BAGDAD, 13 Feb. (Por Miguel Mateos, responsable de Comunicación de UNICEF Irak) -
"Nunca volveré a Sinjar, quiero tener un futuro", dice Guli, una niña yazidí de 14 años que vive en el campamento de desplazados de Shekhan, en la región del Kurdistán (norte de Irak). Hasta allí llegó en 2015 desde su Sinjar natal (población iraquí cercana a la frontera con Siria), donde su comunidad residió durante siglos hasta que el ISIS les forzó a abandonarla.
Tristemente, su caso no es único. Ella es una de las 750.000 niñas y niños que llevan años viviendo como desplazados internos en campamentos iraquíes, forzados por un conflicto que les obligó a dejar atrás a amigos y familiares en su huida de la violencia que sigue latente en la región.
Pero la triple emergencia que están viviendo, compuesta por el invierno, la pandemia y la crisis económica, está agravando su situación. Por un lado, las bajas temperaturas están llevando a muchas familias a una situación desesperada, como la que se vivió el pasado 30 de enero en el campamento de desplazados de Essain, a pocos kilómetros del de Shekhan, hogar de la pequeña Guli.
Allí, una niña de 5 años moría en una tienda de campaña debido al incendio generado en su tienda por un deficiente servicio de calefacción. Unas carencias que UNICEF está tratando de paliar con la distribución de ropa de abrigo y suministros de emergencia, escolares o de higiene, y que hoy ya están llegando a más de 7.000 niños.
LAS OTRAS PANDEMIAS
En segundo lugar, la llegada de la COVID-19 ha venido a complicar el futuro de niñas y niños como el de Guli, que también tiene sueños. "Me encantan las matemáticas. De mayor, quiero ser médico", asevera. Sueños difíciles de realizar cuando jóvenes yazidíes como ella viven en situación de vulnerabilidad.
Debido a la COVID-19 y a la inestabilidad que ya azotaba a la región, todas las escuelas iraquíes tuvieron que cerrar de manera presencial durante más de dos años, con más de 10 millones de niños y niñas obligados a estudiar a distancia. UNICEF ha trabajado de forma conjunta con las autoridades nacionales para generar métodos alternativos que garanticen la continuidad de su educación, incluyendo programas televisivos y contenido online.
Pese a todos los esfuerzos en el país, ya antes de la pandemia 500.000 menores estaban fuera del sistema escolar y, tras los últimos dos años, las estimaciones indican que los números no han hecho sino empeorar.
Otro de los grandes efectos colaterales de la COVID-19 ha sido el agravamiento de la crisis económica, la tercera pandemia que sufren los niños en Irak. Antes de la llegada del coronavirus uno de cada cinco niños era pobre en el país. Hoy, según las últimas estimaciones, el número casi se ha duplicado, poniendo a 2 de cada 5 niños en una situación de pobreza y vulnerabilidad.
UNICEF trabaja con sus aliados y el Gobierno para ampliar los planes de protección social centrados en los niños y relacionados con el empleo, además de lograr una cobertura de protección social integral, eficiente y efectiva de los grupos vulnerables.
INSEGURIDAD LATENTE
A la suma de esa triple emergencia que sufre Irak se añaden las cicatrices que han dejado en el país décadas de conflicto. Solo en 2021, 125 niñas y niños fueron asesinados o mutilados por restos de explosivos de guerra y municiones sin detonar.
De ellos, 52 fueron asesinados y 73 quedaron mutilados.
Pero lo más alarmante es el crecimiento exponencial comparado con el año anterior, con un aumento del 67% de casos respecto a 2020. Las posibles razones de este incremento se encuentran en el hecho de que, con la actual mejora de la situación de seguridad, los niños tienen acceso a zonas donde antes tenían restringido el acceso. Además, fenómenos meteorológicos como las lluvias y los movimientos de tierra pueden dejar al descubierto explosivos al desplazar y remover el terreno.
Por otro lado, una mejora en los sistemas de documentación y reporte ayudan a cuantificar e identificar de manera más efectiva los casos, lo que a su vez posibilita una respuesta más eficaz a las necesidades de los heridos y afectados.
Por ejemplo, la estadística generada ha servido para poner de manifiesto que los niños sufren más que las niñas el efecto letal de estos explosivos en cuanto que son ellos los que a menudo están más expuestos, dado que se encargan de las labores de pastoreo o de actividades en el exterior. Por ejemplo, en 2020, de los 79 niños fallecidos, 61 eran chicos.
"Aunque quisiéramos volver a nuestra casa en Sinjar sería imposible, porque aún no la han limpiado de explosivos", recuerda Guli sobre su propia situación. En UNICEF trabajamos en la prestación de asistencia a las víctimas y en proporcionar servicios de referencia para el tratamiento médico y apoyo psicosocial cuando sea necesario.
Sin embargo, esta desgracia no cesa.Solo en las últimas dos semanas al menos 4 niños más han muerto en estos terribles incidentes. Por eso, es más urgente que nunca acelerar los esfuerzos para la erradicación y limpieza de minas o artefactos explosivos sin detonar, así como promover la asistencia a las víctimas, defendiendo el derecho de los niños y niñas a un entorno seguro. Se lo debemos y se lo merecen.