Aunque los líderes republicanos no le veían con buenos ojos, han tenido que acabar respaldándole
WASHINGTON, 16 Jun. (EDIZIONES) -
"Señoras y señores, me presento para ser presidente de Estados Unidos y vamos a hacer que nuestro país vuelva a ser grande de nuevo". Con estas palabras, el 16 de junio de 2015 el magnate Donald Trump daba un paso adelante y anunciaba que quería ser el candidato del Partido Republicano a la Casa Blanca.
El anuncio no fue una sorpresa, ya que el multimillonario había acariciado y barajado la posibilidad de ser presidente en anteriores elecciones, sin embargo fueron pocos los que creyeron entonces de que tenía posibilidades reales de hacerse con la candidatura, ya que había otros rivales con experiencia política que parecían tener un perfil más adecuado.
Así, el mismo día del anuncio, el 'New York Times' ya afirmaba que era "improbable" que se alzara con la victoria en las primarias republicanas y consideraba como una "perspectiva remota" que el partido pudiera elegir a "un magnate inmobiliario que ha publicado libros con títulos como 'Piensa como un multimillonario' y 'El toque de Midas: por qué algunos empresarios se hacen ricos y la mayoría no'".
Para muchos, Trump no era más que un rico empresario conocido entre los ciudadanos por su 'reality show' en la cadena NBC 'El aprendiz', sin ningún tipo de experiencia en cargos políticos de ningún rango y que, por tanto, no tenía nada que hacer frente a rivales como el exgobernador de Florida Jeb Bush o los senadores Ted Cruz y Marco Rubio, entre otros.
Sin embargo, a golpe de declaraciones no siempre políticamente correctas y con su omnipresencia en los medios de comunicación, Trump logró pronto situarse en cabeza en las encuestas frente a sus rivales, sellando además buenas intervenciones en los distintos debates televisivos entre ellos.
RECHAZO DEL 'ESTABLISHMENT' REPUBLICANO
Aún así, todavía eran muchos los que creían que se desinflaría poco a poco, por lo que en el Partido Republicano, aunque el 'establishmet' veía a Trump con suspicacia y no era de su agrado, no reaccionaron a tiempo para frenarle y cuando quisieron hacerlo era demasiado tarde.
Trump llegó al inicio de las primarias republicanas el 1 de febrero como claro favorito y no defraudó, empezando a cosechar victorias. El rico empresario fue el claro vencedor del 'Supermartes', imponiéndose en siete de los diez estados en juego y marcando un punto de inflexión en la carrera.
La mayoría de sus rivales fueron tirando la toalla en las primeras semanas de las primarias, tras constatar sus escasas opciones de victoria después de cosechar malos resultados. El primero de los teóricos favoritos del 'establishment' republicano en renunciar fue Jeb Bush.
Para mediados de marzo, la carrera republicana era cosa de cuatro, pero el día 15 el senador por Florida Marco Rubio, la principal baza de los hispanos, daba un paso al costado. Solo Ted Cruz y el gobernador de Ohio, John Kasich, estaban dispuestos a hacer frente a Trump y a su potente maquinaria electoral.
Pero la pelea a tres duraría poco. El 4 de mayo tanto Cruz como Kasich cedían ante lo evidente: Trump era imparable e iba directo a alzarse con la candidatura. Finalmente, el 26 de mayo el multimillonario conseguía la cifra mágica de 1.237 delegados necesaria para garantizarse la nominación en la convención del partido en Cleveland entre el 18 y el 21 de julio.
Atrás quedaron algunos tímidos intentos en las filas republicanas de buscar alguna opción que permitiera evitar su designación --se llegó a hablar de una candidatura de último minuto de Mitt Romney o de la posibilidad de un candidato independiente al que los republicanos pudieran dar su apoyo el 8 de noviembre--, pese a que son muchos los dirigentes del partido que consideran que Trump no está a la altura de representarles y que no comparten algunas de sus controvertidas propuestas.
Sin embargo, sabedores de que la única opción de vencer a la candidata demócrata, Hillary Clinton, a la que los sondeos sitúan con ventaja, pasa por cerrar filas, sus principales dirigentes se han 'tragado el sapo' y han anunciado oficialmente su respaldo a Trump, incluido el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, quien no obstante no duda en dejar en claro que no comparte algunas de sus posturas.
ADMIRACIÓN Y ANIMADVERSIÓN
Lo cierto es que Trump se ha convertido en un candidato capaz de generar admiración y animadversión a partes iguales. Sus comentarios racistas hacia los mexicanos y los hispanos han generado malestar entre esta comunidad, y también en el país vecino, que rechaza de plano su propuesta de construir un muro fronterizo y que México pague la factura.
Asimismo, ha sido muy criticado por algunos comentarios machistas dirigidos hacia periodistas pero también hacia su más directa rival, a la que llegó a acusar de hacer gala de su condición de mujer para ganar apoyos.
Otra de sus grandes polémicas ha sido su propuesta de prohibir la entrada al país de musulmanes. Planteada tras la matanza de San Bernardino, cometida en diciembre por una pareja de origen paquistaní --aunque el hombre tenía nacionalidad estadounidense--, ha vuelto a su argumentario esta semana con la matanza de 49 personas en un club de Orlando por parte de Omar Mateen, un estadounidense hijo de afganos.
"Cuando sea elegido, voy a suspender la inmigración de las regiones donde hay una historia probada de terrorismo contra Estados Unidos, Europa o nuestros aliados", prometió este lunes, desencadenando las críticas de Clinton y también del presidente Barack Obama, que le acusan de demonizar a los musulmanes.
Trump también ha aprovechado el atentado de Orlando para salir en defensa de la Segunda Enmienda, que permite la tenencia de armas a los ciudadanos estadounidenses. En su opinión, si el domingo algunos de los presentes en el club Pulse hubieran estado armados habría habido menos víctimas. El debate sobre las armas es recurrente en Estados Unidos y Clinton se ha posicionado en este caso a favor de más controles.
Pero la masacre de Orlando también trajo consigo otra de las paradojas de Trump: su apoyo a la comunidad LGTB, algo que muy pocos en las filas republicanas han hecho nunca abiertamente. "Nuestro país se levanta en solidaridad con la comunidad LGTB de Orlando (...) este es un momento muy oscuro en la historia de América. Un terrorista radical islamista atacó el club porque quería matar a americanos, ejecutar a ciudadanos gays y lesbianas por su orientación sexual", fueron sus palabras.