KYANGWALI (UGANDA), 11 (Reuters/EP)
Según la UNESCO, las niñas africanas apenas reciben cinco años de escolarización y nueve millones de chicas entre los seis y los 11 años jamás irán a la escuela en el África subsahariana. Es una situación insostenible contra la que la Organización Internacional de la Juventud para la Transformación de África, un grupo integrado por RDCongo, Burundi, Ruanda y Sudán, intenta combatir a través de la creación de módulos de formación profesional, muchos de ellos instalados en campos de refugiados.
Campos como Kyanwgwali, en el oeste de Uganda, donde mujeres como Tamari Mutesi enseñan sastrería a las chicas, el primer paso para que obtengan la ansiada independencia económica que les permita escapar de la pobreza y de los abusos. Mutesi, de 27 años, ha entrenado a más de 25 mujeres desde 2008, y algunas de sus alumnas, como Adelphine Ingabire, de 22 años, ya tienen un salario mensual.
"Me encanta ver que las mujeres adquieren habilidades para mantenerse por sí mismas, alimentar a sus familias y ayudar a sus padres y a sus vecinos", ha declarado Mutesi, cuyo trabajo cuenta con la ayuda de COBURWAS, la organización "paraguas" que acoge al mencionado grupo juvenil de trabajo, y creada por cuatro jóvenes refugiados de estos países.
Uno de ellos, Joseph Munyambanza, escapó de la guerra en RDC cuando tenía seis años. Junto a sus socios, levantaron esta organización juvenil que ahora ha convertido un hostal en un centro de educación para 50 alumnas. "Tenemos más chicas que infraestructura para apoyarlas", ha lamentado Munyambanza, quien de todas maneras se declara "apasionado" por su labor.
La organización COBURWAS no solo proporciona escolarización, sino que imparte técnicas para reconocer e impedir el abuso sexual. "Nos enseñan cómo evitar a los hombres con los que no queremos estar", explica Sheila Arach, de 16 años, bajo la tutela de la gestora de la organización, Annet Atieno, quien añade que las jóvenes en edad de escolarización primaria, especialmente las huérfanas, corren peligro extremo de abusos.
"La demanda de sexo es muy elevada en su entorno, pero desde que hemos comenzado el programa, el índice de absentismo y de abandono escolar se ha reducido a tal punto que ahora estamos centrando prácticamente todos nuestros esfuerzos en la educación".
La plantilla de la organización se nutre también de estudiantes que regresan para dar clase, como la ruandesa Favourite Regina, graduada el mes pasado en la Universidad Internacional de Nairobi. "Hablo con las chicas para enseñarlas que todo es posible y que los hombres no son una solución", ha explicado.
Sin embargo, los problemas persisten. En el campo de Kyangwali, el 90 por ciento de las adolescentes están embarazadas. "Lo mejor que podemos hacer es no condenarlas y discutir las consecuencias con ellas", explica el profesor jefe de la escuela primaria del campo, John Bosco Okoboi.
"Algunas de mis amigas", añade otra de las estudiantes, Sarah Turiyamye, "tienen ya tres hijos. Si no me hubieran dado esta oportunidad, ahora estaría casada".