa nada de ropa de cambio, nada de artículos de primera necesidad del hogar y ciertamente ningún dinero con el que comprar alimentos adecuados, bebida, medicinas o un lugar en el que quedarse.

   Si todos nosotros nos tomamos un minuto para considerar el viaje de acampada más básico que estaríamos dispuestos a hacer, hay ciertas necesidades básicas para cobijarse, preparar comida, almacenar agua e ir al baño que constituyen requisitos mínimos para la vida, la salud y la higiene. Y eso es solo para unos pocos días, no para meses o años.

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   Es obvio que el coste de suministrar a la gente con este tipo de bienes básicos difiere ampliamente entre países. Así que las medidas de efectividad de costes que simplemente dividen el coste de un programa por el número de personas que se benefician son demasiado simplistas y ciertamente no deberían usarse para comparar distintas respuestas.

LA RAPIDEZ ES IMPORTANTE

   La rapidez también supone una diferencia para el coste. El jabón, por ejemplo, está disponible en la mayoría de los países y comprarlo a nivel local tiene ventajas obvias, pero si son necesarias cientos de miles de pastillas de forma urgente, por ejemplo en una epidemia de cólera, los beneficios de comprarlo en el extranjero a granel y fletarlo rápido podrían pesar más que el mayor coste de la operación.

   En las grandes emergencias pedimos a los ciudadanos fondos adicionales y cada llamamiento viene con su lista de 'partidas de dinero': 10 millones de euros comprarán esto, 25 millones de euros comprarán aquello, etc. Con artículos como jabón o cubos, es ciertamente un negocio sincero, porque sabemos cuánto estamos pagando por ellos.

   Pero el agua requiere un cálculo más complicado ya que el proceso de suministrar una asignación diaria suficiente de agua potable a una familia difiere enormemente dependiendo de dónde se esté.

   En un lugar el personal de Oxfam trata el agua de río y la bombea unos pocos cientos de metros a un grifo; en otro, perforamos 100 metros de profundidad para encontrarla y pagamos el combustible para bombearla. En muchas situaciones transportamos en camiones el agua potable desde la fuente a una comunidad cuyo suministro se ha agotado, como medida temporal mientras que se encuentra una solución a largo plazo.

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   En un lugar simplemente suministraremos agua para beber porque la comunidad puede usar una fuente diferente para lavar, en otros estamos suministrando todo el agua que necesita la comunidad.

   El colaborador que escribió para quejarse por el coste diario por persona de llevar agua en camiones una gran distancia podría estar absolutamente en lo cierto en su cálculo, pero ¿cuándo se convierte el coste en 'demasiado' para pagarlo?

¿CÓMO CALCULAR LAS NECESIDADES INTANGIBLES?

   Incluso más difícil de calcular son las necesidades más intangibles de las personas. ¿Qué precio le pones a la dignidad, la seguridad, la confianza, etc? No son medibles, pero son un resultado esencial de la buena programación e ignorándolas podríamos estar malgastando el dinero que hemos gastado en cosas más físicas.

   Si construimos una letrina para mujeres en un rincón alejado y oscuro probablemente no la usarán. Si el suministro de agua potable está situado junto a un puesto de control del Ejército, la gente podría preferir beber de una fuente sucia más lejos.

   Cuando el ébola golpeó parte de África Occidental en 2014, desencadenó una enorme respuesta internacional enfocada mayoritariamente en suministrar instalaciones médicas, unidades de aislamiento y ropa de protección, pero no hizo lo suficiente para abordar el miedo de la gente a los trajes blancos, o las ambulancias que venían a llevarse lejos a sus familiares. Lejos de dirigirse a los controles, muchas personas optaron por esconderse de los servicios médicos que estaban ahí para ayudarles.

   Todo un nuevo enfoque fue necesario usando a residentes locales para movilizar a otros locales, hablando sobre los riesgos, tranquilizando sobre lo que ocurría dentro de los hospitales del ébola y animando a las personas a sentirse confiadas a buscar tratamiento.

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   Sin este aspecto adicional de la respuesta, los caros hospitales y los médicos extranjeros enviados por los gobiernos occidentales habrían tenido menos trabajo.

ESCUCHAR LAS NECESIDADES DE LA GENTE

   Todo esto nos indica lo que imagino que todos y cada uno de nosotros sabemos en nuestros corazones: si uno no se toma tiempo en hablar con la gente entonces no averiguará cómo vive o lo que necesita y hay muchas posibilidades de que se malgaste mucho dinero dándoles cosas que no quieren.

   Pero lo que también sabemos todos nosotros es que nadie realmente quiere estar en la posición de ser beneficiario de una respuesta de emergencia; todos preferiríamos no tener que ser así de vulnerables en primer lugar. La respuesta de emergencia cuesta más que el desarrollo a largo plazo (personas inteligentes han calculado que es cuatro veces más costoso), y nuestros beneficiarios son reacios.

   Uno de los testimonios más edificantes de nuestros programas de campo es el de Jarina, una mujer en Bangladesh que estaba en la lista de Oxfam de beneficiarios tras un monzón. En lugar de ello, se había beneficiado de un programa a largo plazo en el que había recibido 142 libras para elevar su vivienda unos 3 metros. Su casa no resultó dañada por las inundaciones y ella estaba 'orgullosa' de dar cobijo a sus familiares al día siguiente.

   Cuando acudió a ver a los barcos del Gobierno que llegaban con ayuda alimentaria miró a las listas de los receptores y nos dijo: "mi nombre no estaba ahí. Nunca me he sentido tan orgullosa como lo estuve en ese momento, y nunca quiero que mi nombre esté en esa lista de nuevo".

Este articulo fue publicado originalmente en Oxfam Policy & Practice

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