La educación, víctima por partida triple en situaciones de conflicto

Niña refugiada en Darfur, Sudán, en una escuela
Foto: CHRISTIAN FUCHS/JESUIT REFUGEE SERVICE
Actualizado: domingo, 19 abril 2015 8:59

Los centros escolares son objeto con frecuencia de ataques y la ayuda humanitaria dedica poca atención a la educación

   MADRID, 19 Abr. (Por Valeria Méndez de Vigo, responsable del departamento de Estudios e Incidencia de Entreculturas) -

   "La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los Derechos Humanos y a las libertades fundamentales, favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre las naciones y todos los grupos étnicos y religiosos, y promoverá el desarrollo de acciones para el mantenimiento de la paz" (art. 26.2, Declaración de Derechos Humanos).

   Este post trata sobre las tres paradojas que, a mi juicio, afronta la educación en situación de conflicto. La primera paradoja es que, a pesar del reconocimiento de que la educación es un derecho fundamental para la consecución de la justicia social y la paz, tal y como bellamente expresa la Declaración de los Derechos Humanos, cada vez hay más ataques, más violencia, más virulencia, contra instituciones educativas, contra estudiantes y contra docentes.

   Hace unos días, nos despertábamos con la sobrecogedora noticia del asesinato de 148 personas en la Universidad de Garissa, en Kenia, por parte de Al Shabaab. En febrero de este año, fueron secuestrados 89 niños de una escuela en Sudán del Sur y, a finales del año pasado, fueron asesinadas más de 200 estudiantes y docentes en una escuela de Peshawar, Pakistán.

   Se cumple ahora también un año del secuestro de 200 niñas y jóvenes de una escuela en Nigeria por parte de Boko Haram, sin que apenas hayamos vuelto a tener noticia de ellas. También en Siria, Gaza, Afganistán, o Irak, por mencionar sólo algunos ejemplos, la violencia contra la educación se produce de manera casi cotidiana. De hecho, la semana pasada murieron nueve personas --cinco de ellas niños y niñas-- por un bombardeo en Alepo, sin que apenas haya salido en los medios de comunicación.

   Según denuncia la Coalición Global para Proteger la Educación de Ataques, en los últimos años, se han producido más de 10.000 ataques contra la educación. Son deliberados, contra blancos fáciles. Y, entre otras razones, muchos de estos ataques están motivados por el papel de la educación como catalizadora de transformaciones sociales.

   Por eso, además de ataques contra instituciones o personas concretas, también lo son contra el derecho a la educación, la libertad, la estabilidad, la igualdad o la democracia o contra cualquier atisbo de transformación individual o colectiva. Luego quizás, más que una paradoja, los ataques a la educación sean una consecuencia de su potencial transformador a nivel individual y colectivo.

IMPACTO DEL CONFLICTO ARMADO EN LA EDUCACIÓN

   Además, tal y como señala UNESCO, en su reciente informe de Seguimiento de la Educación para Todos (EPT), más de un tercio (el 36%) de los niños, niñas y jóvenes sin escolarizar vive en países afectados por conflicto. Es evidente que los conflictos armados y la violencia contra estudiantes y docentes tienen impactos devastadores a corto y largo plazo.

   A corto plazo, porque, además del terrible coste en vidas humanas, provocan miedo, inseguridad, absentismo de estudiantes o docentes, discontinuidad de las clases o pérdida o destrucción del material y de las infraestructuras. A largo plazo, porque dañan el sistema educativo de un país en su conjunto y porque casi generaciones enteras corren el riesgo de no acceder a una educación de calidad.

   Por otro lado, en situaciones de conflicto, la educación contribuye a brindar protección a niños y niñas, a ofrecerles un futuro, a dar una sensación de rutina, disciplina y normalidad.

MENOS AYUDA A LA EDUCACIÓN

   Y aquí es cuando nos enfrentamos a la segunda paradoja: a pesar de sus efectos positivos en situaciones de conflicto y de los devastadores efectos ante su vulneración o ausencia a corto y largo plazo, la ayuda humanitaria a educación es un porcentaje ínfimo de la ayuda humanitaria en general, llega solamente al 1,4%.

    La educación se descuida, porque no se percibe como urgente frente a otras necesidades que parecen más inmediatas, como acceso a alimentos o agua. Pero si hablamos de ayuda a medio y largo plazo, lo cierto es que también la ayuda oficial al desarrollo en educación a nivel internacional ha disminuido un 10% desde 2010, frente a una disminución del 1,3% de la ayuda oficial al desarrollo total.

Educacion

Foto: CHRISTIAN FUCHS/JESUIT REFUGEE SERVICE

   La tercera paradoja es que, cuando sucede algún terrible suceso de los mencionados, inmediatamente se habla, con razón, de la necesidad de luchar contra la violencia y el terrorismo. Algunas voces señalan el peligroso caldo de cultivo para la violencia que suponen la pobreza, el desempleo, el resentimiento y la falta de alternativas para obtener un empleo

   Sin embargo, la respuesta no suele ser invertir en educación --en una buena educación que promueva una cultura de paz, de valores y de convivencia-- sino que, más bien los países en conflicto suelen dedicar gran parte de sus presupuestos a seguridad y armamento.

    El gasto en armamento también merma los presupuestos que los países donantes podrían dedicar a la educación de los países en conflicto. De hecho, tal y como denuncia UNESCO, cuatro días y medio de gasto militar de países donantes cubrirían el déficit de financiación externa anual de los objetivos de educación para todos, cifrados en 22.000 millones de dólares.

¿QUÉ SE PUEDE HACER?

   Como señala UNESCO, resulta fundamental proteger el derecho a la educación de los niños y niñas en caso de conflicto y las escuelas como espacios seguros, otorgándoles la misma protección que la Convención de Ginebra brinda a los hospitales.

   También hay que reforzar los sistemas de supervisión y elaboración de informes sobre violaciones de Derechos Humanos que afectan a la educación e imponer las sanciones apropiadas a los culpables. Los estados deben suscribir los denominados Principios de Lucens, para prevenir el uso de las escuelas en zonas de conflicto y asegurar la protección de las infraestructuras educativas.

   Hay que reconocer el papel fundamental de la educación en emergencias relacionadas con conflictos armados y destinar, al menos, un 4% de la ayuda humanitaria a educación básica. Además, en las fases posteriores, la ayuda a educación debe ser previsible y a largo plazo para poder construir sistemas de educación de calidad, para lo que es necesario invertir en educación que permita reconstruir los sistemas educativos dañados por el conflicto.

   Asimismo, es preciso reconocer el papel de la educación en la construcción de la paz, creando sistemas de educación inclusivos, en los que se aprendan valores de tolerancia, respeto mutuo y la capacidad de convivir pacíficamente.

   Como señala Malala Yusafzai, la joven activista paquistaní tiroteada por los talibán por ejercer su derecho a la educación y Nobel de la Paz: "Centrémonos en la educación y hagamos que todos los niños y niñas vayan a la escuela. Así es como alcanzaremos la paz. La educación es el mejor arma para combatir la pobreza, la ignorancia y el terrorismo".