La crispación marca la campaña, en la que la ultraderecha de Le Pen se ha consolidado como alternativa
MADRID, 19 Jun. (EUROPA PRESS) -
Los franceses están llamados este domingo a las urnas para la primera vuelta de las elecciones regionales y departamentales, una especie de ensayo final antes de las presidenciales de 2022 en las que la ultraderecha de Marine Le Pen aspira a ampliar su cuota de poder y erigirse como alternativa factible al recurrente 'frente republicano'.
El escenario actual en poco se parece al de 2015, cuando se celebraron los últimos comicios regionales. El centro-izquierda cedió parte del poder que venía ostentando en favor de los conservadores, pero ahora entra en juego La República en Marcha (LREM) del presidente galo, Emmanuel Macron, y gana presencia la Agrupación Nacional de Le Pen.
Los Republicanos, herederos de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) que impulsó a Nicolas Sarkozy al Elíseo, y los candidatos de la denominada Derecha Diversa, que aglutina a independientes de tendencia conservadora, parten en cabeza en seis regiones, mientras que Agrupación Nacional destaca en otras seis, según sondeos publicados por Franceinfo.
La de este domingo es solo una primera vuelta y, en principio, el reparto de poder no llegará hasta una semana más tarde, el 27 de junio. Sin embargo, las tendencias muestran que el partido de Le Pen tiene opciones reales de encabezar alguna región, entre ellas Provenza-Alpes-Costa Azul, situada en la zona sureste de Francia y que alberga ciudades como Marsella o Niza.
Si históricamente la llegada de la ultraderecha al poder ha sido una 'línea roja' para gran parte de los franceses, ahora ya hay una mayoría que no ven problema alguno en que culmine el ascenso que siempre se le ha resistido. Un 51 por ciento de los ciudadanos creen que una victoria de Agrupación Nacional en las regionales no constituye un peligro para la democracia, según un sondeo de IFOP publicado esta semana por el 'Journal du Dimanche'.
CRISPACIÓN
La ultraderecha estaría sacando partido de la creciente polarización política y social en Francia, traducida en una tensa campaña que tuvo entre sus momentos más destacados la bofetada recibida por Macron durante un acto electoral. El responsable de la agresión ya ha sido condenado a 18 meses de cárcel, entre ellos cuatro en régimen cerrado.
También ha sido protagonista a su pesar el líder de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, rociado de harina durante una manifestación convocada en París en contra de la extrema derecha.
Las elecciones regionales y departamentales han sido tradicionalmente una prueba para el Gobierno central, que tiene a una quincena de miembros implicados directamente en dichos comicios, dentro de una amalgama en la que se entremezclan personalidades locales y nacionales y que podría marcar posiciones de cara a la cita clave de 2022.
La pandemia ha marcado igualmente la campaña, más larga de lo habitual y con restricciones en cuanto a actos y aforos, si bien a diferencia de las elecciones locales de 2020, en esta ocasión Francia ha emprendido ya su aparente desescalada final, incluso con la eliminación esta misma semana de la obligatoriedad de llevar mascarillas en espacios abiertos no concurridos.
EL SISTEMA ELECTORAL
Para las elecciones regionales, existe un sistema de listas que solo exime de la segunda ronda en caso de que algún partido obtenga más de la mitad de los votos. En caso negativo, el 27 de junio se enfrentarían las listas que hayan obtenido más del 10 por ciento de los sufragios, si bien se autorizan fusiones que pueden recalibrar el peso de las distintas candidaturas.
En las departamentales, se vota por cantones, donde se presentan candidaturas por parejas --hombre y mujer-- que deben obtener más del 50 por ciento de los sufragios de una cuarta parte de los votantes registrados para ganar en primera vuelta. En segunda ronda, a la que pasarán las candidaturas con más del 12,5 por ciento del apoyo, basta la mayoría relativa.
Los partidos se han esforzado en estos últimos días por llamar a la participación, habida cuenta de que la abstención podría terminar siendo la gran vencedora si se cumplen los pronósticos. Según un sondeo publicado por 'Les Echos', la participación se situará en torno al 38 por ciento, lo que dejaría con ventaja a los candidatos que mejor hayan sabido movilizar a los suyos.
Un 42 por ciento de los encuestados dice no estar interesado en la cita electoral y el desapego se hace especialmente palpable entre los jóvenes.