FREETOWN, 28 Mar. (Por Alberto López Herrero, de Misiones Salesianas) -
Acaba de cumplirse un año de la declaración del ébola como epidemia internacional. Los casos y los fallecidos, sin embargo, comenzaron varios meses antes, aunque hasta después del verano nadie lejos de Guinea Conakry, Sierra Leona y Liberia tomó en serio el virus, y desde dentro carecían de medios para hacerle frente.
Después de un año y más de 10.000 personas muertas, Sierra Leona vive un nuevo toque de queda. El primero fue en septiembre y dio resultados. El actual también durará tres días, de viernes a domingo, las 24 horas, pero con la diferencia de la excepción del domingo, donde se acorta su duración para que la comunidad católica pueda celebrar el Domingo de Ramos. No podrán realizarse las tradicionales procesiones pero sí eucaristías dentro de los templos.
Desde el jueves por la tarde, el Ejército y la Policía se movilizaron por todo el país para controlar que se cumpliese el toque de queda. A las fuerzas de seguridad se unieron 30.000 jóvenes voluntarios que visitan casa por casa con el objetivo de concienciar y sensibilizar a la población de la importancia de la higiene o cómo detectar los síntomas del virus.
Ése es el motivo que argumenta el gobierno para declarar este nuevo toque de queda: algo falla en la cadena de control y día tras día hay nuevos infectados que tan pronto disminuyen como aumentan de manera desorbitada. El objetivo es cero casos nuevos de ébola, pero parece lejos de cumplirse porque el corredor que supone la carretera que une la capital, Freetown, con Guinea Conakry a través de Port Loko y Kambia sigue registrando nuevos casos a diario y es ahí donde este toque de queda pretende obtener la clave de los contagios.
El toque de queda se está cumpliendo en la capital y en los grandes núcleos de población, donde vive la mayoría de los seis millones de personas que tiene Sierra Leona, pero las aldeas del interior continúan siendo incontrolables por su difícil acceso. Además, teniendo en cuenta que más del 75% de la población tiene menos de 25 años y que las clases siguen suspendidas, la vida del país no se puede entender sin estar en la calle porque se vive al día: se va al mercado cada día, se va a buscar agua a diario sólo existe el hoy.
El viernes las calles amanecieron vacías, los mercados sin montar y las carreteras con el único tráfico de los vehículos autorizados y las moto taxis que llevaban a los voluntarios.
Lo que no se ha podido controlar en la mayoría de localidades lejos de la capital es la parte que hacía referencia a "no salir de las casas", porque quien más y quien menos habla con el vecino, lava la ropa en la calle o va al pozo a buscar agua con permisividad de las autoridades.
En cada vivienda hay una familia que tiene una media de seis hijos más la familia extensiva (abuelos, tíos, hijos de segundos matrimonios),por lo que tanta gente en un espacio reducido hace que resulte imposible cumplir estrictamente el toque de queda.
En la capital la medida del gobierno puede lograr un beneficio colateral para miles de niños que viven en las calles de Freetown. Los misioneros Salesianos de Don Bosco Fambul llevan desde el jueves invitando a sus instalaciones a todos los menores que sin hogar por culpa de la pobreza, los malos tratos o la explotación.
Son tres días llenos de oportunidades para estos niños, ya que además de aseo, alimentación y ropa se les ofrecerán actividades de ocio, recreativas, de orientación académica pero sin descuidar las prevenciones sanitarias de tomarle la temperatura cada tres horas, por ejemplo.
Muchos de ellos visitaban esporádicamente el centro para recibir atención, y por eso estos tres días de dedicación exclusiva para ellos por el toque de queda permitirán a los misioneros, a los voluntarios y a los trabajadores sociales que los atienden realizarles el domingo una invitación: si prefieren regresar a sus casas tras un proceso de mediación e intentar tener un futuro a través de las aulas o si, por el contrario, desean seguir en la calle. La mayoría, afortunadamente, siempre decide volver con sus familias.
En unas semanas se conocerán los resultados del toque de queda: su idoneidad de hacerlo en estas fechas como medio de sensibilización -antes de Semana Santa y con vistas también a la época de lluvias que todos tanto temen en la aparición de nuevos contagios a través del agua-, y, sobre todo, su efectividad con el descenso de nuevos contagios hasta su desaparición frente a un enemigo que continúa siendo invisible pero demoledor entre la población africana.