El grupo terrorista está decidido a hacer descarrilar el incipiente acercamiento entre el Gobierno afgano y los talibán
MADRID, 14 Jun. (EUROPA PRESS) -
Ahora que la paz entre el Gobierno de Afganistán y los talibán parece vislumbrarse como una posibilidad en el horizonte, con ambas partes decididas a entablar negociaciones que pongan fin a un conflicto de más de tres décadas en el país, hay otra fuerza que está cobrando cada vez más peso y que está decidida a echar por tierra el sueño de los afganos: Estado Islámico Jorasán, la filial del grupo terrorista en el país.
El grupo se fundó en 2015, en plena expansión del 'califato' que entonces lideraba Abu Bakr al Baghdadi, y supo aprovechar los numerosos grupos armados en la región para atraer reclutas y forjar alianzas operativas, además de perpetrar ataques. Sin embargo, sus avances se vieron pronto mermados por los esfuerzos antiterroristas en su contra, con importantes pérdidas de combatientes y territoriales, según subraya Amira Jadoon, profesora en lucha antiterrorista en la academia militar de West Point, en un artículo para el 'think-tank' Center for Global Policy (CGP).
Estas pérdidas, que habrían dejado al grupo muy debilitado en los últimos años, parecen haber empujado a Estado Islámico a ser "incluso más provocativo" en sus acciones con el fin de "exacerbar la frágil situación" en el país con vistas a "generar un entorno en el que pueda sobrevivir y seguir siendo relevante" en la escena yihadista, destaca la experta en antiterrorismo.
Así, el grupo estaría detrás de algunos de los más sangrientos atentados registrados este año, si bien, como parece haberse convertido en costumbre, aquellos más polémicos por el objetivo o las víctimas ocasionadas, no han sido reivindicados oficialmente.
El 6 de marzo, atacaron un memorial de un líder hazara en Kabul, en el que estaba presente el jefe del Ejecutivo, Abdulá Abdulá, matando a más de 30 personas y dejando otros 80 heridos, y tan solo tres días después lanzaron cohetes contra el palacio presidencial en Kabul donde Ashraf Ghani estaba tomando posesión para un segundo mandato.
Pero sin duda, los dos ataque que más impacto han tenido fueron los ejecutados el 12 de mayo, que provocaron la suspensión de los contactos preliminares entre el Gobierno afgano y los talibán con vistas al inicio de conversaciones de paz a pesar de que el grupo insurgente que fundó el mulá Omar se desmarcó desde el minuto uno de los mismos.
Ese día, al menos 24 personas murieron, incluidas mujeres y bebés, en un ataque contra una maternidad en Kabul apoyada por Médicos Sin Fronteras (MSF) --que ningún grupo ha reivindicado hasta la fecha-- mientras que un miliciano de Estado Islámico se inmoló durante el funeral de un alto cargo policial en Nangarhar, dejando más de 30 fallecidos.
EXACERBAR LA INESTABILIDAD
Todos estos actos, además de exacerbar la inestabilidad imperante en Afganistán, amenazan con echar por tierra el acuerdo de paz firmado entre Estados Unidos y los talibán el pasado mes de febrero en Doha y, subsiguientemente, el eventual acuerdo de poder compartido que podría surgir de una negociación entre el Gobierno y los talibán, subraya Jadoon.
El Ejecutivo de Ashraf Ghani, tras la abrupta suspensión de los contactos preparatorios en mayo y la reanudación de las acciones ofensivas contra los insurgentes, parece ahora más decidido que nunca a sentarse en la mesa de negociación con los talibán, por lo que ha acelerado las liberaciones de prisioneros del grupo.
Reticente en un primer momento a liberar a los 5.000 presos que preveía el acuerdo de Doha antes del inicio de las conversaciones intra-afganas, Ghani accedió a poner en libertad a 1.500 pero hace tiempo que superó esa cifra y ahora está dispuesto a excarcelar a 2.000 más.
CRÍTICAS A LOS TALIBÁN
Por su parte, Estado Islámico no ha escatimado sus críticas a la negociación entre Washington y los talibán, que se saldó con el compromiso de una retirada de las tropas estadounidenses del país a cambio de la promesa por parte de los insurgentes de que Afganistán no será usado como retaguardia para lanzar ataques terroristas contra Occidente. Con este acuerdo, Estados Unidos tiene en mente principalmente Al Qaeda, que cuenta con bases en suelo afgano e incluso se cree que su líder, Ayman al Zawahiri, estaría en algún lugar en la frontera entre Afganistán y Pakistán.
En su reciente mensaje con motivo de la festividad musulmana del Eid al Fitr, el nuevo portavoz de Estado Islámico, Abú Hamza al Qurashi, denunció que el acuerdo es una tapadera de la "actual alianza entre los apóstatas talibán y los cruzados para combatir a Estado Islámico", y busca "establecer un gobierno nacional" que reúna a este grupo con otros a los que igualmente tacha de apóstatas.
Según Al Qurashi, su esperanza de librar a Afganistán de la presencia de Estado Islámico "se ha visto frustrada por la gracia de Dios y los soldados de Estado Islámico han demostrado que sus sueños son una mentira" puesto que sus operaciones continúan tanto en Kabul como en otras zonas del país, "sacudiendo los pilares" de los "cruzados y los apóstatas". Además, advirtió de que "los muyahidín siguen determinados a combatirles hasta que limpien" Afganistán de su presencia.
NO HAY QUE INFRAVALORAR AL GRUPO
En este sentido, incide Jadoon, "dada la capacidad de resiliencia y operativa demostrada en el pasado" por la filial afgana del grupo terrorista, los riesgos de un resurgir del grupo "son demasiado graves como para no prestarles atención". "Ataques cada vez más provocativos podrían sembrar la desconfianza entre los actores afganos e impedir avances políticos y socioeconómicos", lo que a su vez les facilitaría el reclutamiento y la conquista de territorios, previene la experta en antiterrorismo.
La detención de su líder, Aslam Faruqi, a principios de abril en la provincia afgana de Kandahar podría dar al grupo terrorista la sensación de que tiene "menos que perder" y "aumentar su desesperación de sobrevivir", lo que podría traducirse en acciones "más impactantes para atraer publicidad", advierte Jadoon, que también apunta a que esto podría atraer nuevamente a combatientes extranjeros al país.
Y si los esfuerzos por dar al traste el acuerdo de paz entre Estados Unidos y los talibán y un eventual acuerdo para un gobierno de unidad en el país no se materializan y todo su sigue su curso, la experta advierte de otro factor que podría servir para dar alas a Estado Islámico: la deserción de talibán descontentos con lo pactado y que pasarían a engrosar las filas del hasta ahora grupo rival.
Así pues, remacha Jadoon, es importante que "a corto y medio plazo se mantenga el apoyo internacional a los esfuerzos antiterroristas contra Estado Islámico en Afganistán" al tiempo que se busca igualmente una mayor cooperación en materia de seguridad a largo plazo con los países vecinos con vistas a "desmantelar su red y evitar sus esfuerzos de reclutamiento".
"De forma paralela, el apoyo tanto de Estados Unidos como de los países de la región al progreso socioeconómico y político en Afganistán sigue siendo crítico para reducir la influencia ideológica de grupos extremistas como Estado Islámico", previene Jadoon.