Militares iraquíes arrestan a un supuesto miliciano del Estado Islámico en Mosul
ALAA AL-MARJANI / REUTERS
Actualizado: martes, 28 febrero 2017 21:28


MOSUL, 28 Feb. (Reuters/EP) -

A medida que aumenta el número de iraquíes que huyen del oeste de Mosul, las fuerzas de seguridad que participan en la ofensiva para recuperar el control del bastión del Estado Islámico han aumentado el escrutinio sobre los desplazados, en busca de yihadistas que intenten infiltrarse y huir de la ciudad escondidos entre la población civil.

Un centenar de hombres esperan sentados en el suelo a que las tropas iraquíes comprueben sus documentos de identidad en busca de milicianos. Los desplazados han tenido que escabullirse entre las líneas de frente para poder salir de la ciudad. Algunos han sido alcanzados por los combatientes y presentan heridas de bala.

Uno de los oficiales del Ejército iraquí coge entonces a un joven y le coloca en un alto, mientras grita preguntando al grupo que si le conocen y saben si pertenece al Estado Islámico o no. Los hombres comienzan a murmurar mientras algunos asienten en silencio. Inmediatamente después, el militar arrastra al joven hacia una camioneta de las fuerzas de seguridad, donde le ata de pies y manos.

El joven confesó horas después que había pasado una semana en un centro de entrenamiento para reclutas del Estado Islámico, pero que sólo había estado de cocinero y que ni siquiera había aprendido a utilizar un arma.

Debido a la intensificación de los combates en el oeste de Mosul, el número de habitantes que huye de la ciudad cada vez es mayor. No obstante, las tropas iraquíes temen que muchos yihadistas consigan salir de Mosul haciéndose pasar por civiles, por lo que han aumentado los controles de seguridad en los campos para desplazados.

Desde que comenzó la operación militar para recuperar la parte oeste de la ciudad, hace menos de una semana, más de 14.000 personas han huido de Mosul a través del desierto rocoso que rodea la urbe. La mayor parte son mujeres, niños y ancianos, pero también hay centenares de hombres jóvenes, que son forzados a pasar por los controles de las tropas iraquíes.

Todos están hambrientos y sedientos. Muchos necesitan asistencia sanitaria y tienen heridas graves, después de tres meses bajo asedio por parte de las fuerzas iraquíes en los barrios del oeste de Mosul. Aquellos que intentan hacerse pasar por desplazados son, por lo general, jóvenes que llevan poco tiempo dentro de la organización terrorista y que huyen, al igual que la población civil, por miedo.

A finales de enero, el Ejército de Irak anunció la toma de todos los barrios de Mosul ubicados al este del río Tigris, si bien los yihadistas siguen controlando la zona occidental de la ciudad.

Los milicianos yihadistas están prácticamente rodeados en la parte occidental de Mosul, donde aún quedan unos 750.000 civiles tras la toma de la parte oriental de la ciudad el pasado mes de enero, tras más de tres meses de combates.

Unos 400.000 civiles podrían tener que huir de sus hogares como consecuencia de los combates en el oeste de Mosul, muy afectado ya por la escasez de alimentos y combustibles, según advirtió el sábado la coordinadora humanitaria de la ONU para Irak, Lise Grande.

De acuerdo con los servicios de Inteligencia iraquíes, durante la primera jornada de desplazamientos, arrestaron a al menos siete yihadistas. "Los milicianos no aparecen de la nada", ha apuntado un oficial iraquí, citado de forma anónima por Reuters.

"TE DAS CUENTA DE QUIÉNES SON"

La mayor parte de los milicianos mueren en combate, aunque las fuerzas iraquíes tratan de capturar a todos los que pueden con vida para obtener información e interrogarles. Según ha explicado uno de los agentes encargados de los controles de seguridad, existe un patrón que permite identificar a los terroristas.

"Te das cuenta de quiénes son porque están asustados. Los que no pertenecen al Estado Islámico también tienen miedo, pero es un miedo diferente al que sienten los yihadistas", ha señalado.

"Tenemos un mecanismo. Contamos con nombres y fuentes, pero aun así no les conocemos a todos. Contamos con gente que coopera con nosotros", ha añadido. Muchos de los hombres que son sometidos a controles de seguridad y a interrogatorios por parte de las tropas iraquíes intentan demostrar su inocencia dando nombres y proporcionando información sobre la organización.

"La gente se muestra muy dispuesta a cooperar porque dos años sufriendo la represión y la amenaza constante por parte del Estado Islámico es mucho tiempo", ha apuntado el agente iraquí. "Cuando en un grupo preguntas quién es miembro del Estado Islámico siempre sale alguien que se atreve a señalar con el dedo", ha añadido.

UNA ODISEA

Cuando los desplazados llegan después de horas caminando por el desierto son enviados de forma inmediata a los controles de seguridad. Muchos llegan heridos, ya que durante su huida son alcanzados por los bombardeos y tiroteos que están teniendo lugar dentro de la ciudad.

Por lo general, lo primero que hacen cuando llegan al campo es pedir un cigarrillo. El Estado Islámico prohíbe fumar pero son muy pocos los que han decidido dejarlo por ello.

En el oeste de Mosul apenas hay productos básicos. Los precios están por las nubes desde que las tropas iraquíes cortaron la única carretera que conectaba la ciudad con el resto del autoproclamado califato. Muchas de las familias han sobrevivido a base de pan y una mísera comida al día.

Uno de los ancianos esperando para pasar el control de seguridad ha asegurado que muchos de sus vecinos se han muerto de hambre durante el asedio. "No se podía comprar nada. Teníamos dinero, pero qué haces ¿te lo comes?", ha señalado. "No es que los precios sean muy altos, es que no hay comida. Muchos hemos tenido que dejar a nuestros familiares muertos detrás", ha añadido.

La huida del oeste de Mosul es una odisea extremadamente peligrosa y desorientadora. En muchas ocasiones, las familias se separan de forma involuntaria, sin saber cuándo podrán volver a reunirse o dónde van a ir.

Los civiles que han logrado huir del oeste del último bastión del Estado Islámico han asegurado que han sido disparados y atacados por los yihadistas durante el camino, que implica más de dos horas de trayecto por el desierto, a la vista de los francotiradores.

Decenas de mujeres aprovechan la oportunidad y se cambian de velo, tirando al suelo el niqab negro que les obligaba a llevar el Estado Islámico y colocándose con esmero velos de colores que permiten verles la cara.

En la otra esquina del campo, el joven cocinero que trabajaba para el Estado Islámico, demasiado joven para que le salga barba, espera sentado presa del pánico en la camioneta junto a tres hombres más, cuyas cabezas están cubiertas por bolsas negras.

Uno de los policías iraquíes a su cargo comienza a hacerle preguntas. Los ojos del joven se hinchan y comienza a llorar. "No llores", le dice el agente con cierta compasión. Inmediatamente después, da unas palmadas a la parte trasera del vehículo y éste arranca, llevándose consigo a los cuatro prisioneros.

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