MADRID, 13 Ago. (EDIZIONES) -
Fidel Castro cumple hoy 90 años. Muchos más de los que nadie habría imaginado con más de 700 planes para asesinarlo, contando solo los reconocidos por la todopoderosa CIA. Y lo hace con una Cuba en plena metamorfosis, que pugna por deshacerse de la solera comunista mientras observa con escepticismo el desembarco de su histórico enemigo.
Castro, criado en el seno de una familia acaudalada de origen español, entró en contacto con su espíritu revolucionario -del que ya jamás se desprendería-- en los foros estudiantiles de La Habana y Santiago, epicentro de la lucha anticapitalista que cambiaría para siempre los designios de Cuba.
El golpe de Estado contra el Gobierno de Carlos Prío Socarrás para poner a Fulgencio Batista en el poder, apoyado por Estados Unidos, fue el punto de inflexión que le hizo pasar de la lucha política que había emprendido de la mano del Partido Ortodoxo de Eduardo Chibás a las trincheras.
El 26 de julio de 1953 --convertido ya en el líder de la oposición clandestina-- Castro encabezó a un grupo de 130 rebeldes en Santiago para derrocar con un golpe maestro a "la tiranía batistiana". Divididos en tres comandos, Fidel se encargaría de tomar el Cuartel Moncada; su hermano Raúl, el Palacio de Justicia; y Abel Santamaría, el Hospital Civil.
"Compañeros, podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos, pero de todas maneras el movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba para tomar la bandera y seguir adelante", arengó a las tropas insurgentes.
La acción rebelde no resultó como esperaba y, aunque su hermano y Santamaría hicieron su trabajo, Castro no pudo rendir el Moncada. El plan había fracasado y los supervivientes fueron detenidos, procesados y sentenciados. "Condenadme, no importa, la historia me absolverá", espetó Fidel al tribunal que le juzgó en un alegato final ya mundialmente célebre.
Tal y como había augurado, el 26 de julio quedó marcado en el calendario revolucionario como la primera batalla de una larga guerra. Con esta derrota estratégica había nacido un Movimiento de jóvenes hombres y mujeres que aún hoy pinta de rojo y negro las calles de todo Cuba.
Pancarta de Fidel Castro en La Habana. Reuters/Alexandre Meneghini
Fidel fue encarcelado, pero de los 15 años que recibió apenas cumplió dos, gracias a una amnistía con la que, sin saberlo, Batista había iniciado la cuenta atrás de su mandato. Consciente de que quedarse en Cuba significaría la muerte, partió a Estados Unidos y México, desde donde, ya junto a Ernesto 'Che' Guevara, perfiló el asalto final.
El 25 de noviembre de 1956, junto a 81 rebeldes, incluidos el 'Che' y Raúl, Fidel se embarcó en un pequeño yate de recreo bautizado con el apelativo cariñoso de abuela en inglés --'Granma'--, decidido a morir o ganar en el intento. "Si salgo llego, si llego entro, si entro triunfo", dijo. No se equivocó.
Siete días después y con la tripulación diezmada --"constituíamos un ejército de sombras, de fantasmas, que caminaban como siguiendo el impulso de un oscuro mecanismo psíquico", escribió el 'Che'-- llegaron a Cabo Cruz, a "la peor ciénaga de la que jamás haya visto u oído hablar", según Raúl, y, sorteando a los soldados de Batista, alcanzaron Sierra Maestra.
Escondido en una cabaña con cinco posibles vías de escape y vistas al Pico Turquino, el más alto de la nación caribeña, dirigió una guerra de guerrillas de tres años que le convirtió para siempre en líder político, y hasta espiritual, del pueblo cubano.
CUBA COMUNISTA
Estas y otras hazañas, como la victoria en la bahía de Cochinos o la gestión de la crisis de los misiles ya en la década de los 60, alimentaron la épica que envuelve sin remedio la figura de Fidel Castro y que le permitió gobernar con mano de hierro un país incandescente por su importancia en la geopolítica de la Guerra Fría.
Castro hizo realidad su sueño comunista gracias al apoyo político y económico de la URSS. Nacionalizó hasta el último metro cuadrado --excepto el cementerio de Colón, en La Habana, plagado de tumbas de españoles y estadounidenses cuyos descendientes aún hoy se reparten la propiedad--, creó un mastodóntico sector público y lo sometió al férreo control del partido único.
La utopía quebró, y a punto estuvo de desaparecer, durante el Periodo Especial que siguió a la extinción de la URSS. El racionamiento, que llevó al cubano medio a perder un tercio de su masa corporal, y el esfuerzo físico --la falta de combustible convirtió la bicicleta en el único medio de transporte posible-- devoraron rápidamente los antiguos ideales revolucionarios.
Fue la Venezuela de Hugo Chávez en los 90 la que rescató 'in extremis' a una Cuba hambrienta y aislada, a base de la renta petrolera y consignas bolivarianas. Años después se sumarían los distantes camaradas chinos y el poderío de la Rusia emergida de las cenizas soviéticas.
EL AMIGO 'YANQUI'
En 2008 Fidel tuvo que dejar el Gobierno en manos de su hermano Raúl, a causa de una enfermedad intestinal que estuvo cerca de llevárselo, confiando en que su legado se mantendría gracias a "la vieja guardia" que todavía domina el Partido Comunista de Cuba (PCC).
Pero la coyuntura global obligó a Raúl a esbozar una apertura económica que, irremediablemente, traería "cardinales transformaciones a escala social bajo las premisas inviolables de no aplicar las socorridas terapias de 'shock' de los países capitalistas".
Quizá lo que nunca imaginó es que el 17 de diciembre de 2014 Cuba se echaría en brazos del "imperialismo yanqui" que tanto había maldecido para sobrevivir con una nueva catarsis a la agonía económica y política de la Venezuela 'chavista'.
Barack Obama y Raúl Castro en La Habana. Reuters/Carlos Barría
"Es hora de dejar el pasado atrás y mirar hacia el futuro", dijo el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en una más que histórica visita a Cuba que hizo el pasado mes de marzo para simbolizar la reconciliación de dos polos enfrentados durante más de medio siglo.
UNA DESPEDIDA
Los millones de turistas que inundan Cuba, las casas particulares donde duermen --dotadas por mandato legal de aire acondicionado y baño propio-- y los negocios por cuenta propia de los que gozan, que hace tan solo cinco años no existían, dan fe de la transformación cubana.
Sin embargo, el verdadero indicativo de que ya no es la Cuba "irrevocablemente socialista" pensada por Fidel es la despedida que él mismo anunció durante el congreso general del PCC celebrado el pasado abril --"tal vez sea una de las últimas veces que hable"-- y los planes de Raúl de ceder en 2018 la Presidencia a alguien sin el apellido Castro.
Un joven con una pantalón con la bandera estadounidense en La Habana, Reuters/Stringer
Los cubanos, aunque desconcertados, han recibido alto y claro el mensaje. La nación entera se ha engalanado este 13 de agosto para darle las "gracias" al Comandante con múltiples festejos --conciertos, desfiles, libros-- mientras aguarda a que se acabe el bloqueo, último bastión de la vieja Cuba.
Fidel, que en sus múltiples memorias se jacta de haber "preparado" al pueblo para el momento de su "desaparición", atestigua ahora desde la distancia una transición, al menos económica --ya se verá si política--, que no había anticipado, con la esperanza de que sobrevivan "las ideas de los comunistas cubanos".