MADRID, 12 Jun. (EDIZIONES) -
"Peligro, francotiradores delante". Los guías de los medios extranjeros que visitan ocasionalmente el suburbio sirio de Yarmuk (al sur de Damasco) recomiendan cautela absoluta. Estado Islámico y el Frente Al Nusra, la filial siria de Al Qaeda -- así como grupos palestinos -- se disputan el control de la localidad desde hace un año, ocultándose en infinidad de recodos disponibles entre las ruinas para ejecutar a sus víctimas a larga distancia.
Para los visitantes se trata de una anécdota peligrosa. Para los residentes del campo de refugiados palestino es un laberinto de un kilómetro que se ven obligados a recorrer diariamente sin protección en busca de alimentos.
"La vida de los civiles atrapados en Yarmuk es una agonía constante por la supervivencia", asegura el subdirector de Amnistía Internacional para Oriente Próximo, Hadj Sahraoui. "Primero, han tenido que resistir dos años de asedio por parte de las fuerzas del Gobierno sirio, y ahora están completamente arrinconados por los francotiradores".
El punto de suministros más cercano es la cercana localidad de Yalda, desde donde la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNWRA) intenta acercarse a la mínima distancia posible para entregar alimentos a los valientes que se atreven a hacer un recorrido donde la muerte está a la vuelta de la esquina.
UN KILÓMETRO
Los residentes del campo de refugiados de Yarmuk tienen que atravesar parte de la ciudad aprovechando las enormes lonas que cubren algunos edificios para bloquear la vista de los tiradores. "Tienen cubiertas la mayoría de las calles", explica a la agencia Reuters un joven refugiado de 22 años, bajo el alias de Mahmud, por miedo a represalias de las milicias.
Hay que decir que los francotiradores no suelen tener como objetivo a los civiles, pero el momento de tensión es tan grande que los tiradores suelen abrir fuego al confundir a los refugiados con enemigos, en particular porque suelen ir cargados con mochilas para guardar la comida, un accesorio fácilmente malinterpretable como bolsas de munición. "Hay algunas calles por las que puedo andar. En otras, tengo que correr", añade.
Una vez superados los escombros, los refugiados tiene que atravesar un puesto de control de Estado Islámico, que custodia la única vía de acceso a Yalda, donde opera la ONU. El joven realiza este recorrido tres veces a la semana.
YARMUK
Yarmuk nació en 1957. El campamento fue establecido por el Gobierno sirio para acoger a los refugiados del conflicto árabe israelí. Cuando comenzó la guerra en Siria, hace ya cinco años, vivían allí más de un millón de personas.
Actualmente el lugar es un hervidero de grupos enfrentados. Solo una pequeña parte del campamento está actualmente bajo el control de rebeldes y milicias palestinas. Al Nusra y Estado Islámico consiguieron finalmente hacer mella en abril y se hicieron con la posesión del territorio aprovechando el aislamiento de la zona: la gente se está muriendo de hambre. "Hay dos clases de civiles: los que no quieren dejar sus casas o los que son demasiado pobres", explicó un combatiente a la CNN.
El activista Abdulá Al Jatib, obligado a abandonar el campo el año pasado, ha advertido que los combates se han recrudecido en los últimos meses. Se especula con la posibilidad de que Estado Islámico quiera dar un último impulso a su ofensiva ante sus recientes derrotas en otros puntos de Siria e Irak. "Estado Islámico quiere el control del campamento entero. Más allá de eso, no sabemos nada", explica a Al Monitor. Actualmente hay en torno a 2.000 combatientes de la organización terrorista en torno al campamento.
Sin embargo, la cooperación entre Estado Islámico y Al Nusra ha sido tan inusual como breve. Tras conseguir los avances, comenzaron a enfrentarse entre sí por el control de la ciudad. El supuesto acuerdo entre el Gobierno sirio y Estado Islámico por el que permitió a la organización terrorista abandonar Yarmuk para refugiarse en su "capital" de facto en Siria, Raqqa, ha quedado en agua de borrajas.
De los 160.000 refugiados que había en el campamento antes de la guerra, ahora quedan solo entre 3.000 y 6.000 personas que se niegan a dejar sus casas. "Mi casa está aquí. Mi padre vive aquí. En Yalda no sería más que un desplazado más. Yarmuk es mi hogar", confiesa Mahmud antes de emprender un nuevo viaje.