MADRID, 1 Jul. (EUROPA PRESS) -
Las mujeres y niñas venezolanas viven en un contexto social que todavía alimenta los "estereotipos machistas", lo que genera una "brecha" entre un marco legal perfecto que reconoce ampliamente sus derechos y una realidad que hace imposible que disfruten de ellos, de modo que tan solo "un cambio cultural" podría equipararlas con sus conciudadanos masculinos, según ha explicado Luz Patricia Mejía, de la Organización de Estados Americanos (OEA), en una entrevista a Europa Press.
"El proceso de reconocimiento de derechos en Venezuela ha tenido una evolución muy importante en los últimos años, con cambios legislativos y procesos estructurales de transformación del Estado para atender los derechos de las mujeres y, en general, los Derechos Humanos", ha indicado Mejía, que dirige el mecanismo que se ocupa de controlar la aplicación de la Convención de Belem do Pará, para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer.
En Venezuela se han creado leyes y se han puesto los medios --fiscalías, tribunales y defensorías del pueblo especializadas en atención a mujeres y niñas--. Por ejemplo, en 2008 el sistema de justicia permitía que los casos de violencia de género se ventilaran en una mediación, pero gracias a una norma aprobada ese mismo año los maltratadores ya no tiene forma de evitar un proceso judicial.
"Por otro lado, hay deudas muy relevantes" porque "no hay una correspondencia entre lo que está ocurriendo y cómo está respondiendo el Estado". Hay una desconexión entre el panorama que dibujan las leyes venezolanas y la realidad que viven mujeres y niñas, que sufren violencia física y sexual tanto en el ámbito privado de su casa como en la vida pública, ha apuntado Mejía.
La experta ha subrayado que no se trata "de una cosa específica de Venezuela". La Convención de Belem do Pará nace doce años antes que la Convención de Estambul --su réplica europea-- porque "en América Latina y el Caribe los movimientos feministas siempre fueron muy poderosos y lograron un reconocimiento muy amplio de derechos pero la incapacidad de los estados para llevar a cabo estas políticas hace evidente la desconexión", ha comentado.
Uno de los factores que contribuye a que la realidad permanezca oculta en la epidermis social es la reticencia de los países que forman parte de la Convención de Belem do Pará --de la que se excluyen Estados Unidos y Canadá-- a elaborar estadísticas oficiales sobre los casos de violencia contra mujeres y niñas y la respuesta estatal. "En este momento solo 13 de los 32 que están obligados a hacerlas las hacen", ha reprochado.
Por ejemplo, un informe reciente sobre embarazos adolescentes en la región reveló que en Venezuela "hay numerosas investigaciones" sobre violencia sexual, "pero para nada se corresponde con la altísima tasa de embarazos adolescentes en niñas menores de 14 años", a pesar de que se supone que, conforme al Código Penal venezolano, mantener relaciones sexuales con ellas es un delito.
SOCIEDAD MACHISTA
En el caso de Venezuela, Mejía ha achacado esta disparidad entre lo que debe ser y lo que es a "un sistema patriarcal" que mantiene los roles tradicionales de la mujer, incluso en el currículum escolar. "Si bien no se dice en los libros, los profesores animan a los niños y a las niñas a que jueguen distinto (...) y eso marca una gran diferencia" entre lo que las mujeres creen que pueden hacer y a lo que tienen derecho, ha dicho.
Los medios de comunicación también tienen su parte de responsabilidad. Mejía se queja de que a la hora de informar sobre las mujeres fallecidas por violencia de género "se habla siempre de 'crimen pasional'". "Es como una justificación, una idealización de la violencia contra las mujeres", porque "la mató por amor", ha criticado.
La publicidad sigue siendo "bastante sexista". Presenta a la mujer como objeto de deseo en los productos dirigidos a los hombres y enfoca la venta de todos los productos y servicios relacionados con el cuidado de los niños y el hogar hacia la mujer.
Todo esto tiene "un impacto claro" a nivel práctico. Mejía, venezolana, cuenta que, si bien ella pudo estudiar y labrarse una carrera profesional gracias a la posición "privilegiada" de su familia en términos económicos, "hubo muchas actitudes machistas". "Yo siempre digo que todas las mujeres hemos vivido algún tipo de violencia" que suele pasar inadvertida porque "creemos que por ser mujeres nos toca vivir eso", apostilla.
"CONFLICTO POLÍTICO"
Además, ha indicado que actualmente "hay un estancamiento" en la evolución de los derechos de mujeres y niñas en Venezuela por "el conflicto económico, político y social" que vive la nación caribeña y que, como es habitual, ha golpeado de lleno a "los grupos desventajados, entre los que siempre están las mujeres".
Mejía ha explicado que el acceso de las mujeres a la administración de justicia para denunciar la violencia que se ejerce contra ellas se ha visto afectado. "Si las mujeres de por sí desconfían porque temen al sistema, porque conocen que les puede poner en más riesgos, en una situación política tan polarizada" les genera aún más rechazo, ha desarrollado.
Otro problema es que allí donde antes las mujeres de la oposición y del Gobierno habían conseguido llegar a acuerdos en cosas transversales, como la participación política y los derechos sexuales y reproductivos, "ahora se ven afectados porque hay otros acuerdos generales que no existen". "Es necesario que se avance más allá de la coyuntura política porque son cosas que nos afectan a todas independientemente de la ideología", ha reclamado.
La crisis, en su vertiente económica, también ha afectado a las mujeres como "cabezas de familia", debido a una inflación disparada y a una escasez generalizada de productos básicos que convierten en todo un desafío llenar la cesta de la compra, y como "trabajadoras", porque la "precariedad" laboral, bajos salarios y empleo informal, "es mayoritariamente femenina".
REVOLUCIÓN CULTURAL
Para Mejía, que está en Madrid por un ciclo de conferencias organizado por la Casa Encendida y la Asociación de Mujeres de Guatemala, la solución pasa por una transformación en las estructuras del Estado que permita acabar con "las relaciones desiguales de poder" y en la que se implique toda la sociedad venezolana, sin exclusiones de tipo político.
"En Venezuela hay un proceso de transformación cultural que no está ocurriendo con la rapidez que se requiere", a diferencia de otros países del entorno latinoamericano, entre los que ha mencionado a Argentina, con "índices importantes de violencia pero también índices importantes de rechazo social".
Acabar con la violencia contra las mujeres en Venezuela "requeriría un cambio cultural donde participen todas las personas, no solo el aparato estatal, sino toda la sociedad", ha aseverado Mejía, que se muestra optimista porque "cada vez hay una mirada más abierta".