MADRID, 15 May. (Por Renate Sinke y Narin Fandoglu, coordinadoras de los equipos de emergencias de MSF en la RCA) -
Desde finales de diciembre, al calor de las elecciones, la situación en República Centroafricana (RCA) se ha deteriorado rápidamente debido a la escalada del conflicto entre una coalición de grupos armados y las fuerzas gubernamentales apoyadas por tropas extranjeras.
El recrudecimiento de la violencia ha afectado a comunidades enteras, obligando a unas 280.000 personas a huir de sus hogares desde de diciembre. En Médicos Sin Fronteras (MSF) hemos atendido a muchas personas que habían sufrido intimidaciones y secuestros, que habían presenciado el asesinato de familiares amigos o que habían sido agredidas, y visitado decenas de aldeas saqueadas y destruidas.
Algunas comunidades han sufrido terribles abusos y han sido particularmente
estigmatizadas, como los grupos musulmanes y peuls. La gente se ve a menudo obligada a huir con lo puesto y dejando todo atrás. Algunos buscan refugio en campamentos improvisados o en edificios en las zonas urbanas; otros se esconden en el bosque.
En Grimari, en el centro de la RCA, unas 8.000 personas han buscado refugio frente al hospital desde finales de diciembre. A mediados de febrero, en el plazo de muy pocos días, otros 3.000 desplazados llegaron allí desde zonas cercanas.
Cerca de 1.200 personas se refugiaron cerca del hospital de Bossembélé, en el oeste, mientras que el resto de los 80.000 habitantes de la localidad se alejaron de la carretera principal que cruza la población y permanecieron hasta ocho semanas en el bosque. Nuestros equipos también encontraron a otros 3.600 desplazados entre la localidad de Ippy y sus alrededores.
"Escuchamos rumores de la llegada (de hombres armados) y huimos con nuestras mujeres, niños y algunas pertenencias, incluidas las cosechas", nos explicaba Bruno, oriundo de Ngreko, un pueblo cerca de Grimari. "Nos querían obligar a combatir de su lado". Bruno fue capturado mientras estaba escondido en el bosque con otras dos personas de su localidad. Fueron tomados como rehenes, golpeados brutalmente y abusados sexualmente.
Para muchos, la violencia ha afectado gravemente sus medios de vida. El ganado ha muerto o ha sido robado. Los agricultores no han podido trabajar en los campos debido a la inseguridad o porque han tenido que abandonar sus aldeas. Otros han visto sus casas quemadas o destruidas.
NO HAY MEDIOS SUFICIENTES
El 28 de diciembre, un ataque en Grimari contra un camión que transportaba civiles mató a varios pasajeros, incluido un trabajador de MSF, e hirió a varios más. Uno de nuestros equipos evacuó a los heridos que precisaban de intervenciones quirúrgicas hasta el hospital apoyado por la organización en Bambari, a 75 kilómetros, ya que el de Grimari no tenía ni el personal ni los suministros para tratarlos adecuadamente.
También se han producido intensos combates en Bossembélé, especialmente en los alrededores de Boali, donde una central proporciona el 80% de la electricidad utilizada en la capital de la RCA, Bangui. Sin embargo, igual que en Grimari, los heridos de guerra no pudieron ser tratados en Bossembélé debido a la falta de personal y equipo adecuado.
En respuesta a esta violencia, reforzamos la capacidad de los hospitales de Grimari, Bossembélé e Ippy a través de planes para el manejo de incidentes con víctimas masivas, la capacitación del personal del Ministerio de Salud y de otras ONG y la donación de medicamentos. Servirá para garantizar que los equipos puedan responder por sí mismos.
SAQUEOS Y DESTRUCCIÓN GENERALIZADA
La violencia de los últimos meses ha dañado todavía más a un sistema de salud que ya se encontraba muy precario. Los centros de salud apoyados por las ONG que trabajaban en el área alrededor de Grimari, así como sus bases, fueron saqueados después de que sus trabajadores fueran evacuados temporalmente durante el pico de los combates.
El conflicto, así como los actos de violencia directa contra la misión médica, han interrumpido gravemente los servicios de salud. Como resultado, la mayoría de los centros de salud cercanos a Ippy se han quedado sin medicamentos esenciales, incluidos los necesarios para tratar las principales causas de muerte en el país, como la malaria.
En Kouchou, un pueblo cerca de Ippy, nuestro personal encontró el centro de salud completamente saqueado y destruido. Lo mismo sucedió en Bossembélé, donde muchos cntros fueron saqueados, a menudo más de una vez y por todas las partes del conflicto.
Para intentar poner a salvo sus vidas, el personal médico, al igual que muchos habitantes, se vio obligado a esconderse en el bosque. Diferentes grupos armados de la zona utilizaron las estructuras sanitarias como bases temporales.
El personal de los centros de salud de toda la región tendrá que empezar de cero una vez más, ya que muchos medicamentos, materiales médicos, muebles, paneles solares y neveras han sido robados o han sufrido importantes daños.
En RCA, las partes enfrentadas están ignorando una vez más la necesidad de respetar y proteger las instalaciones médicas y esto resulta completamente inadmisible. Desde MSF les recordamos de nuevo que la guerra también tiene reglas.
LAS NECESIDADES SON ENORMES
En respuesta al deterioro de la situación, hemos puesto en marcha clínicas móviles junto a centros de salud, escuelas y campamentos de desplazados. Nuestros equipos han llevado a cabo 5.307 consultas médicas entre diciembre y abril, centradas en niños menores de cinco años, mujeres embarazadas y casos de urgencia.
"He estado enferma desde que huimos al monte. Tengo frío todo el tiempo y tengo dolores en todo el cuerpo. Vomito constantemente y tengo diarrea. Las plantas, las medicinas tradicionales, me ayudaron durante las dos o tres semanas que estuvimos en el bosque", nos decía Thérse, una mujer en Grimari.
Saidou Ibrahim, un niño de 10 años de Ippy, nos contó que se había caído años atrás mientras jugaba con sus amigos. Lo que al principio era una simple herida, había acabado por infectarse y complicarse. El dolor le impedía caminar y hablar. Al principio, sus familiares estaban ayudando a pagar el tratamiento que le dieron en el hospital, pero tuvieron que dejar de hacerlo porque ya no podían permitírselo.
Recurrieron en vano a la medicina tradicional durante casi cuatro años. Cuando mis
compañeros se toparon con Saidou en un asentamiento, el niño estaba en muy malas condiciones. Ahora se está recuperando lentamente, pero sin el tratamiento habría perdido la pierna con total seguridad.
AUMENTO DE LA VIOLENCIA SEXUAL
Como suele ocurrir en conflictos, la violencia sexual se ha generalizado. Las mujeres son particularmente vulnerables y se han visto atrapadas en violaciones masivas perpetradas por grupos armados.
En Ippy y alrededores, proporcionamos asistencia médica y psicológica a 29 supervivientes de violencia sexual. Entre ellas había 21 mujeres que fueron agredidas en dos violaciones masivas, que tuvieron lugar en el mismo lugar y con solo dos semanas de diferencia.
En Grimari y Bossembélé, tratamos a otros 16 supervivientes. También capacitamos al personal del hospital para responder a pacientes que han sufrido violencia sexual y donamos medicamentos y materiales para apoyar este servicio.
Menos de la mitad de las supervivientes atendidas llegaron dentro de las 72 horas posteriores al evento. Es preocupante, ya que recibir atención médica en los primeros tres días después de una agresión reduce en gran medida el riesgo de embarazos no deseados y de transmisión de enfermedades como el VIH.
Sin embargo, esto es sólo la punta del iceberg: muchas mujeres no acuden a nosotros porque temen represalias, ya sea por parte de sus agresores o de la propia comunidad. Además, el trámite legal es un proceso largo al que no se puede acceder desde las provincias y esto hace que la gente al final no denuncie.