MADRID, 10 Nov. (Por la Organización Mundial de la Salud) -
En las zonas epidemiológicas del Ébola en la República Democrática del Congo, los trabajadores sanitarios deben permanecer alerta, vigilantes y cautelosos. El virus podría cruzarse en su camino antes incluso de percatarse de que un paciente que acaba de llegar para ser tratado ya lo lleva dentro.
De los 162 trabajadores sanitarios infectados desde que comenzara este décimo brote, en agosto de 2018, 65 han fallecido. 102 de ellos (el 63% del total) eran enfermeras.
Cuando un enfermo --no diagnosticado-- de Ébola atravesó las puertas del Centro de Salud Afya Himbi en Goma, la enfermera Blandine Kazade ya estaba alerta. Su rápida reacción al informar a las autoridades sanitarias, tal y como nos cuenta, desencadenó una respuesta inmediata que detuvo la transmisión del virus en una ciudad de un millón de habitantes.
"Mi trabajo aquí en el Centro de Salud Afya Himbi consiste en atender a los enfermos que llegan a consulta. Vemos a gente con diferentes dolencias. Llevo trabajando aquí varios años y ya soy muy conocida en la comunidad.
Soy quien detectó al primer enfermo de Ébola en Goma. Ese día resultó ser una gran sorpresa para todos nosotros en el centro de salud. Para empezar, no había nada inusual en ese paciente. Le recibí en la sala de consulta y le pregunté el motivo que lo había traído al hospital. Me dijo que tenía fiebre, dolor de cabeza y que había vomitado.
Le pregunté de dónde era y me dijo que había viajado desde Beni, (punto crítico del brote) para visitar a un compañero suyo que era pastor en Goma. Con los guantes puestos, lo examiné y saltó mi alarma. Inmediatamente sospeché que podría ser un caso de Ébola.
Llamé a mis compañeros y les expliqué mis sospechas. Inmediatamente llevamos al paciente a la zona de aislamiento, lejos de otros pacientes. Llamamos al
jefe del hospital y le explicamos la situación en la que nos encontrábamos. Llegó para hacer la evaluación y llamó al equipo de expertos en Ébola, que entraron poco después para recoger al paciente y someterlo a pruebas adicionales en su centro especializado.
Los resultados posteriores dieron positivo por Ébola. Me sobresaltaron. Me asusté mucho. Me pregunté: "¿Qué le he hecho a mi familia?".
RECELO DE LA COMUNIDAD
Nuestros compañeros del Ministerio de Salud y de la Organización Mundial de la Salud vinieron a animarnos y nos vacunaron a todos nosotros y a todos los pacientes que estuvieron en el centro ese día. Nuestras familias están bien. Ninguna de las personas que se encontraron ese día con el enfermo resultó infectada.
Pero había una parte de la comunidad que no estaba contenta con lo que estábamos haciendo. Me acusaron y se llegó a decir que yo había recibido dinero por decir que el Ébola estaba entre nosotros, en la comunidad. La gente creía que me pagaban por mentir, e incluso amenazaron con quemar el centro de salud. Pero el jefe y los funcionarios del gobierno vinieron a defendernos. Las comunidades tienen que darse cuenta de que la enfermedad existe.
Lo que nos salvó de la infección fue la información que habíamos obtenido de mano de la Organización Mundial de la Salud a través de la capacitación sobre el virus. El entrenamiento nos preparó para estar en alerta máxima ante los síntomas de la enfermedad. También sabemos qué pasos dar ahora cada vez que se identifique un caso sospechoso. Siempre estamos alerta. No damos nada por sentado.
Valoro que la gente diga que yo y mis compañeros salvamos la ciudad. Estábamos haciendo lo que se supone que debemos hacer como profesionales sanitarios. Sólo hicimos lo que debíamos hacer".