UNICEF quiere preparar a 2.500 adultos supervivientes para colaborar en la atención a estos niños
MADRID, 11 Oct. (EUROPA PRESS) -
El brote de ébola en África Occidental ha generado consecuencias no sólo médicas sino también sociales para miles de niños que, pese a haber sobrevivido a la enfermedad, tienen que reintegrarse en familias y comunidades que, por miedo y desconocimiento, rechazan a los menores por considerarlos un peligro.
Un portavoz de la Oficina Regional para África Occidental y Central del Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF), Laurent Duvillier, ha relatado a Europa Press el caso de un niño de entre cuatro y cinco años que sufrió en sus propias carnes la marginación familiar y social.
El menor, que había perdido a su padre y a su madre por la enfermedad, no había sufrido el contagio, por lo que UNICEF necesitaba buscarle una salida del centro de tratamiento donde se encontraba y donde podía terminar contrayendo el virus, cerca de Monrovia, la capital liberiana.
La primera opción es la de la "familia extendida": buscar a un pariente que quiera acoger al menor. A las complicaciones propias del proceso, principalmente por la falta de datos sobre personas allegadas, se suma también el miedo y, en el caso de este niño, sus propios familiares "no le querían", ha explicado Duvillier.
UNICEF contempla entonces una segunda opción, que pasa por buscar a un superviviente --inmune por tanto al ébola-- dispuesto a acogerle. La agencia encontró a una persona dispuesta a hacerse cargo del menor a la espera de "otras opciones", pero cuando el superviviente regresó con el niño a la comunidad donde residía, los vecinos se opusieron a la presencia del menor.
Finalmente, y ante las complicaciones del caso, UNICEF volvió a la primera etapa y halló a un pariente lejano que residía en otra comunidad y aceptó acoger al niño.
Duvillier ha explicado que existe también una tercera opción consistente en internar al menor en una institución estatal o privada. La organización trabaja para tratar de crear --a medio plazo-- una red de acogida constituida por centros pequeños cercanos a las comunidades donde residían los menores antes de que el ébola destrozase sus vidas.
Los niños, ha añadido, representan en torno al 15 o el 20 por ciento de los casos totales, por lo que no suponen una mayoría. Sin embargo, "los padres sí", ya que la mayoría de los fallecidos tenían entre 25 y 35 años. UNICEF se ha encontrado con casos de niños de diez años que han quedado como cabezas de familia tras el fallecimiento de sus progenitores.
MIEDO AL TRAJE
Una de las estrategias de UNICEF pasa por involucrar más a los supervivientes del ébola en la asistencia a los menores afectados, directa o indirectamente, por la enfermedad. Así, quieren que brinden apoyo a los huérfanos en los primeros momentos tras el fallecimiento de sus padres.
Evitan así que los niños reciban el apoyo psicológico o el cariño de personas vestidas con la ropa de protección contra el ébola. "El traje obviamente les da miedo", ha reconocido Duvillier, que ha hecho hincapié en que "cada niño es un caso individual y requiere un seguimiento individual".
La organización prevé capacitar en los próximos seis meses a 2.500 supervivientes para que apoyen a niños huérfanos y a otros en situación "vulnerable", que pese a no haber perdido a sus padres siguen sufriendo "estigmas" y "discriminación".
Duvillier, que ha participado en otras crisis como el terremoto de Haití, ha advertido de que en el caso del brote de ébola la atención a la población infantil tiene que estar muy controlada. En este sentido, ha advertido de que no se puede mezclar a los niños u organizar actividades deportivas o culturales para entretenerles por temor a contagios.
El portavoz de UNICEF ha subrayado la necesidad de "brindar un apoyo psicológico por la pérdida de los padres" sin exponer a otras personas a una posible infección.
La información también desempeña un papel fundamental, toda vez que los "rumores falsos" ponen en peligro a toda la población. Hace dos semanas, UNICEF impulsó una campaña "puerta por puerta" en Sierra Leona que contó con 28.000 voluntarios --en su mayoría miembros de comunidades locales-- y llegó al menos al 75 por ciento de los hogares.
EDUCACIÓN Y SANIDAD
Laurent Duvillier ha lamentado el "deterioro" de la situación de las estructuras básicas en Guinea, Sierra Leona y Liberia, que libran "una carrera contra el tiempo". "Cada día que pasa, cada semana que pasa, los casos aumentan de forma exponencial", ha alertado en la entrevista con Europa Press.
Sin embargo, la comunidad internacional "no está a la altura" de esta "amenaza global", según Duvillier. UNICEF, que ha repartido 550 toneladas de ayuda, sólo ha recaudado el 25 por ciento de los 200 millones de dólares solicitados, a lo que se suma la dificultad para encontrar socios colaboradores sobre el terreno.
La ONU teme una "segunda ola de impacto" por el brote marcada por enfermedades "prevenibles". En Liberia, Sierra Leona y Guinea, numerosos centros de salud están cerrados o no funcionan bien y algunos trabajadores se niegan a ir a trabajar por "miedo" o malas condiciones laborales.
"A los propios pacientes les da miedo ir a los centros porque hay casos de ébola", ha apuntado Duvillier. De esta forma, embarazadas o madres con bebés no acuden a sus revisiones por temor al contagio del virus y UNICEF teme un repunte de enfermedades como paludismo, malaria u otras derivadas de la "congelación" del sistema de vacunación.
En el ámbito educativo, la situación tampoco es especialmente alentadora. Las autoridades guineanas han aplazado a noviembre la vuelta a las aulas, mientras que en Guinea y Sierra Leona hay 3,5 millones de niños que no acuden a clase a consecuencia de la extensión del brote. Duvillier ha destacado la relevancia de iniciativas como la difusión de programas educativos a través de la radio.